—Ni siquiera te conozco —escupió, lanzándome una mirada de odio.

Impactada, aflojé la presión que mantenía sobre ella y me alejé un poco, aunque observándola con cautela. Entrecerré los ojos. No entendía lo que sucedía.

—¿A qué te refieres? —pregunté—. Tienes que estar bromeando. Dijiste mi nombre. ¡En mi mente! Hazme el favor de explicarme quién diablos eres o te juro por Dios que...

Antes de que pudiera decir nada, Teresa se abalanzó sobre mí, derribándome y haciendo que caiga de espaldas al piso. Me había tomado desprevenida, así que le fue fácil aprisionarme bajo su peso. Sentada a horcajadas sobre mí, estuvo a punto golpearme en la cara, de no haber sido porque Thomas la apartó.

Me incorporé de inmediato, y hubiera vuelto a abalanzarme sobre ella, pero Thomas se interpuso. Nos mantuvo distantes poniendo una mano en nuestros hombros, quedando él en el medio del conflicto.

—¡Basta! —gritó, furioso—. ¡¿Qué demonios les pasa?!

—¡Pregúntale a ella! —le contesté, también gritando—. ¡Ella fue quien llegó y comenzó a hacer cosas extrañas como hablar en la mente de las personas! ¡Ella fue la que dijo que tenemos que ver con esto! —Estaba claramente irritada, y me sentía impotente al no poder hacer nada al respecto—. ¡Pregúntale a ella, que parece ser la única que sabe algo en este lugar!

—¡No tengo idea de lo que estás hablando! —respondió la chica, lanzándome una mirada asesina—. Ya te lo dije: no te conozco. Solo recuerdo a Thomas, y nunca hablé en tu mente.

—Claro que lo hiciste —mascullé—. No estoy tan loca, al menos no aún. Te oí, hablando en mi mente.

—Bueno, en ese caso, debo haberlo olvidado —repuso, entre dientes—. Además, no debo ser la única que puede hacer "cosas extrañas". ¿Alguna vez te pusiste a pensar que así como dices que puedo hablarte, tú puedes hablarme a mí? ¿O a Thomas, ya que él también me escucha?

Tenía planeado responder cuando pasos apresurados y murmullos leves se oyeron aproximarse. Me callé al instante, a la espera de quien sea que haya estado acercándose.

De repente, Newt, seguido de Alby, Minho y unos chicos más, surgieron de entre los árboles y se plantaron frente a nosotros. Todos pusieron la misma expresión de perplejidad en sus caras en cuanto vieron la escena que se presentaba ante ellos: Thomas sosteniéndonos a Teresa y a mí por los hombros, manteniéndonos apartadas la una de la otra.

Tan pronto como aparecieron, Thomas soltó su agarre en ambas y ninguna hizo ningún movimiento agresivo con la intensión de acercarse a la otra, así que la tensión que había se diluyó un poco.

—¿Cómo llegaste hasta aquí? —preguntó Newt, dirigiéndose a Teresa—. El Doc me dijo que desapareciste en un maldito segundo.

—Creo que se olvidó de un pequeño detalle: la parte en que le di una patada en la entrepierna y salí trepando por la ventana —repuso ella, y pude ver que Thomas intentaba reprimir una risa mientras Newt se volvía hacia un muchacho mayor, cuya cara estaba del mismo color de un tomate.

—Felicitaciones, Jeff —le dijo—. Eres oficialmente el primer tipo en este lugar que recibe una paliza de una chica.

A pesar de que me molestó su comentario, que lo hacía sonar como si una chica no podría darle una paliza a un chico, me molestó aún más lo que respondió Teresa.

—Si sigues hablando así, tú serás el próximo.

Estuve a punto de responderle, pero fui interrumpida por uno de los habituales y sarcásticos comentarios de Minho.

—En realidad —dijo—, creo que el primero sería yo, debido a que en el Laberinto, Juana...

—Oh, por el amor de Dios, Minho —balbuceé, mi cara tiñéndose levemente de un color rojizo—. Ya déjalo ir. No es el momento.

Newt le lanzó una mirada de advertencia, a lo que el Corredor respondió con un encogimiento de hombros, y se volvió hacia nosotros, sin demostrar miedo alguno. Sostuvo la mirada un par de segundos con los tres, y el silencio reinó, hasta que Alby se acercó hasta Thomas.

—Ya estoy harto de esto —exclamó, apuntando al pecho del chico. Temí que fuera a golpearlo—. Quiero saber quién eres tú, quiénes son estas larchas y cómo es esto de que ustedes se conocen.

En un instante, mi cara pasó de estar colorada a estar pálida. No quería ser acusada por algo que no había hecho, y que ni siquiera entendía. Thomas se mostraba afligido.

—Alby, te juro...

—¡Garlopo, ella vino directo hacia ti apenas despertó! Y resulta que, cuando llegamos aquí, ¡estás tratando de separarlas para evitar que terminen matándose!

—¿Y con eso qué? —contraatacó el acusado, el fastidio evidente en su voz—. Ellas me conocen, yo las conozco, ellas se conocen. Al menos, eso solía ocurrir. Ninguno de nosotros recuerda nada.

—¿Qué hiciste? —preguntó Alby, mirando fijamente a la chica de ojos celestes.

La pregunta me confundió, y al parecer también a Thomas. Pero no a Teresa, aunque no respondió.

—¡¿Qué hiciste?! —gritó el líder—. Primero el cielo y ahora esto.

—Activé algo —contestó ella, con cautela—. No fue a propósito, lo juro. Detoné el Final, pero no sé lo que eso significa.

El miedo aumentó en mí al percibir el desasosiego de Alby, paralizándome. No pude mover un músculo por unos segundos, ni siquiera fui capaz de formular la pregunta de la cual necesitaba con urgencia una respuesta. Thomas habló por mí.

—¿Qué ocurrió, Newt? —preguntó, evitando contacto directo con el líder—. ¿Cuál es el problema?

—¿Qué pasó? Yo te voy a contar qué pasó, larcho. Los tres estaban demasiado ocupados tratando de resolver toda su mierda que no se molestaron en mirar a su alrededor. Bueno, ¡fue por eso que no se dieron cuenta de la hora que es!

Miré mi reloj, imitando a Thomas, y descubrí con horror lo que habíamos pasado por alto. Sabía lo que Alby iba a decir, incluso antes de que lo expresara en palabras.

—Las paredes, shank —dijo, a centímetros de la cara de Thomas—. Las puertas. Hoy no se cerraron.

The maze runner: Una nueva variableWhere stories live. Discover now