No creo en el amor para siempre

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ORLANDO

Mi cuerpo se arquea, liberando toda la tensión que llevo encima. Me fascina ver su cara tan tierna y haciendo semejantes cosas.

Toma mi miembro entre sus manos y se lo mete en la boca, succionando fuerte y apretando los labios a mi alrededor.
Sin duda él sabe cómo hacerme feliz y en comparación con todas mis exparejas, Ricardo se lleva la medalla de oro en esto.

Él me ha dado las mejores mamadas de mi vida. Siempre hace que se me ponga dura, que duele.
Sus ojos tienen algo que en seguida me capturan y no puedo pensar en otra cosa más que en hacerle el amor. Desde que subió a mi auto, sueño con follármelo de distintas formas y posiciones.
Pero aún no sé, si él esté preparado para saber la verdad sobre mí.
Tengo tanto miedo de perderlo, por que, aunque no me lo crea ni yo mismo... estoy enamorado de él, y él sin duda alguna de mí.

—¡Agggh...! amor, detente un segundo. Te necesito —le digo cuando apreta la punta con sus dientes.

Se detiene y se quita el pijama empezando por el pantalón. Tiene un cuerpo perfecto, ligero y flexible. Me encanta.
No sé por qué es tan inseguro, tan tímido y penoso.
Al menos a mí me gusta lo que veo. Demasiado.

Su delgado cuerpo tiene una apariecia inocente y si a eso le sumamos que tiene una mente tan abierta, dispuesto a hacer lo que yo le pida, es una combinación deliciosamente perfecta.
Aunque ya se le nota menos la vergüenza que antes, no quiero que pierda el rubor que brota cuando se desnuda para mí.


Cuando está completamente desnudo, me acerco hacia él y lo beso duro.
Me encanta cómo es que muerde mis labios y sentir su lengua jugueteando con la mía.

Caminamos sin romper el contacto hasta su habitación. Ambos desnudos, nos dejamos caer sobre la cama, él bajo de mí.
Me recargo sobre uno de mis brazos para no apachurarlo sobre el colchón. Sentir su piel tan suave bajo mis manos, no hace otra cosa más que querer estar enterrado en él.

Me separo y veo sus ojos, que ahora están calientes y alarmados.
Como la primera vez que estuve con él. Tal vez lo intimido tanto que no sabe qué esperar conmigo.

—Te adoro, cariño, me encantas demasiado —le digo, tratando de apasiguar el temor que veo en sus ojos.

Me sonríe y le pido que se voltee sobre la cama, poniéndolo en cuatro sobre ésta.

Suavemente entierro mi lengua en su trasero, lamo todo al rededor, serpenteando.
Ensalivo uno de mis dedos y lo deslizo lentamente dentro de él. Lo escucho gemir y sé que estoy haciendo lo correcto.

Es mi turno de volverlo loco, como él siempre hace conmigo. Por que vaya, sí que me volvió loco ésta tarde en su habitación. Sentir toda la adrenalina recorriendo mis venas, por el hecho de que pudieran descubrirnos; el que él tuviera todo el control sobre mí.

Fue una experiencia totalmente distinta.

Normalmente siempre soy yo quien lleva las riendas sobre la relación.
Soy yo quien da las órdenes y soy yo quien domina por completo a mi pareja. Pero esta mañana, él fue quien giró los papeles y tomó el mío.

Vaya que lo disfruté, hizo que me viniera dos veces.

Cuando está totalmente ensalivado y ligeramente dilatado, saco un condón de su mesita de noche y lo abro con los dientes para no perder tiempo.

Mi verdadero cieloWhere stories live. Discover now