Epílogo.

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El sol reinaba, irradiando los rayos de luz por todos lados, iluminando el lugar.
El pasto estaba húmedo, a causa que hace algunas horas había estado lloviendo.
Un niño de 7 años descansaba sobre el regazo de su madre viendo a sus primos jugar, mientras ésta le acariciaba el cabello y hablaba animadamente con sus amigos.
Era el cumpleaños número cinco de la hija de Elsa y Jack. Todos se habían reunido para empezar la pequeña fiesta, donde solo estarían ellos. Ya que ese día le habían echo un pequeño pastel en su colegio.
Los cuatro niños, estaban corriendo por el patio, mientras sus padres los veían jugar.

-Al parecer se están divirtiendo -exclamó Anna, mirando como su hija soltaba pequeñas risas empezando a correr cuando James, el hijo de Mérida e Hiccup, empezaba a contar hasta diez.

-Siempre se divierten -contestó su hermana, acariciando la cabeza de Ian-. ¿Por qué no vas a jugar?

El niño apartó la mirada de los niños y la dirigió a su tía Elsa.

-Bueno -contestó, con aquella voz inocente-. No creo que me junten.

Hizo un lindo puchero, haciendo reír a los adultos.

-¿Por qué no, príncipe?

-Por qué soy más grande que ellos, y pensarán que juego brusco, papá. -Se volvió a acurrucar entre el hueco del cuello de Ester.

-Claro que no -ahora el que habló fue Kristoff-. A mi hija solo le llevas un año, al igual que a James.

Elsa rodó los ojos al escuchar a su cuñado.
Claro, un año después de que naciera el hijo de Ester, Anna resultó embarazada al igual que Mérida.
Aunque todas habían podido acabar sus estudios con éxito y conseguir un trabajo espléndido, a veces se ponían a pensar que debieron esperar más para tener hijos.

-Pero aun así soy más grande que ellos -se excusó de nuevo el niño.

-Ándale -le dijo Andrew, poniéndose enfrente de su hijo-. Ve a jugar.

-Pero -empezó de nuevo haciendo reír a los presentes-. Está bien.

Se levantó del regazo de Ester y salió corriendo con los niños, más animado.

-¿Por qué es tímido? -le preguntó Eugene a Ester, en forma de burla-. No recuerdo que sus padres fueran tímidos.

-Oh Dios, cállate Eugene -le riñó su esposa.

Ester se rió, porque era cierto.

-Bueno, pudo haber pasado demasiado tiempo con Anna.

-¡Oye! -exclamó la recién nombrada-. No soy tímida.

-Si hablamos de tímidas -dijo Eugene inclinándose en medio de todos y susurrando la última parte de su frase-. Es Rapunzel.

-A veces me arrepiento de haberme casado contigo -respondió la rubia, cruzándose de brazos haciéndose la ofendida, pero la sonrisa que guardaba en su rostro y aquellos ojos risueños la delataban.

-Y bien. -Mérida se irguió en su asiento-. ¿Qué se siente ver a su hija crecer? -Ahora se dirigió a Jack y a Elsa.

-¡Horrible! -contestó el albino, haciendo una mueca de asco-. Me recuerda que también voy envejeciendo, perdiendo mi encanto.

Al terminar de decir eso se ganó un golpe leve por parte de Elsa, que se reía.

-La verdad, se siente horrible. No me gusta verla crecer -susurró ella, mirando a Zayde con ternura.

-Pero dime tú -ahora fue Kristoff el que habló, dirigiéndose a Mérida-. Tu hijo tiene seis.

-Pero tienen la misma edad -le contestó la pelirroja, sacándole la lengua-. También Peony tiene seis.

Los presentes en la mesa rodaron los ojos, cada cumpleaños de sus hijos era la misma conversación.

-Oh no -susurró Rapunzel, todos giraron a verla y después a donde su mirada dictaba.

Estefany, su hija, estaba en el suelo, dando varias vueltas con Zayde. También Elsa respiró pesadamente.

-Adiós vestido -susurró.

-¡Mamá! -Elsa escuchó el quejido de una niña junto a la risa de otro niño.

En el campo de visión de los adultos James y Peony aparecieron, la niña con el cabello todo desordenado y el niño riéndose de ella.

-¡Mira lo que me hizo James! -Se quejó señalando su cabello rubio, lanzando sus brazos hacia su padre.

Kristoff la tomó en brazos haciendo que la niña se escondiera entre su pecho.

-¿Por qué lo has echo, James? -La voz mandona de Hiccup hizo que la risa de hijo cesara y volteara a ver a su padre con sus ojos verdes cargados de miedo.

-Pensé que era divertido -contestó el castaño, tambaleándose entre sus pies.

-No lo vuelvas a hacer -ahora fue Mérida la que habló.

-¿Estás bien, cariño? -le hablo Anna a su hija, que dejó de esconderse entre su padre para mirar a James con diversión.

-Si mami -contestó ella, sin apartar la vista del castaño.

-Entonces vayan a jugar -dijo Ester, animándolos señalando los otros tres niños que corrían por lo largo del lugar.

Los ojos verdes de la niña se iluminaron y Kristoff la bajó, para empezar a correr hacia los otros niños, seguida de James.

-Terminarán juntos -soltó Elsa, que estaba abrazada del brazo de Jack.

-¿Qué? -preguntó Kristoff-. No dejaré que mi hija se junte con el hijo de ellos.

-¿Me tengo que sentir ofendida? -preguntó Mérida.

-Tal vez salga como Hiccup, un mujeriego, y como Mérida...

-Deja de actuar como un padre protector, amor.

Kristoff suspiró y se giró a su cuñada.

-No dejaré que mi hija esté con nadie. Nunca.

Los otros se rieron.

-Bien, ¿quieren pastel? -cambio de tema Andrew, mirando con diversión a Jack que lo fulminaba.

-No eres el organizador de la fiesta, no puedes ofrecer pastel.

Y así se la pasaron el resto de día, entre risas de parte de los niños y ellos.
Cuando comieron el pastel y Zayde empezaba a abrir sus regalos, cada reacción que hacía cuando descubría su nueva pertenencia era grabada para siempre con la cámara de Jack.

Todos se empezaron a odiar en el momento que se conocieron, pero aquel proyecto de maternidad cambió sus respectivas sobre los otros, y gracias a eso, no podrían estar en un lugar mejor, con aquellas personas que eran importantes para cada uno que se encontraba presente en la sala.
Y cada uno sabía que, pasara lo que pasara, ellos estarían los unos de los otros apoyándose entre sí.

Y pensar que todo empezó con un proyecto.

Amor por el Proyecto. (Jelsa, Kristanna, Mericcup, Eugenzel) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora