Margaritas.

4.6K 323 21
                                    

Mientras voy conduciendo, vamos riéndonos de lo mal que respondimos los exámenes.

—¿A dónde quieren ir?

—Bueno son tres días. Uno para cada quien. ¿Qué les parece si cada uno escoje un lugar para visitar? —sugiere Consuelo y me parece una idea fantástica.

Renata hace un puchero, no le parece muy buena la idea. Después de un “chin-chan-poo”, Renata sale perdiendo y a ella le toca elegir el día de hoy, a Consuelo mañana y a mí el miércoles.

Mi subconsciente y yo sabemos de inmediato a dónde ir, le sonrío y me guiña un ojo.

—Está bien, está bien, cállense ya. Gira a la derecha, ya te iré guiando —agrega Renata después de nuestras suplicas.

Consuelo y yo gritamos y aplaudimos.

—¿No tienes que ver hoy al señor magnífico? —me pregunta Consuelo.

—No, estará trabajando hasta tarde y no lo veré hasta en la noche.

Miro a Renata por el espejo retrovisor y está poniendo los ojos en blanco. Tal vez aún sienta algo por Orlando, no lo sé y no tengo ánimos de preguntárselo. Sé muy bien que no me agradará su respuesta.

Después de conducir exaustivamente, siguiendo las indicaciones de Renata, por fin damos con el lugar.
Nos estacionamos frente a la entrada y al parecer, es un antro. Tiene un par de guaruras en la entrada y una fila de gente para entrar.

—¿Tendremos que hacer fila para entrar? —pregunta Consuelo mientras hace un puchero.

—Claro que no. Soy VIP. No nesecito hacer fila chicos —suenta tan presumida.

—Vamos entonces, que tengo que llegar temprano.

Los tres soltamos una carcajada y nos bajamos del auto. De inmediato las personas nos miran y hace que me sienta algo raro. Cuando nos acercamos a la entrada, Renata le susurra algo al guardia más alto y fornido. Dan miedo esos hombres. Él le sonríe y quita la cadena, cediéndonos el paso.

Whoa, tenía razón. Pensé que sólo nos estaba presumiendo.
Las demás personas empiezan a chiflar por la injusticia que acaban de presenciar.

Cuando entramos, el lugar está completamente oscuro y millones de luces bailan al ritmo de la música. Hay muchas mesas repartidas por todo el lugar y hay una gran pista de baile, donde ya hay un grupo de gente bailando. Nos sentamos en la primer mesa vacía que vemos. Consuelo me abraza y Renata nos sonríe.

—¿Lo ven?, se los dije chicos, VIP —empieza a reír y alza la mano para llamar a el mesero.

Después de un par de minutos llega un tipo chaparrito, moreno y con una libreta, listo para hacer su trabajo.

—¿Qué quieren chicos? Yo invito por supuesto —agrega Renata, miro a Consuelo que aún tiene su brazo enrredado en el mío.

—Yo quiero un tequila doble —dice Consuelo, el mesero empieza a anotar en su libreta

—Yo una cerveza —no se me ocurre qué más pedir.

Mi verdadero cieloOù les histoires vivent. Découvrez maintenant