Capítulo dos

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Prefiero cortarme la mano

No voy a jugar tu juego

Pienso en una solución rápida como darle un golpe, tal vez decir unos cuantos insultos, o pedir ayuda.

— ¿Qué te has creído idiota?

—Deja de llamarme idiota, mi nombre es Nathan.

Se acerca, y me hace estremecer con su presencia. El imbécil, sonríe como si nada en la vida.

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Podía escuchar los gritos de los jugadores del equipo, también los murmullos de chicas que admiraban al chico que tenía mi muñeca atada a la de él.

Estoy furiosa y debo admitir que soy agresiva. Así pues, mi rodilla impacta en la entrepierna del capitán.

Eso provoco que resultará en el suelo, colocando su mano izquierda justo en donde sentía dolor.

Debo agradecer que no fue la derecha.

El impacto de él también me afectó, ya que su peso hizo que cayera al suelo.

El chico está de rodillas, aprovecho para hacer un movimiento rápido y busco la llave en las bolsas traseras del su pantalón.

No tardó en notarlo, me sujetó de la muñeca y me puso de pie junto con él. Cuando estamos de pie, me empuja la muñeca bruscamente haciendo que retroceda un paso hacia atras. Tiene la mirada encendida y el puño de su izquierda apretado. Su respiración asusta, parece un león queriendo devorarse a su presa.

Y creo que su presa en este instante soy yo.

—Buen intento.

Sus ojos juguetones me miran, y no creo que precisamente quieran jugar, son los de un gato que quieren torturar a su ratón, para cuando esté agonizando, darle el tiro de gracia.

— ¡Te exijo que me sueltes!

Se pasa la lengua por los labios y traga saliva. Me está intimidando, pero no debo dejar que lo note, no me puedo dar el lujo de verme débil frente a él.

—Vamos hacer un trato solo porque me agradas.

—¿Trato?

Voltee a ver a Valeria que con unas señales de mano me indicó que no era buena idea. Quién sabe que caray querrá el tipito.

—La llave no está en mis bolsas traseras.

Cuidado no me doy cuenta

—Más bien está aquí... —observo como toma entre sus dedos la llave que saca de sus bolsas delanteras—Es toda tuya sólo tienes que venir por ella.

El arrogante toma la llave y la pone entre sus labios, se lo que significa eso y por nada del mundo hare tal cosa.

—Pásame un cuchillo —le dije a Valeria quién me miró asustada—No te preocupes lo usaré para cortarme el brazo.

Aún tenemos toda la atención de la cafetería.

—Vamos es fácil —me reta colocando las llaves nuevamente en sus labios.

— ¡Apuesto 20 euros a que no puede recuperar esa llave!

— ¡Pongo 30!

Busco, automáticamente la fuente de esas dos voces, son de una mesa a cierta distancia y por supuesto, son compañeros del intento de idiota que tengo en frente, ya que tienen la chaqueta que los distingue del resto.

Una Apuesta. Un Ganador©Where stories live. Discover now