"¿Follar en el callejón...? ¡Qué barbaridad!"

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He tenido muchos problemas para conseguir trabajo. Mi cara aparenta ser como la de un adolescente de dieciséis años o menos.

Aturdido por la música, y con el piso moviéndose, pongo los ojos en blanco, Iker lo nota y me hace un puchero de que le importa una mierda, eso me enfurece aún más.
¡Estúpido!

—Para tu información, Ricardo es mayor de edad —Orlando me voltea a ver como preguntándomelo, asiento para que sepa que así es. ¿No lo recuerda ya?—. Iker ¿qué es lo que quieres? —pregunta Orlando, en un tono más amargo.

—Sólo quería saludarte y saber cómo te había ido, pero mejor te llamaré cuando termines con tu «asuntito» mañana en la tarde, supongo —dice riendo.

Vuelve a dar una examinada a toda mi persona.
¡Carajo! ¿qué le pasa a la Barbie?, ¿qué fué lo que yo le hice?

Intento safarme del agarre de Orlando, pero él no sólo refuerza su mano en mi cintura, sino que me envuelve en sus brazos y me jala hacia él, planta un casto beso en mi mejilla herida y me sonríe de nuevo.

—No, Iker, te equivocas... -sus ojos miran a los míos—. Ricardo es la persona que estuve esperando. Él realmente me comprende, creo que estoy enamorado como nunca.

Me vuelve a besar, esta vez, en la comisura de mis labios y siento su sonrisa tímida. Había sido una bofetada con guante blanco, Orlando hace que me sienta valioso.

Miro al chico plástico, su expresión ha cambiado, ya no es la de engreído, ahora está ardido y furioso. Da un taconazo en el piso, pone los ojos en blanco de una manera exagerada y está tratando de contener su enojo.

—¡Espero que lo aprovechen! —grita, se gira y se va echando humo por las orejas.

¡Ja! Ahí tienes, Barbie.

Cuando se pierde entre la multitud, me libero del abrazo de Orlando. No es que no me haya gustado, sino que más bien, no me gustó que me haya utilizado para darle celos a su ¿novio? El pensamiento de que no pueda ser soltero, me deprime.

Doy media vuelta y me salgo del lugar sin decir palabra. La noche ha caído, el tiempo ha pasado demasiado rápido y no me había percatado. Doy zancadas, hacia la carretera, furioso de nuevo por su arrebato, Orlando siguiéndome detrás. Me detengo en la esquina de la acera, esperando que un taxi me recoja.

—¿Qué haces?, te llevaré a tu casa, el auto esta por acá.

—No, Orlando, no. Ya estuvo bien de todo esto. No sé quién sea ése sujeto, ni qué tiene que ver contigo. Te seguí la corriente para no hacerte quedar mal, pero date cuenta que me haces como quieres. No te das cuenta de cómo me siento o de lo que pienso -joder, estoy hablando de más, quizás es el exeso de alcohol.

Miro hacia la avenida, no pasa ni un maldito taxi, todas las luces de los autos dan vueltas, siento que el piso se me mueve. Entonces, se me doblan las rodillas y me balanceo hacia delante, cayendo. Intento poner las manos para detener la caída, pero antes de que mis dedos toquen el pavimento, siento sus manos en mi cadera, sugetándome fuerte. Sus dedos se encajan en mi cintura. Me jala hacia él y siento su erección entre mis nalgas, mandando corrientes eléctricas directo a mi sexo. Dios, no. Me incorporo y me giro hacia él. Su mirada clavada en la mía, sus ojos queman, llenos de lujuria, de pasión, quiero perderme en ellos, dejarme seducir por el azul celeste.

Mi verdadero cieloWhere stories live. Discover now