Capítulo 28

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LEO

La idea de que Alexia viniera con nosotros no me hizo mucha gracia, pero comprendía perfectamente, las ansias que tenía por encontrar sana y salva a su madre. Ese mismo sentimiento lo tuve yo cuándo Helena desapareció.

Mauro no se separaba de ella. Estas navidades le había visto entrenar y sabía que nadie tocaría a mi prima, si antes no pasaban por encima de él.

Helena llevaba diez minutos en el despacho, hablando con sus padres en privado. Era una guerrera nata, una leona que haría lo que fuera por su familia, y me dejó bien claro que mi familia era la suya también. Benja e Ivy fueron a por armas para todos, y yo hice lo único que se me pasó por la cabeza. Escribir un posible testamento. Sé que sonaba algo tétrico pensar en eso, pero no quería dejar ningún cabo suelto si algo me pasaba. Relajé mi mente y comencé a escribir lo que se me ocurría. Dejé una carta para Helena encima de los zapatos de la Cenicienta. Solo esperaba, que nunca la llegase a leer. Porque eso significaría que no pasaría mi vida con ella, y eso, era lo único que deseaba con todas mis fuerzas.

Escuché movimiento en la parte de abajo de la casa y corrí hasta salir de la habitación de Helena, no quería que nadie me viese allí. Aunque aquí arriba, ya no quedaba nadie. Mircella y su madre habían sido enviadas a otro lugar. Lejos de la familia Ferragni.

Un pequeño cuerpo chocó contra mí, bajé la vista y me puse en cuclillas para quedar a su nivel. Este niño me había robado el corazón en el primer momento que le vi. Me estaba ablandando con el paso de los días, y eso no me gustaba. En este negocio tenía que ser fuerte, pero ¿Quién no sucumbía ante la sonrisa de un niño?

— ¿Qué haces aquí arriba? —pregunto levantándome y bajando por las escaleras para que me siguiera.

—Buscarte. El tío Benja te estaba buscando —responde con una cantarina voz. Leonardo llevaba días con mimos, y para que mentir, eso significaba que lo estábamos haciendo bien.

— Ya me encontraste, colega.

Le pongo el puño para que lo choque, y él lo choca con una sonrisa pícara. En eso, se parecía mucho a mí.

Al bajar, me fijé en que Benja e Ivy no llevaban bolsas con ellos, y lo agradecí. Por nada del mundo quería que el pequeño las abriese y se encontrase con armas. Fabio salió del despacho y fruncí el ceño. Los celos se habían disipado hace tiempo, pero aún así, me molestaba que estuviese con Helena a solas. Le noté distraído desde estas navidades, no quiero pensar que es porque le pedí matrimonio a Helena. Aunque ella ya me había dejado claro, que no se hablaría del tema hasta que todo esto se solucionase.

Fabio alzó la cabeza y me miró, mientras se acercaba a mí.

— Estuve hablando con Riccardo ahora, iremos todos en un mismo grupo. La guía nos espera a las tres de la tarde, así que tenemos una hora y poco de margen, hay que llegar hasta el Vaticano y hacer la cola como todo el mundo. Si tu tía está ahí, lo más seguro es que esté en una de las salas de restauración, ahí suele haber más oxígeno que en las demás.

Si está en esas salas, tenemos un poco más de margen de tiempo. El oxígeno allí es más puro.

Helena salió de la cocina y fruncí el ceño. Pensé que estaba dentro con sus padres.

— Faltas tú por cambiarte Helena. No vas vestida de turista —dice Ivy sonriendo a su amiga.

— A eso iba ahora.

Helena se acercó a mí y me guiñó un ojo. Subió de dos en dos las escaleras y desapareció en la planta de arriba.

— Leo — escucho que me llama la madre se Helena.

Lealtad (Crónicas de la mafia #2)Where stories live. Discover now