Capítulo 14: Llamada distante

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Matilde tenía claro ya que estaba dentro del conducto del ascensor, aunque no conseguía entender cómo la puerta podía haberse abierto sin que llegara el aparato, pero eso no importaba en ese momento; estaba asustada y sentía que en cualquier momento podría ocurrir algo peor.

—Ayúdenme... ayúdenme por favor...

Gritó con más fuerza, pero su voz sonaba ahogada y retumbando dentro del conducto como si se encontrara en un túnel o en algún lugar muy profundo. Antonio había cometido ese acto demencial cuando se encontraban en el subterráneo, es decir más abajo del nivel de la calle ¿Cuántos pisos podía haber hacia abajo? En ese momento recordó que tenía el bolso en sus brazos cuando él la empujó. Necesitaba el bolso porque dentro estaba el teléfono celular y con él podría llamar a la policía: volvió a ponerse de cuclillas y palpó su alrededor, extendiéndose muy lento hacia los costados. Después de unos momentos volvió a sentirse desesperada, el bolso no estaba en el suelo en el área en que estaba y el cuadrado no podía tener más de cuatro por cuatro metros ¿Dónde estaba, por qué no lo tenía con ella? Pensó que sí había caído tal vez el bolso se hubiera enredado en alguna de esas salientes metálicas con las que había chocado en varias ocasiones, lo que significaba que podría estar colgando más arriba; con un poco más de energía comenzó a palpar también la pared, aunque en un principio no tuvo éxito siguió intentándolo, y lentamente se desplazó por el lugar en el que se encontraba, tocando la pared correspondiente desde abajo hacia arriba, hasta donde podrían alcanzar sus manos; casi estaba rindiéndose cuando creyó tocar algo, aunque estaba más arriba de lo que sus manos podían alcanzar; se estiró un poco más apoyándose en la muralla y alargó la mano derecha, y con las yemas de los dedos pudo tocar algo ¡ahí estaba su bolso! De seguro había quedado enganchado en algo, y lo necesitaba para poder sacar de él el celular y llamar a la policía; con un poco más de esfuerzo consiguió meter el dedo en una hebilla del bolso y tiró de él, pero el objeto se mantuvo en su lugar.

—No puede ser...

Seguramente estaba enganchado en alguno de esos salientes.

—Suéltate por favor...

Murmuró tirando otra vez. Estaba segura de que era su bolso y necesitaba desesperadamente el teléfono celular; después de unos momentos el bolso se soltó y cayó con un ruido sordo dentro del lugar. Estuvo a punto de abalanzarse sobre él, pero el dolor del pie la detuvo, de modo que se arrodilló con lentitud y cuidado y comprobó que estaba en lo cierto: era su bolso; con dedos temblorosos buscó en el interior hasta que tocó la superficie lisa y suave de su celular y oprimió en el costado el botón para desbloquear la pantalla, ansiosa de ver un pequeño recuadro de luz que en ese instante significaba la diferencia entre el miedo y la salvación, pero no ocurrió nada.

— ¿Qué pasa?

Tal vez se había apagado con el golpe, así que pensando eso lo encendió y luego de unos momentos apareció en la pantalla la señal de inicio del aparato.

—Vamos, vamos...

Le pareció que se demoraba una eternidad en encenderse mientras ella estaba allí arrodillada esperando que sucediera: cuando por fin la pantalla indicó que el celular estaba encendido Matilde se quedó de una pieza al notar que la pantalla tenía dos grandes trizaduras, y en la esquina superior el símbolo indicaba que no había registrado la tarjeta sim en el interior del teléfono.

—No, no, no, no puede ser...

Jadeando por el nerviosismo quitó la tapa trasera del celular y revisó la pequeña tarjeta en donde se escondía su número y por lo tanto la posibilidad de comunicarse y volvió a iniciar el teléfono. Unos segundos después sin embargo no hubo cambio.

La última heridaKde žijí příběhy. Začni objevovat