Epílogo

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LEO

Desperté de la horrible pesadilla, sintiendo que mi cuerpo ardía y abrí los ojos lentamente, parpadeando a causa del sol. Me incorporé un poco y sonreí.

Mi preciosa prometida, dormía plácidamente a mi lado. La sombra de la palmera ocultaba el sol abrasador de las Maldivas. Helena por fin había conseguido el moreno que tanto deseaba, su piel, siempre blanca, tenía un color dorado condenadamente sexy.
Los diamantes del anillo causaban luz en el tronco de la palmera, y sonreí, porque todo había terminado.
Mi leona fue tan testadura por haberse girado para reprocharme algo en el momento en el que los hombres de Augusto quisieron matarnos con cientos de balas. Lo que ellos no se imaginaban, era que mi padre y Riccardo harían lo que fuera por nosotros, y vaya si lo hicieron. Helena se había llevado un golpe en la cabeza, pero su pelo ya había crecido en el lugar donde ahora tenía cinco puntos que demostraban, lo terca que era. Aunque he de reconocer que su testarudez nos salvó. Fabio y yo vimos los ojos de Helena llenos de terror y nos agachamos tirando al suelo y sin delicadeza el cuerpo de mi tío. Ninguna bala nos rozó ese día.

Acaricié la espalda de Helena, y sentí como su cuerpo reaccionaba ante mi contacto. Eso me daba tal placer que solo un hombre enamorado lo entendería. Sus ojos empezaron a abrirse y sonrío al verme mirándola.

— Eres un mirón Leo —dice mientras me mira con sus ojos azules juguetones.

Me giré y enredé mis piernas entre las suyas. Y la acerqué hasta mí. No se escaparía nunca más.

— Te quiero Leo —dice acariciando mi cara con ternura.

Esas tres palabras siempre harían que me volviese loco.

— Y yo a ti amor —respondo como un bobo.

La besé y disfruté de sus labios durante unos minutos.

— Hola.

Ambos nos separamos al escuchar esa voz.

— Leonardo, cielo —dice Helena incorporándose y atándose el bikini para mirar a nuestro niño. Él nos contemplaba con una sonrisa. Pero se suponía que estaba con Fabio.

— ¿No estabas con el primo Fabio? —le pregunto confuso y mirando hacia la playa vacía.

Helena se sentó en la hamaca y el pequeño se sentó a su lado, mientras que ella cogía la crema de su cesta para extendeserla en los hombros de Leo. Era todo una madraza.

— Me aburría porque solo le hacía caso a una chica —dice girándose para mirarme.

Helena soltó la crema y enseguida vi furia en su cara. Se levantó de la hamaca rápidamente.

— ¡¿Está tonto o que?! —grita —¡Como deja a mi niño solo, ni se dio cuenta de que se marchó!

No quisiera estar ahora mismo en la piel de Fabio, la madre leona está realmente enfadada. Y que cojones, yo también. Como se le ocurre dejar solo a mi hijo. Me levanto de la hamaca, y camino por la cálida arena hasta llegar a Helena.

— Cálmate, voy a hablar con él. Si está con una chica, se habrá despistado.

Helena me miraba con una cara que acojonoba, y yo no solía acojonarme tan pronto.

— Voy a ir a buscarle —dice molesta —Y darle una patada en los huevos —sisea esto último, para que el niño no la escuche.

Unas voces nos llaman la atención, dos palmeras tapan quienes son, aunque por esa voz sabía que era Fabio, y con él había una segunda voz femenina.

— ¿Y nuestro nieto? —escuchamos desde la distancia a Riccardo y a Elsa. Leonardo corrió hacia ellos, no sin antes despedirse con la mano.

— Nos abandona —dice Helena poniendo un puchero. Leonardo no era tonto, sabía que nuestros padres le consentían todo y que nosotros éramos los polis malos.

Unas voces vuelven a acercarse, pero esta vez, son Benja e Ivy. Llevaban todo el día "durmiendo" pero había que ser tonto para saber que eso, exactamente, no lo hacían.

Yo había salido de nuestra Villa hacia la playa, porque es donde nos solíamos reunir. Helena quería un Hotel con varias villas pero que hubiese más gente. Sin embargo, yo hubiese preferido tenerla sola para mí, en una Villa privada, de una pequeña isla.

Nuestros amigos se acercaron caminando de la mano mientras miraban hacia atrás.

—Fabio acaba de ligar —dice Benja acercándose a mi.

—¿Como es ella? —pregunta Helena.

Y que más le dará.

— ¿Por qué te interesa como es? —pregunto molesto, y para que mentir, algo celoso.

—Porque soy cotilla —responde mirándome entrecerrando los ojos.

—Es guapa, Fabio parece relajado hablando con ella —dice Ivy mirando de nuevo hacia el lugar donde ellos debían de estar.

En ese momento, Fabio y la chica hacen su aparición y por un instante escucho a Fabio soltar una gran carcajada. Miré de reojo a Helena y que sonreía con ternura. Sabía lo que estaba pensando. Fabio no reía de esa forma tan espontánea, si no era Helena la causante.

Helena se apoya en mi brazo y la atraigo hacia mí.

—Se lo merece —dice sin dejar de mirar a Fabio que ahora estaba mirando algo serio en su teléfono, pero sin dejar de prestar atención a la chica.

—Sí, se merece encontrar a una chica que le quiera tanto como tu me quieres a mí —respondo acariciando su brazo.

— Pues sí, estoy deseando saber su historia.

No entiendo lo que quiere decir.

— Si te explicases mejor, entendería —respondo.

—Digo, que me muero por escuchar cual será la historia de ellos dos, la historia de la vida de Fabio.

Yo también tenía curiosidad por saber la verdadera historia de mi primo. Saber que cosas le ocurrieron para que tenga ese carácter, aunque sinceramente, nos parecemos en muchas cosas. Pero sí, parece que estos dos, tienen una historia para contarnos.




Y se acabó... No sabéis la tristeza que supone para mí terminar Lealtad. Me ha gustado muchísimo escribirla. Solo espero que hayáis disfrutado de ella.

Un beso gigantesco y muchísimas gracias por haberme apoyado en esta historia, porque sin vosotros no hubiera seguido publicando.

Y como siempre, votad, y comentad que sabéis cuánto me gusta.

Lealtad (Crónicas de la mafia #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora