Después de la Zumba

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Una gota de sudor rodó por su espalda hasta llegar donde esta pierde su noble nombre. Seguida de muchas más que iban brotando, igual que hierba tierna, sobre su piel encendida. Esa piel tostada, sembrada de cicatrices y quemaduras mal curadas. Esa piel en la que ahora se clavaban con desesperación dos manos ansiosas, pálidas, añadiendo su propio toque a su collage de viejas heridas.

Una torpe exclamación se escapó de sus labios. Estaba empezando a darse cuenta de que dejaba de ser dueño de sí mismo. De que se estaba quedando allí, en pedacitos, sobre aquel castaño arrogante que conocía las mil y una maneras de sacarle de quicio. Aquel que gemía obsceno mientras se apoderaba de él.

—Muérdeme...

—¿Qué... qué? —Susurró como pudo contra el cuello de Stiles, intentando apoderarse de esa esencia que conseguía hacer de él un mero esclavo.

—¡Muérdeme, Derek, joder!

Sonrió un poco entre jadeos al notar la nota de súplica en esa orden. A Stiles le gustaba mucho mandar, pero en realidad Derek sabía que lo que quería era ser arrojado sin cuidado contra cualquier superficie que fuera capaz de soportarles a ambos bailando. Oh, sí, Derek lo sabía a la perfección. Y le encantaba.

—¿Por qué será que siempre terminamos así? —Susurró contra la sensible piel del oído de Stiles mientras disfrutaba todo lo que podía del temblor de este bajo él. Justo después hincó sus dientes, tal y como su dueño le había pedido que hiciera.

Stiles gritó su nombre y Derek sintió como la tensión le vencía por fin y le arrastraba lejos de su cuerpo, matándole solo con ese grito de Stiles. Muriendo al mismo tiempo que este.

Las agitadas respiraciones aun llenaban la diminuta habitación llena de trastos, empañando los cristales que mojaba la lluvia helada al otro lado, cuando Derek se incorporó para marcharse.

—Vete corriendo. —Pinchó Stiles, sonriente, sabiendo que aunque fuera Derek quien parecía tener el control, este le pertenecía. —Cobarde.

—No me busques, Stiles... —Gruñó Derek poniéndose los pantalones de manera apresurada. —Que me encuentras.

—Me encanta encontrarte, Sourwolf. —Rió Stiles estirándose todo lo largo que era sobre la cama, cual felino, gloriosamente desnudo. Derek le miró de reojo. —Pero hablas demasiado.

—No sé qué cojones quieres decir con eso, cabrón. —Increpó Derek, sintiendo como la ira comenzaba a recorrer los rincones más relajados de su cuerpo, vigorizándole como solo eso podía. Como solo Stiles era capaz de hacer. —Pero me estás obligando a meterte tu preciosa lengua por el c...

—Perro que ladra, no muerde.

Derek se quedó paralizado. Stiles estaba tumbado de lado sobre la cama, mirándole con esa sonrisa ladeada en su rostro perfecto, malvada, mirándole desafiante. Derek sintió la turbación apoderándose de él y un bochornoso sonrojo cubriendo sus mejillas.

—¡Cállate! —Le gritó antes de salir de la habitación dando un fuerte portazo. Las carcajadas de Stiles le persiguieron hasta que se encerró en su propio cuarto y apoyó la cabeza en la hoja de madera de la puerta.  


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