Diario de una gótica (parte 2):
Valery y Marcus ya no están juntos, ahora sus vidas han cambiado por completo, ya no son aquellos jóvenes que vivían su amor intensamente y sin pensar en el mañana.
Ella ahora es una prestigiosa abogada y su cometido...
Anoche no paré de dar vueltas y todo por culpa de aquel estúpido beso. ¿Por qué coño tuvo que besarme? ¿No le bastaba con torturarme con su sola presencia, también tenía que besarme para que mi cabeza terminase de enredarse en los recuerdos del pasado?
—Maldito seas, Marcus Mackenna —Dije contemplando mi reflejo en el espejo.
Hoy tenía varios asuntos que atender, en primer lugar viajaría de nuevo a California para recoger a mi hermana Nicky. Mi plan es darles un respiro a mis padres y así ver en primera fila lo mucho que ha cambiado el monstruito.
Me he puesto un vestido azul pastel, con tacones a juego, como complemento un pequeño bolso blanco y unas gafas de sol grandes. Mi pelo lo dejo suelto, siempre me lo ato en una coleta alta o directamente me hago un moño pero esta vez, he decidido dejarlo libre. Sin embargo me peino la parte inferior para que tenga unas ondas ligeras pero destacables.
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Una vez lista, reviso que todo esté en orden y le pongo la correa a Dante, quien menea su rabo con alegría. Llevo una pequeña maleta y algunas cosas para Dante, ya que seguramente mi madre insista en que cene allí y me quede a dormir.
Estoy recogiendo mi billete en el aeropuerto cuando mi móvil empieza a sonar, al desbloquear la pantalla me doy cuenta de que no reconozco el número y pensando que puede ser algo importante, responde con rapidez:
—Valery Prescott, ¿en qué puedo ayudarle? —Respondo con profesionalidad.
—Bueno, para empezar me podrías decir dónde cojones estás porque llevo un buen rato esperándote en tu despacho —Dice una voz ronca desde la otra línea.
— ¿Marcus? ¿Eres tú? —Preguntó confundida. La verdad es que nunca llegamos a darnos los números, de modo que es muy probable que sea él.
—Vale, vale, no te enfades. Ahora mismo estoy en el aeropuerto, voy a California a echarles una mano a mis padres —Le contesté mientras subía por las escaleras mecánicas.
— ¿Echarles una mano? ¿Con qué exactamente? — Preguntó algo más relajado.
—Con Nicky. Han estado teniendo muchos problemas con ella y creo que yo puedo serles de gran ayuda. Vendrá conmigo a Nueva York y luego veremos qué pasa —Le expliqué suspirando y rodando los ojos. No necesito ser adivina para saber que mi hermana no me pondrá las cosas fáciles, pero no pienso rendirme con ella.
