Dulce de Leche

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Estaban los chicos apiñados entorno al bote que, sobre la mesa, era contemplado como si de alguna reliquia ancestral, merecedora de tan prodigiosa atención, se tratara. Liam tenía la cuchara en la mano y la potestad sobre el presente; después de todo el correo había llegado a su nombre.


—¿Cómo dijiste que se llamaba, Liam? —consultó Stiles en un murmullo, incómodo por desubicarse al quebrar ese mítico silencio.

—Dulce de leche. —Lo cierto es que ese mejunje de contextura extraña era conocido por varios nombres, pero como su maestro lo había llamado así en la carta que acompañaba su regalo, así sería reconocido por los cinco jóvenes.

—Parece... mierda —espetó Derek con tan poco tacto que los demas chicos entornaron los ojos.

—Así menos ganas nos va a dar de probar —se quejó Scott. El mayor alzó un hombro como todo gamberro y de inmediato tomó distancia del cubilete sin darle más interés del que se merecía.

—Ya... si nadie piensa sacrificarse, lo haré yo. —Stiles, siempre tan mártir, le arrebató la cuchara a Liam y la hundió en la crema desconocida.

Todos aguardaron expectantes por el veredicto del joven. El tiempo que le tomó llevar la cuchara a la boca, plantar cara de orgasmo y robarse el bote, fueron segundos decisivos. Para algunos ocurrió como en cámara lenta, para otros fue cuestión de un suspiro.

—Déjame probar —exigió Liam, pero Stiles tenía el bote contra el pecho, defendiéndolo como si ese simple bote fuera un tesoro antiguo.

—No seas así, Stiles, es un regalo de Liam —recriminó Scott cercándolo por el otro costado. Isaac, más inteligente, había ido a la cocina en busca de una cuchara. No le importaba el bote, sino el contenido; así que hundió la cuchara contra la entera voluntad de Stiles robándose un considerable trozo que Stiles reclamó con ahínco.

—Es delicioso —sentenció el ruloso y eso fue suficiente para que el Scott y Liam se le fueran al humo a un divertido Stiles que corría por toda la casa riendo y tratando de comer más rápido para así acabarlo.

Era su "precioso" y no pensaba soltarlo, no fuera a ser cosa que cayera en las manos equivocadas. En su correría en pos de escapar de los otros dos, se encontró con Derek en el pasillo que daba a la biblioteca y le cerró el paso.

—¿Quieres probar? —ofreció, porque la guerra que estaba llevando a cabo solo involucraba a los otros tres quienes ya habían probado, pero en cambio el mayor no. Derek levantó el labio superior en un gesto de asco y apartó con desprecio el bote que su compañero le ofrecía con tanta amabilidad.

—Quítame esa mierda de la vista, me revuelve el estómago el solo verlo.

—Pero si es rico... se ve feo, pero es dulce y...

—No me gustan las cosas dulces.

—Te vendría bien para endulzarte un poco, eres un amargo —refunfuñó, aunque estaba acostumbrado al hosco temperamento del mayor, le fastidiaba que no aceptara su muestra de cortesía. ¡¿No comprendía que le estaba ofreciendo parte del preciado botín que custodiaba de todos los demás?!

Sin esperar réplica alguna, Stiles le metió la cuchara en la boca de una manera tan prepotente que Derek no tuvo más opciones que degustar ese manjar. Alejó a Stiles de un empujón, maldiciéndolo en todos los idiomas que conocía, mientras lo veía reír por su estupidez, con la cara embarrada de dulce de leche, pegajoso, como en sí solía ser Stiles.

—¡Stiles, cómo me vas a meter una cuchara llena de tu asquerosa baba en la boca! —Se la limpió sintiéndola pegajosa— ¡Eres un Idiota!

—¡Viste qué rico!

—Es horrible —espetó; no pensaba reconocerle que sí, era una delicia.

—Mejor, más para mí. —Alzó un hombro y dio la vuelta para irse por el pasillo cuando escuchó que los otros se acercaban.

Cuando se vio solo, Derek sonrió. Desde que Stiles había decidido dejar su casa para irse a vivir con el en el loft, todo había cambiado en ese lugar y en su vida. Que si permanecía allí más tiempo del que solía, se debía a Stiles, Stiles era un incordio, una interferencia constante en su vida, la piedra en sus zapatos que no lo dejaba caminar para marcharse de ese lugar.

La lucha titánica por el bote de dulce de leche siguió su curso, pero Derek se mantuvo ajeno a ello. Recién a la noche se percató de que algo no andaba bien. Había demasiado silencio en la sala a la hora de la cena.

—¿Y Stiles? ¿No va a comer?

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