Capítulo catorce

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Conversaciones extrañas, metidas de pata extraordinarias.

 ¿Por qué siempre abres la bocota?

Nathan.

Después de recordar todo lo sucedido ambos guardamos silencio. La tensión en la habitación puede sentirse en cada parte de mi cuerpo, o mejor dicho, en el de ella.

— ¡Voy a matarte!—dice Ana — ¡Tenías que comprar ese estúpido vino!

Eso dolió.

—Ya no importa —digo sin verla a los ojos —Debemos buscar una solución.

— ¡Te golpeare!—dice ignorando por completo mi sugerencia.

— ¡Estás loca! Recuerda que eres un chico, y no puedes golpear mujeres —Advierto antes de esquivar el puño que se dirige justo a mi rostro.

Se queda callada pensando por un momento. Evita mi mirada, esto es demasiado...todo se siente tan...irreal.

—Lo siento, creo que no sé cómo sobrellevar esto —señala su cuerpo y el mío.

—Tenemos que ir al centro comercial—digo. Es el único lugar en donde podemos encontrar una respuesta. Y a cómo van las cosas, cuando antes, mejor.

*******

¿Pero qué demonios sucede aquí? ¡¿Dónde está la maldita tienda!? Estamos afuera de un restaurante mexicano en donde tendría que estar la tienda The Museum.

Recorrimos tres veces el centro comercial con la esperanza de que la tienda estuviera en alguna otra parte, pero por más que buscamos no encontramos nada, el guardia al que le pregunte casi me hecha del lugar por considerarme "Una chica loca"

Agotamos nuestras opciones, después de compartir un par de palabras decidimos echarle un ojo al restaurante.

— ¿Tienen reservación? —pregunta una de las empleadas, lleva un menú entre sus brazos.

—No —digo, ella frunce el ceño —Tenemos unas preguntas que hacerle al dueño

—Me temo que ella no se encuentra ahora, pero dígame ¿en qué puedo ayudarle señorita? —dice con una sonrisa fingida.

Señorita. ¿Por qué diablos me llamó de esa manera?

Recuerda Nathan estas en el cuerpo de Ana.

Quiero saber hace cuánto tiempo abrieron este restaurante —pregunto.

—Llevo un mes trabajando aquí, pero por lo que comentan mis compañeros, este lugar lleva aquí cinco años—dice.

— ¡¿Qué!? —gritamos tan sorprendidos que llamamos la atención de los clientes.

— ¿Está todo bien?—pregunta, nos observa con cara de pocos amigos

—Todo bien, gracias por la información —Responde Ana.

Salimos del restaurante aún más confundidos ¿En dónde está la tienda de antigüedades? ¿Acaso estoy loco? Tanto Ana como yo entramos a ese lugar, sabía que algo raro sucedía, fuimos las únicas personas en entrar, y el poco tiempo que estuve ahí no vi a nadie más que a la mujer que me dio el vino. Me siento en una película de fantasía.

Y no quiero ser uno de los actores protagonistas.

—Se acabó —digo.

Ana luce igual de perdida y decepcionada.

Una Apuesta. Un Ganador©Where stories live. Discover now