"Esta me la pagas, Ortíz"

5.2K 329 31
                                    

Orlando no me ha tocado, no me ha saludado. ¡Vaya, ni siquiera me ha volteado a ver!

«¿Quién lo entiende?», mi subconsciente y yo estamos de acuerdo en eso.

No llevo ni cinco minutos aquí y ya me quiero regresar a mi departamento. El aire trae su fragancia a mis pulmones, el aroma es embriagador y hechizante.

Las azafatas aún siguen murmurando cosas sobre él y mi cabreo y desesperación aumentan.
No puedo resistirme más, si sigo aquí estallaré.

Me doy media vuelta y estoy dispuesto a caminar hacia el auto, pero siento una mano que me sujeta por el brazo.

—¿A dónde crees que vas? —me susurra apretando los dientes.

Está cabreado y no sé por qué. Jalo mi brazo y me libero de su cruel toque.

—No estaré aquí parado como un artículo de decoración. Orlando, ni siquiera me has volteado a ver... ¿para eso querías que viniera hasta aquí? ¿Para que me ignoraras?

Miro al capitán y a las chicas, están mirándonos, pero me importa un reberendo pepino.

—Baja la voz ¿quieres? —ordena y pongo los ojos en blanco de una forma exagerada, consciente de que eso sólo hará que su enojo crezca.

—Vuelve a ponerme los ojos en blanco y verás. —me advierte y mi entrepierna vibra

Dios mío. ¿Por qué me excita el Orlando agresivo?

—Qué me harás ¿ehh...? no creo que te atrevas frente a todos —lo reto y me giro para seguir con mi camino.

Pero Orlando me toma de nuevo por el brazo, me jala hacia él, envuelve mi rostro entre sus manos y entonces me besa.
Me besa duro y su lengua saquea mi boca por completo. Respondo a su beso con la misma intensidad.
Puedo escuchar que las azafatas ahogan un grito. Mi ego crece y pongo mis manos en su enorme y duro pecho, demostrándoles que es mío.
Orlando baja una de sus manos a mi cintura y me separa de él, sus ojos se clavan en los míos.
Todo el coraje que tenía, se desvanece y me siento en casa de nuevo.
Acaricia mi rostro con la parte trasera de sus nudillos y sonríe.

—Me haces tanta falta —vuelve a darme un beso—. Vámonos ya, quiero hacerte mío —me susurra y mi cuerpo se enciende, también quiero.

Orlando mira hasta donde está el piloto y le agradece. Yo miro a las muchachas y soy yo ahora el centro de atención. Siento ponerme como un tomate. Orlando me toma de la mano y caminamos hacia el auto.

—¿Ellos volverán al D.F.?

Me mira y enarca una ceja.

—¿A quién te refieres?

—A el piloto y a esas... mujeres. —no puedo disimular mi desprecio por las azafatas.

Aunque Orlando no me ha dado razones para sentir celos, pero aún así no me gusta que nadie lo mire, apenas hasta el día de hoy.

—Sí, ellos regresarán. Y volverán aquí hasta el día que yo les indique… ¿por qué?

No respondo.

Mi verdadero cieloWhere stories live. Discover now