Capítulo 20: Sacrificio válido

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En el momento en que el neumático se reventó, Romina perdió el control del vehículo; sabía manejar bien y había conducido camionetas, pero la ambulancia era pesada y claramente necesitaba un ajuste, de modo que con un neumático menos, las cosas se salieron de control.

— ¡Noo!

Intentó inútilmente controlar el volante, pero la calle frente a ella se convirtió en un borrón sin sentido y cuando volvió a ver algo con claridad, la muralla estaba demasiado cerca. Impotente y con el corazón detenido por el impacto, Romina solo pudo atinar a presionar el freno con todas sus fuerzas, mientras escuchaba gritos y ruidos extraños en sus oídos.

"Vamos a morir"

No hubo más tiempo, y la ambulancia se estrelló contra la muralla; sintió el golpe, su cuerpo sin dominio de sí mismo, el colchón de aire recibiendo el golpe, ella aplastándose contra esa superficie, como cayendo de cara en el agua, sin alternativas.

"vamos a morir"

Todo se puso oscuro. Después la consumió el silencio.

Antonio respiraba con agitación mientras se ponía de pie del otro lado de la calzada. Era su única oportunidad y la había aprovechado muy bien, siguiendo en el ordenador portátil la señal del teléfono al que llamaba Eliana. Ya sabía hacia qué punto iban, tenía claro que Patricia en realidad nunca había salido de esa urgencia ¿Cómo no lo había supuesto? Estaba nervioso, por supuesto, pero el disparo había sido limpio, solo tenía que aprovechar la oportunidad y terminar con todo eso.

—Ya está...

Le estaba volviendo el alma al cuerpo. Tanto preocuparse y preguntarse dónde estaría Patricia, dónde podían haberla llevado en tan poco tiempo, cuando bastaba con saber que esa mujer que estaba con Soraya era doctora para deducir que la tenían oculta. Ahí, justo frente a sus ojos. Ahora solo tenía que deshacerse de Patricia, y todo habría terminado. No importaba si Soraya y esa doctora seguían vivas o no, lo importante es que él llegaría primero a la urgencia y terminaría el trabajo. Iba a irse cuando sonó su celular, pero en vez de preocuparse, respondió con tranquilidad.

—Ya está todo controlado, no hay de qué preocuparse.

Pero la voz del otro lado de la línea parecía más divertida de lo que nunca antes había escuchado de esa persona, y eso hizo que su respiración se cortara de golpe.

—Cometiste un error.

— ¿De qué hablas?

—No está muerta —replicó lentamente, disfrutando cada palabra—. No está muerta.

Por un momento pensó que su corazón había dejado de latir. Pero no, solo estaba latiendo mucho más fuerte, tanto que no parecía suyo, no parecía algo real. Sin decir nada, sin responder, solo escuchando esa siseante respiración, volteó lentamente hacia la ambulancia, la misma que creía albergaba a dos personas.

—No...

—Son demasiados errores en la misma jornada —dijo el hombre con total naturalidad—, no puedo permitirlo más.

Un nuevo silencio, tan amenazante como el anterior. No, no era posible, no podía haber sobrevivido.

—No puede ser...

—Envié a una persona a revisar el lugar cuando comenzaste a demorar las cosas —dijo aún más lento—, y ella no está ahí. Ni viva ni muerta.

Antonio sintió que se le contraía el estómago, como después de un golpe directo. Sangre helada, latidos disparados, estaba entrando en pánico, pero no podía permitirlo, no si su suposición era cierta.

La última heridaWhere stories live. Discover now