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Se levantó, no sin esfuerzo y buscó a Annabelle. Necesitaba hablar con ella. Por primera vez en su vida, necesitaba sincerarse con alguien, hablar de su pasado para intentar borrar la angustia que se estaba instalando en su corazón. Una angustia que la había acompañado en su huída a los diez años.

-Belle - se acercó a ella - ¿Podemos hablar?

Se alejaron de todos hacia un lugar más seguro. La preocupación asomaba al rostro de su amiga. Estaba segura de que su cara no tendría mejor aspecto.

-Caelan, me ha pedido que lo vea luchar.

-¿Te preguntó algo sobre el Jinete Negro?

-No hizo falta. Sospecha que soy yo pero no quiere creerlo. Si no acudo a la pelea, sabrá que estaba en lo cierto - su voz sonó estrangulada por el miedo.

-No te sientes capaz de verlo sufrir - ella la comprendía - Para mí tampoco fue fácil. Siento el deseo irrefrenable de ir a cuidar de Bryce pero no puedo.

-Belle, lo siento. Lo estás pasando peor que yo y...

-Tranquila, las amigas se apoyan en todo. Tú estás haciendo algo por mí que jamás podré pagarte. Sea cual sea el resultado, estaré en deuda contigo siempre - le apretó las manos suavemente - Debes ir para mantener la mentira pero no te obligaré a hacerlo. Ver las heridas en el hombre al que amas es... te hace sentir...

-Vulnerable - terminó por ella - Tan vulnerable como me sentí durante los primeros diez años de mi vida, Belle. Conozco bien ese sentimiento.

-No es necesario que me lo cuentes, si no quieres.

-Pero es que quiero. Ahora quiero - vio cómo su amiga asentía y continuó - Mi padre es Fearghas Quigley.

-¡El exterminador de ingleses! - ahogó su grito con las manos.

-El mismo. Un hombre cruel y nacido para la destrucción. Sólo su odio hacia los ingleses es superado por su sed de sangre. Tiene tres hijos tan bárbaros como él, como todo el mundo sabe. Yo nací más tarde, cuando ya nadie esperaba que mi madre pudiese tener hijos. La decepción de mi padre por haberle dado una hija tan diminuta acabó por partir el corazón de mi madre. Estoy convencida de que murió de pena.

-Lo siento, Cata.

-Mi padre no es un hombre sensible. Eso es evidente - continuó cómo si no la hubiese oído - Al morir mi madre, se encargó de mi educación del mismo modo que había hecho con mis hermanos, con la diferencia de que mi cuerpo no tenía ni la constitución ni la resistencia del suyo. Creí que me mataría en más de una ocasión. Tú misma has visto el resultado de sus métodos. Con cuatro años, ya era capaz de disparar con un arco con la misma naturalidad con que me vestía o me peinaba. A los seis, blandía una demasiado pesada espada, cosa difícil con un cuerpo tan menudo que se negaba a fortalecer los músculos. Era una continua frustración para mi padre y su manera de liberarse de la decepción era golpearme una y otra vez. Poco podía yo hacer para impedirlo. Defiéndete, niña. Podía notar su ira en esas dos simples palabras y cada vez que las pronunciaba, me encogía de miedo sabiendo lo que anticipaban. Jamás me sentí tan vulnerable en mi vida. Soy pequeña, lo sé, pero en casa de mi padre me sentía menos que eso. Me sentía invisible. Excepto cuando se ensañaba conmigo. Vivía en perpetuo estado de puro terror.

Annabelle la abrazó, deteniendo por un momento el relato. Estaba tan horrorizada que no podía hablar pero sentía que debía demostrarle a Catriona que ya estaba fuera de peligro. Que ella jamás permitiría que aquello volviese a suceder.

-El día que conocí a Dìleas, me había escapado de casa. Tenía seis años. Mi padre había sido especialmente cruel conmigo esa misma mañana. Si no se hubiese interpuesto en mi camino, habría muerto despeñada en el acantilado. Dìleas me salvó la vida. No sólo aquel día, si no el resto de ellos. Tratar de ganarme su confianza me daba fuerzas para soportar cualquier cosa que mi padre decidiese imponerme cada día. Cuando me permitió montar sobre él, estaba tan orgullosa que quise correr a enseñárselo a mi padre. Fue un maldito error. Intentó capturar a Dìleas para domarlo. Es un gran caballo. Apenas logré que escapase de sus garras pero lo hice. Y me gané la mayor paliza que había recibido hasta entonces. Permanecí dos semanas postrada en la cama, sin nadie que me cuidara. Mantuve a Dìleas oculto de mi padre durante los dos siguientes años pero sabía que su deseo de apoderarse de él no había menguado. Debí ser más cuidadosa, asegurarme de que no me seguía. Lo hizo, descubrió dónde estaba escondido y le tendió una trampa. Dìleas es un caballo inteligente - sonrió al pensar en él - logró huir, con algo de ayuda de mi parte, por lo que mi padre descargó su ira sobre mí. Creí que esa vez me mataría de verdad. Díleas me salvó de nuevo y huí.

-Y yo te encontré - concluyó Annabelle.

-Y tú me salvaste - le sonrió.

-¿Por qué me lo cuentas ahora?

-Porque pensar en que le pueda pasar algo a Caelan me hace sentir tan vulnerable como en mi infancia y no me gusta. No podía callarlo por más tiempo. Necesitaba liberar el miedo para poder enfrentarme a...

-No hace falta que digas más. Te entiendo. Al menos la parte en que sufres por el hombre al que amas - la miró angustiada - Lo de tu padre... yo no soportaría que mi padre fuese así. No habría aguantado tanto como tú. Eres una mujer valiente, Cata y si hubiese sabido esto antes, probablemente no te hubiera pedido que me ayudases.

-Lo sé y por eso mi lealtad está contigo, Belle. No hay nada que no haga por ti, por tu felicidad. Tú me diste la oportunidad de conocer el lado bueno de las personas. Cuando te vi por primera vez estaba tan asustada que apenas logré contenerme para no atacarte. En realidad lo hice - sonrió con pesar - Pero con tu persistencia y la dulzura que había en tus ojos me convenciste para confiar en ti. Y no me arrepiento de haberlo hecho, como tampoco me arrepiento de ayudarte en esto, aunque ahora me encuentre en una situación que no me gusta. Lo habría vuelto a hacer sin dudarlo. Por ti.

-Cata - la abrazó - Te juro que no permitiré que sufras más.

-No puedes jurar eso, Belle. Nadie puede evitar el sufrimiento de otro, por más que quiera.

-Pues yo lo haré - la obstinación brilló en sus ojos.

-Tenemos que irnos ya. La prueba está a punto de empezar.

-¡Oh, Cata! - la abrazó de nuevo.

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