Postres III (Sterek)

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Stiles estaba sentado fuera del loft, arrebujado en una de las sillas leyendo, tapado por una fina manta y con las gafas casi en la punta de la nariz.
Se las volvió a subir, pero en pocos minutos volverían a escurrirse mientras pasaba las páginas de su libro.

Derek chistó. A nadie más se le ocurriría salir a la calle en manga corta y con una mantita cuando estaban a tres grados.
El jardín estaba pintado de blanco, la noche anterior había nevado y la baja temperatura conseguía que la nieve no se derritiera.

Por allá al fondo, Scott y Liam estaban teniendo una lucha bolas de nieve. En realidad Liam había salido a hacer un muñeco, pero Scott lo había destrozado lanzando bolas de nieve. Lydia intentaba hacer de árbitro, pero al final había caído enzarzado en una pelea con los demás.
Derek arrugó la nariz cuando vio que Lydia se quitaba el abrigo y lo tiraba al suelo, agarrando a sus dos amigos, cada uno bajo un brazo.

—Están todos locos —dijo en alto justo antes de dejar un helado de dos copas, decorado con barquillo y sirope en la mesa cerca de Hyoga—. Toma.

Stiles sonrió sin quitarle la vista al libro. Cuando terminó la frase que estaba leyendo le miró a él.

—Es divertido —contestó Stiles—. ¿Para ti?

Stiles ladeó la cabeza, sorprendido de que Derek quisiera comer algo frío en pleno invierno.

—No idiota, para ti. —confesó él, acercándole la copa de helado.

Stiles se sorprendió un poco, pero no le hizo ascos al regalo, dando una buena cucharada antes de paladearlo.

—Hmn... galleta.

Se quedaron ahí, hablando de forma suave, mirando en la distancia como los otros tres seguían con sus juegos, esquivando alguna bola de nieve perdida que otra.
Stiles había dejado de lado su libro y se reía suavemente mientras Derek y él compartían anécdotas, hasta que algo chocó contra su cuchara y el sonido que hizo no se parecía al del cristal de la copa.

—¿Qué es esto? —preguntó mientras sacaba el objeto.

Era redondo, pequeño, parecía hueco por dentro. Stiles se lo llevó a la boca para limpiarlo y antes de sacarlo de allí ya creía saber que era.
Vio el anillo entre sus dedos y sus labios temblaron.

—¿Derek? —preguntó.

Cuando sus ojos se desviaron del anillo a la cara de su novio lo vio sonriendo. Era una sonrisa ladina, confiada. Y en su pecho, el corazón de Stiles saltó de alegría.

Derek no tuvo que hacer la pregunta, Stiles ya le estaba gritando que sí antes de hacerla.  


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