Capítulo 25

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HELENA

Con un niño en casa las cosas tenían que cambiar. Comenzamos con el desayuno, todos bajábamos según nos despertábamos y desayunábamos en la gran cocina. Agatha preparó bizcocho de chocolate, creo que ahora ya no lo hacía por mí, sino por el pequeño Leonardo. Cuando entré en la cocina vi a mis dos chicos riendo. El pequeño llevaba un pijama de Los Vengadores, que mi madre o Valentina, le habían comprado recientemente.

— ¡Helena! —me llama emocionado. — Hoy voy a conocer Roma ¿verdad?

Si le volvía a decir que no, estaba segura que vería de nuevo su cara de decepción y no tenía pensado verla en mucho tiempo.

Sonreí y asentí.

— Claro, tan pronto termines el desayuno, nos vestimos y vamos de turismo —digo revolviéndole el pelo mientras paso por su lado y me sirvo leche con cacao.

— Pero voy yo contigo a vestirte —dice Leo guiñándole un ojo al pequeño.

Alcé una ceja y me senté enfrente de ellos mirándoles alegremente. Leo me mandó un beso por el aire y sonreí ante su afecto.

Hace seis días que me dio la gran sorpresa por Navidad. No me podía creer que hubiese comprado una casa para nosotros tres. Porque el pequeño estaría con nosotros siempre, no tenía pensado separarme de él. Aunque nuestros padres también querían vivir con el pequeño, tenerle aquí, era una auténtica alegría.

Intentábamos no hablar de nuestros problemas delante de él, pero era un niño muy listo y se daba cuenta que a veces estábamos tristes, y no entendía por qué. La mayor parte del tiempo estaba con Leo, o con nuestras madres, que en varias ocasiones nos lanzaron indirectas a Leo y a mí para que tuviésemos un hijo pronto. Pero ya les respondía, que el pequeño, ya era su primer nieto por nuestra parte.

Al terminar de desayunar, los tres recogimos los platos y los metimos en el lavavajillas, quería que desde pequeño, Leonardo tuviera una disciplina a la hora de limpiar. No quería que por ser un niño, dejase las tareas del hogar a un lado.

Mis dos hombres se despidieron de mi dándome un sonoro beso en la mejilla mientras subieron por las escaleras hasta la habitación de Leonardo.
Debería decorarla con urgencia. Un niño tenía que tener una habitación de niño. No una simple habitación de invitados.

Cogí el bolso de mi habitación y bajé a esperarles a la entrada de casa. Alguien llamó a la puerta y la abrí rápidamente.

Carlo sonrió al verme y me da dos besos. Siempre fue muy educado y atento conmigo.

— Buenos días, hoy os tocaba turismo con el niño ¿no? —pregunta sonriéndome.

—Si, todavía no sé por dónde empezar la verdad —respondo cerrando la puerta.

Él se queda pensando y se rasca el puente de la nariz.

— Empieza por el Coliseo, hablar con los de la entrada, deberían dejaros pasar si os ven a Leo y a ti.

— Eso tenía pensado, empezar por el Coliseo. Me apetece estar rodeada de gente que no tiene ni idea de quién somos Leo y yo — le digo riendo.

No mentía, ayer había ido a Via del Corso con Ivy para comprar un regalo y me sentí observada por los italianos. Aunque no fueran de Roma, sabían quién era.

Me giré al escuchar como mis chicos bajaban las escaleras llevando la misma ropa. Sonreí al verles así. Ambos llevaban unos vaqueros, unas botas Tirmberland marrones y una cazadora azul marino, con el mismo gorro marrón también. Estaban guapísimos.

Lealtad (Crónicas de la mafia #2)Where stories live. Discover now