"¿Quieres una?" dije mientras cogía una de las galletas de chocolate y me la llevaba a la boca.

Negó con la cabeza moviendo las coletas. Decidí que aquello había pasado a ser el mejor manjar del mundo y produje ruidos con la boca como si tuviera la sensación de estar comiendo algo realmente bueno. El plan funcionó y llamé su atención. Así que no tardó en coger la misma galleta que tenía en mi mano. Podía tener un carácter difícil pero era muy manejable y con cualquier cosa la convencíamos al instante.

Llevó la galleta a su boca y se alejó de mi pierna para comenzar a caminar de nuevo en dirección a su amigo. Más que morderla, la chupeteaba y después, la masticaba con lentitud haciendo que su baba cayera por un extremo de sus comisuras. Con los dedos manchados, acarició a Driver que la miraba con ojos de clemencia. La verdad es que el pitbull tenía bastante paciencia con ella, no obstante sabía que nunca podría hacerle nada porque Driver tenía un cierto instinto protector con ella. Éste le olisqueó la mano pero se apartó rápido cuando fui a cogerla y llevarla al sofá para limpiarle las manos y la boca con las toallitas húmedas de bebé.

"Daive, mami daive..."

"Driver, sí. No puede comer chocolate, le hace daño."

"¿Pupa?" preguntó llevándose una de sus manos a la barriguita.

"Exacto." respondí orgullosa mientras le acercaba el vaso para que bebiera la leche con la pajita.

Juliet era igual de sabia que su padre. A pesar de su corta edad no hacía falta explicarle ciertas cosas porque ella misma lo entendía a su manera siempre de forma correcta. Y eso era lo que más nos sorprendía. Era un regalo ver como cada día aprendía y hacía algo nuevo.

Como esa misma mañana, cuando intentaba ponerse las botas rojas de agua al ver que llovía fuera y uno de los juguetes de Pippi y Driver se mojaba en la terraza. Observé cómo intentaba abrir la cristalera como si fuera una puerta normal, es decir, empujando hacia fuera. Hasta que ella misma se dio cuenta de que lo hacía mal, entonces la empujó hacia uno de los lados. Tal y cómo se abría ésta para llegar al patio. Sonreí mientras me tomaba el café orgullosa de lo lista que era. Obviamente no llegó a abrirla porque el cerrojo estaba echado y tampoco tenía la suficiente fuerza. Al final la única que se tuvo que mojar era yo porque no me había dejado tranquila hasta entrar el dichoso juguete.

Josh no paraba de enviarme mensajes o de llamarme por teléfono para preguntarme por ella. Estaba en Los Ángeles trabajando así que hasta la madrugada no llegaría. Se había ido hacía un día y ya lo echaba tanto de menos que dolía. Desde que tuvimos a la niña todo se me hacía más cuesta arriba y sabía que sin Josh no podría hacerlo sola. Dejé durante un tiempo el trabajo y aplacé los proyectos en cuanto me quedé embarazada. Siempre había querido ser madre y quería dedicar mi tiempo completo a Juliet. Josh trabajaba de productor en algunos proyectos con su madre pero poco más. Según él, el único proyecto que le interesaba en estos momentos era nuestra hija y yo. No obstante no podía dejar que rechazara grandes oportunidades sólo por querer cuidarnos. No estaba sola, tenía a mi familia a unos treinta minutos de casa. Mis padres y Michelle a partir de ahora me ayudarían más al tenerlos más cerca.

La idea de mudarnos fue un hecho al ver que Juliet podía comenzar la guardería dentro de poco. Al principio de su nacimiento nos negamos y esperamos a que fuera algo más grande, así que nos quedamos en Los Ángeles. No obstante, después de un par de años, nos encontrábamos en la casa de nuestros sueños. Hacía dos semanas que habíamos hecho la mudanza oficial, aunque con la niña teníamos que ir lentos puesto que nos robaba la mayoría del tiempo. Es por eso que aún teníamos algunas cajas con los objetos menos importantes, como libros, discos y otras chorradas. Lo único imprescindible era el ropero que faltaba por acabar.

Joshifer: "...a very different love."Where stories live. Discover now