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El los cielos del oeste, un imponente castillo se alzaba oculto entre las nubes, resguardado de la mirada humana y algunos demonios. Ese castillo le pertenecía a nada más y nada menos que al Lord del oeste, Sesshomaru. Custodiado por un sin número de youkais al servicio de su amo, ese castillo era una fortaleza a la que ningún humano tenía acceso; excepto dos, las protegidas del Lord.

-¡Kagome-chan juguemos a algo! -Exclamó una dulce niña mientras corría entre las flores del jardín del ala norte.

-De acuerdo, Rin. -Aceptó gustosa dedicándole una sonrisa. La joven azabache se encontraba sentada bajo un árbol de cerezo mientras observaba a la pequeña jugar alegremente. -¿A qué quieres jugar? -Preguntó levantándose para ir hacía ella.

Rin corrió hasta quedar frente a Kagome. -¿Podemos jugar con Jake-sama? -Pidió emocionada.

-No lo sé, ya sabes como es Jake-sama, puede que no quiera jugar con nosotras. -Le explicó recordando como se ponía de gruñón aquel sapo, sin embargo aún así ambas lo apreciaban.

-¡Por favor, yo lo convenzo! -Pidió de nuevo dedicándole una mirada a la cual no se podía resistir.

-Esta bien. -Aceptó. La niña muy feliz comenzó a dar pequeños brincos. -Vamos a buscarlo entonces. -Le tendió la mano que la pequeña no tardo en aceptar, así fue como entraron al castillo.

Por otro lado, en su despacho se encontraba el gran Lord Sesshomaru revisando varios pergaminos. De todo lo que había leído no había nada importante, sus tierras parecían estar en paz, excepto por un par de pobres diablos que osaron desafiarlo pero perdieron la cabeza, solo eran sabandijas sin importancia.

Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.

-Adelante. -Contestó sin despegar la mirada de su trabajo. Ya sabía de quién se trataba.

-Amo, acaba de llegar este mensaje para usted. -Informó el pequeño youkai sapo mostrando el pergamino que llevaba entre las manos.

-Creo haber sido claro al ordenar que no me molestaran a menos que fuera algo urgente. -Replico mirando con molestia a su sirviente que comenzaba a ponerse nervioso.

-Es...es urgente...amo....viene del E-este. -Dijó tartamudeando del miedo.

Al escuchar esa última parte Sesshomaru se levantó de su escritorio y tomo el pergamino, lo desenrollo y comenzó a leerlo. Al finalizar soltó un gruñido que sobre salto a Jaken.

-Jaken. -Lo llamó con su usual tono.

-Digame amo. -Respondió ya habiéndose compuesto.

-Que preparen dos habitaciones. -Ordenó dejando a un lado el pergamino.

-Lo que usted ordene amo. -Respondió haciendo una reverencia. -¿Puedo saber por qué? -Se atrevió a preguntar arriesgándose a recibir un golpe, una mirada, que lo mataran o si bien le iba, que lo ignoraran.

-Ese no es tu asunto, solo haz lo que se te ordena. -Le lanzó una mirada que le heló la sangre al pequeño youkai. Había corrido con suerte.

Estaba a punto de retirarse para cumplir las ordenes de su amo, pero dos voces inconfundibles lo frenaron.

-¡Jaken-sama juegue con nosotras! -Al escuchar aquello tuvo ganas de salir corriendo, pero ya era demasiado tarde, ambas humanas ya estaban en la puerta.

-Niñas igualadas ¿cómo entran así? Toquen antes de entrar y no anden corriendo ni gritando en el castillo. -Las reprendió disgustado por su comportamiento.

-Silencio, Jaken. -Ordenó su amo.

-Kagome-chan y yo vamos a jugar y queremos que juegue con nosotras. -Explicó la menor de las humanas con una sonrisa en su rostro.

-¡Tonterias!-Exclamó. -No voy a perder mi valioso tiempo jugando con ustedes, par de humanas escandalosas. -Un golpe lo mando del otro lado de la habitación. Sesshomaru lo había pateado.

-Señor Jaken, ¿está bien? -Preguntó Kagome acercándose a él. -¿Se rompió algo? -Ayudó al demonio sapo a levantarse.

-Ahh..-Emitió un quejido.

-Sesshomaru-sama creo que no debió patearlo tan fuerte. -Dijó Kagome volteando a ver a su amo.

-Hmp. -Fue su única respuesta. En su mente le contestaba que no lo había pateado tan fuerte, en todos sus años de servicio ese sapo había aguantado palizas más fuerte, si no ya se hubiera conseguido otro sirviente.

Después de unos segundos Jaken se repuso.

-Ahora que esta bien, ya podemos ir a jugar. -Habló Rin.

El demonio estaba a punto de replicar pero la mirada que le lanzó su amo fue suficiente.

-Ve con ellas, Jaken. -Ordenó mientras volvía a sentarse en su escritorio.

-¡Viva!-Exclamo la niña entusiasmada. -Séñor Jaken, apresurese. -Lo tomó de la mano y comenzó a llevarlo fuera de la habitación. -Jugaremos al escondite y a las atrapadas. ¡Kagome-chan no se tarde! -Pidió en un grito por la distancia que ya llevaba.

-¡Niña escandalosa deja de gritar! -Se escuchó al sapo reprenderla.

-Jaken-Sama no cambiará. -Dijo la azabache más para si misma con una sonrisa.

El inuyoukai frente a ella la observaba meticulosamente y de pronto se encontró recordando el día que salvo a esa humana. Su aldea había sido destruida, no tenía familia o un lugar a donde ir, estaba bastante delgada, sus ropas sucias y rasgadas y tenía varios golpes, cuando su cuerpo no resistió más la falta de alimentó y el cansancio, cayó desmayada en medio del bosque, ahí fue donde él la encontró mientras vigilaba sus tierras. Al principio iba a dejarla morir, incluso ya se había dado la vuelta dispuesto a marcharse, pero algo se lo impidió, así que volvió por ella y la llevó con el al palacio. Estuvo inconsciente por dos días, hasta que por fin despertó.

Sesshomaru podía recordar claramente la expresión de miedo en su rostro al verse en un lugar desconocido lleno de youkais. Había ordenado a las criadas que la limpiaran y cambiaran de ropa, por lo que pudo verla bien. Estaba muy delgada, sin embargo algo llamó su atención. Al mirar su rostro, se encontró con los ojos más azules que alguna vez vio, pero estaban llenos de tristeza, ahí comprendió lo mucho que había sufrido, el youkai sintió lastima por ella, así que desecho su idea de hecharla cuando despertará, aceptándola así en su castillo. Ese día se convirtió en su protegida.

De la chica flacucha y miedosa que una vez vio ya no quedaba nada, la tristeza que reflejaban sus ojos era reemplazada por una calidez que aunque no quisiera admitirlo, lo tranquilizaba en los peores momentos.

-Sesshomaru-sama ¿cómo le ha ido? -Preguntó sacándolo de su ensimismamiento.

-Bien. -Respondió mientras abría otro pergamino para revisarlo.

-Me alegra, señor. -Kagome se acercó hasta quedar a su lado. -Me voy, si no Rin se preguntará donde estoy. -Se inclinó y depósito y casto beso en la mejilla del Lord. Esa era la costumbre de Kagome, besarlo en la mejilla en señal de cariño. Era la única, aparte de Rin a la que le permitía tal atrevimiento. -Que tenga un buen día, Sesshomaru-sama. -Le dedicó una cálida sonrisa y salió de su despacho.

Espero les guste, dejen sus comentarios y votos. :)

Siempre tú. *Sesshome*Where stories live. Discover now