Capítulo 1

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  En una semana será la prueba, ya no me da nervios, me he acostumbrado. Soy distinta desde que nací, y nunca han logrado descubrirme. Resulta que la «epidemia» comenzó seis meses antes de que yo naciera, y a mis dos meses de nacida, ya era distinta. Mi madre hizo lo posible por que no me descubrieran, aún hasta el día de hoy no entiendo cómo pudo llegar a concebir otra hija dos años después. Al cumplir mis siete años una guerra se desató, no tengo muy claro porqué, pero no veo a ninguno de mis dos padres desde entonces, y yo misma me las tuve que arreglar para cuidar de mi hermana y de mí. Así que tuve que madurar muy rápido, para poder cumplir mi rol de hermana mayor. Ahora lo único que quiero es que mi hermana sea feliz, y que nadie nos descubra, le prometí que nunca me separaría de ella y planeo cumplir mi promesa.

Cada año debes llevar tus papeles a un centro de registro relacionado con la prueba, así que llevaría los papeles de mi hermana y los míos. Primero, al llegar debemos entregar los papeles de la prueba pasada y un documento de identidad; después, hay que ir a un centro de investigación para una prueba de sangre; y finalmente volver al centro de registro para que entreguen el número y el chip. El número indica en cuál de las siete filas debes entrar, y el chip ayuda a que localicen y examinen el cuerpo mientras se hace la prueba. Aún no entiendo cómo no han logrado descubrirnos, al parecer esa prueba no es tan buena como aparenta.

Y ahora ya llegó el día, el día de la prueba. Ya que la prueba es bastante larga y compleja dura de las seis de la mañana a las diez de la noche. Hay más de doce mil personas en mi ciudad, y hay aun más en otras ciudades, así que considero que en otras ciudades debe ser mas tardado.

Me desperté a las cinco de la mañana, y fui al cuarto de mi hermana para despertarla.

  —Hey, hoy es el día— le dije agitándola con mis brazos.

  —Mmm... ¿Qué?— dijo tratando de reaccionar refregándose los ojos.

  —Ya me oíste, ¡arriba!

  —Okay, ya me ves estoy despierta— dijo sentándose en el colchón.

  —Sí, ya te vi, vístete rápido— dije botándole una sudadera roja. Su color favorito es el rojo, y ella también es distinta. Ella es fuego.

  —Tú también deberías vestirte— dijo tomando la sudadera en sus brazos.

  —Lo haré en cuanto tú termines. Mientras tanto, iré a decirle a Victoria que si nos puede preparar algo de desayuno.

Victoria es la que nos alojó en su casa para que no fuéramos a un orfanato, no quiere mucho a Julieta, pero aún así nos da más de lo que merecemos.

  —Okay— dijo Julieta, mientras yo cerraba la puerta del cuarto.

Caminé a la cocina donde ya estaba Victoria, ya que ella se levanta a las cuatro y media, para ir a la iglesia a «rezar por nosotras» pues cree que tenemos cura, pero no es así. Le pedí el favor de si podía servirnos un plato de fruta, ya que no hay que comer algo tan pesado, después de todo, el día entero estaríamos corriendo y sintiéndonos como ratas de laboratorio.

En cuanto Julieta sale del cuarto, rápidamente entro y me cambio. Después de que ya ambas desayunamos, me peino un poco y salimos de la casa. El lugar donde es el examen queda a diez minutos de la casa caminando, por eso no tomamos un taxi. El camino no es largo, pero siempre se me hace eterno.

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