— ¿Para qué?— me preguntó sin moverse. Sus ojos se dedicaron a mirarme seriamente. Bueno, este crío era subnormal hasta siendo un feto.

— Para plantarlas en el jardín, no te jode. ¿Para qué va a ser? Me duele la cabeza— dije acercándome a él con pereza,y quitarle la cajita que contenía el único remedio para este incesable dolor de cabeza.

— Toma— lanzó la caja a la mesa antes de que se la pudiera arrebatar.—Siento lo de...

— ¿Qué vas a sentir tú?— dije asqueada—. Me has demostrado que no tienes sentimientos— le lancé una de mis peores miradas.— No, ni te molestes en decir nada— me adelanté al ver que abría la boca para decir algo.

— ¿Me vas a dejar que te explique?

— ¿Me vas a dejar en paz de una vez?— digo a la defensiva, imitando el mismo tono de voz que él —.Desaparece de mi vida de una vez, Jesús.

Dicho esto, pegó un golpe en la mesa y se fue. Suspiré aliviada al hacerlo y me dirigí a la encimera para prepararme un remedio casero.

— Buenos días, ángel— esa voz SÍ era la que quería escuchar. Y encima me llamaba como Patch a Nora. Yo solo me quería morir en ese instante, y no solo del dolor de cabeza, sino de amor por Dani.

— Buenos días, Dan— sonreí al escucharle, mientras terminaba de llenar mi vaso de agua y preparar otras cosas. Me giré y le abracé—.Necesito estar contigo, en serio.

— Es por el vídeo, ¿verdad?—dijo apenado. Por un momento sentí la necesidad de gritarle que no me lo recordase, pero entendí que no era su intención joderme con eso.

— Sí. No sabía que tu hermano iba a ser capaz de tanto...— estaba dolida, pero no me tenía que sorprender por ese imbécil, sabía de sobra que era capaz de hacer peores cosas que esas. Además, al fin y al cabo, agradecida era como debía de estar por abrirme los ojos.

— Ya, yo tampoco. Estoy muy decepcionado con él. Desde que está con Elisa, lo noto muy cambiado...— soltó Dani, con rabia. Se llamaba manipulación.

Recordé todas las humillaciones de todo este tiempo, por parte de él, Jesús y Elisa. Ah, y de los secuaces de Elisa, cómo no. La humanidad de todos estaba anulada, a excepción de la de Dani. Él las veces que me había humillado había sido por su propia cuenta, él no iba detrás de Elisa ni mucho menos la hacía caso. Lo que sí que era cierto que en cuanto a comentarios acerca de mí muchas veces se apoyaban entre ellos dos porque tenían ambos el mismo objetivo: hundirme. Pero ese era el antiguo Dani, el de ahora era mucho mejor persona. Ni punto de comparación.

— ¿Insinúas que Jesús está cambiando por Elisa?— pregunté curiosa. Yo era consciente de que ella estaba al tanto de cada una de las acciones, pero nunca me había centrado en echarle las culpas solo a ella. Por mucho que pensaba que era una manipuladora, los impulsos negativos que tenía Jesús hacia mí los veía muy propios de él y por tanto costaba creerme que simplemente era para complacer a Elisa.

— Te tengo que contar una cosa, nadie lo sabe,ni siquiera mi hermano.— mis orejas se abrieron a lo Dumbo, esperando a que soltara la bomba, pero en la cocina no era el sitio apropiado para hablar de algo serio.

—Está bien, vayamos a dar una vuelta y me lo cuentas, así podemos estar más tranquilos. Y tomar el fresco, que lo necesito— propuse—. Voy a vestirme.

— Vale, te espero en el porche— me dijo mientras se sacaba su iPhone del bolsillo y desbloqueaba la pantalla.

Me puse lo primero que pillé: unos vaqueros de talle alto y un top verde con estampado de flores. Me dirigí al zapatero y me saqué mis vans blancas para ponérmelas de la peor forma posible: sin desatar las cordoneras, es decir, a presión. Luego me quejaba de que los zapatos me salían malos, cuando en realidad, era simplemente yo siendo poco cuidadosa.

Me acerqué al perchero que había detrás de la puerta para coger mi riñonera. Hoy no me apetecía lucir ninguno de esos bolsos caros que me regalaron mis padres -con esto me refería a padres adoptivos-, así que en la riñonera metí mi monedero y mi móvil.

Tras llevar un rato caminando, optamos por tomarnos algo en una heladería.

— Yo un helado de trufa y ella...— me miró a mí para que terminase de realizar el pedido.

— Helado de fresa con chocolate valor— le pedí al camarero con una sonrisa. Deseaba con ansias comerme una buena tarima de esos dos sabores. Me parecían la combinación perfecta.

— Enseguida se los traigo— dijo en un tono tan amable que me hizo sonreír.

A los 5 minutos, el camarero llegó con una bandeja en la cual se encontraban nuestras dos tarrinas, la de trufa, de Dani; y la de fresa y chocolate, que era la mía.

— Bueno, Irene—comenzó diciendo—. No sé por dónde empezar—hizo un parón suspensivo para darle una buena cucharada a su helado.

— Pues por el principio— me encogí de hombros y comencé a comerme el helado tranquilamente. Le vi agobiado y un poco de bajón—. No te preocupes por nada, que todo saldrá bien.

Me daba mucha pena Dani, en su mirada reflejaba el cómo se sentía y, por lo que podía ver, no estaba bien.

— Hace unos años, cuando entramos al instituto, a mi hermano y a mí nos tocaron en clases diferentes— dijo mientras miraba la cuchara—. En clase no conocía a nadie hasta que una chica se me acercó y comenzó a hablar conmigo.

— Elisa, ¿verdad?— asintió.

— Durante unos meses nos convertimos en mejores amigos y, pues lo hacíamos todo juntos. Un día, me di cuenta de que lo que sentía por ella era algo más que amistad, y entonces le pedí si quería ser mi novia— abrí los ojos sorprendida, sobre todo, por lo diferentes que eran ella y el.

—Y te dijo que sí— dije pero movió la cabeza de un lado a otro, negando. En realidad, me cuadraba porque él se merecía muchísimo más.

— Me dijo que yo no era su tipo y que si quería que ella fuera mía, debía cambiar— mis ojos se abrieron como platos.— Cambiar...— repitió, sabiendo que eso era algo que nunca se le podía pedir a una persona.

— Eso es horrible...— dije alzando las cejas y haciendo un gesto de asco.— ¡Cómo puede decirle a alguien que cambie!— amenacé con la cuchara arriba como si se tratase de una espada.

— Ya, el caso es que estaba tan enamorado de ella que le hice caso.Y cambié, perdí a muchos amigos que para mí eran como hermanos. Ella hizo que cambiara...— pero no acabó la frase, porque su tono de voz se fue decayendo.

— ¡Qué zorra!— exclamé. Me entraron unas ganas de ir en busca de ella y arrancarle las extensiones de cuajo, pero me contuve ya que sabía que no me tenía que rebajar al nivel de nadie.—¿Cómo acabaste odiándola?Es decir, ¿cómo supiste cómo era en realidad?

— Gracias a ti.— dice y levantó la mirada para encontrarse con mis ojos.

Y me terminaste gustando #1Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin