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Maldijo de nuevo golpeando una piedra con el pie. Aquella pequeña sirvienta lo había enfurecido de veras. Lo había acusado de sentir celos. De Bryce Garrad, nada menos. Cierto que el hombre tenía éxito entre las mujeres pero no había punto de comparación con él.

Otra maldición se coló en su mente cuando sintió el tenso latir de su entrepierna. La deseaba. Esa era la única verdad. La deseaba como nunca había deseado a ninguna otra. Y por más que lo intentase, no podía arrancarla de sus pensamientos.

La veía al doblar una esquina, caminando entre el gentío, hablando con algún hombre que no era él, riendo con las gracias que otros le regalaban. Sus insondables y misteriosos ojos lo atormentaban en sus sueños, sus prodigiosas curvas le provocaban erecciones en los momentos más inesperados. No podía pensar con claridad cuando ella estaba cerca. La presentía incluso antes de que sus ojos la localizasen.

Aquella noche había oído su risa mucho antes de encontrarla bailando con aquel muchacho que la miraba con devoción. Y con algo más, posesividad. No era más que un crío pero su forma de mirarla le decía que eso no lo detendría. Los siguió con atención, oculto entre la gente. Estaban hablando y riendo.

Cuando el muchacho se acercó a ella más de lo necesario para susurrarle al oído, sus puños se cerraron con fuerza. ¿Acaso ella no veía lo que el muchacho intentaba hacer? ¿No era consciente de lo que provocaba en los hombres? Debía saberlo puesto que cubría su hermoso cuerpo bajo aquellos insulsos vestidos sin forma.

Se había soltado la trenza y su pelo danzaba tras ella rozando los brazos del joven, para deleite de éste. Descubrió una mirada de cariño en sus ojos verdes mientras le hablaba y el brillo de la esperanza en los de él al responderle. Y aunque decidió que ella no lo estaba alentando, se sintió irritado de que siguiese entre sus brazos como si nada.

Cuando se acercó a ellos su única intención era separarlos. Sólo para bailar y tal vez fastidiar al muchacho. Pero las continuas provocaciones de ella lo encendieron por dentro y dejó de pensar. Simplemente actuó. La llevó lejos de miradas indiscretas y la invistió con su boca.

Devoró sus carnosos labios hasta que se inflamaron bajo los suyos. Mordisqueó y chupó mientras la apretaba hacia él para sentir aquel bendito cuerpo rozándose con el suyo. Era la esencia del pecado mismo. Poseerla debía ser como entrar en el cielo y descender luego a los infiernos. Estaba encendido y podía sentir el calor en ella también. Tan tentadora entre sus brazos, tan entregada. Había respondido a sus besos. Lo sabía.

Pero luego lo miró de aquella forma, tan fría y dura. Jamás me tendréis, había dicho. Todo su cuerpo rugió con irritación e impotencia. Aquella impresionante mujer se había atrevido a negarle lo que él deseaba más que nada. Quiso borrar con sus besos todo recuerdo de aquellas palabras pero no pudo hacer otra cosa que marcharse lejos.

Nunca había tomado por la fuerza lo que podía ser entregado por voluntad y no empezaría con ella. Un día, aquella beldad suplicaría por tenerlo en su lecho. Entonces, él le recordaría sus frías palabras, antes de hacerla enloquecer de placer. Un día, rugió.

-Parecéis de mal humor - las palabras de Bryce sólo lo enfurecieron más. Le hubiera gustado contestarle con algún comentario sarcástico o simplemente estamparle un puño en su bello rostro pero sólo consiguió gruñir de nuevo. Por Dios que aquella mujer lo atontaba hasta lo indecible.

Se acercó a una de las mesas donde todavía quedaban algunas bebidas y tomó en sus manos la primera que encontró. Se la bebió de un trago. Whisky escocés. Muy apropiado, pensó. La muchacha era escocesa. Una punzada de deseo palpitó en él al recordarla. Llenó su copa de nuevo y bebió con rabia.

Su mirada cayó sobre un grupo de mujeres que cuchicheaban frente a él. Una de ellas atrajo su atención. Lo estaba observando sin ningún disimulo y él le sonrió con picardía. Si no podía tener aquella noche a la que deseaba, se conformaría con cualquier otra. Le guiñó un ojo y la muchacha se sonrojó placenteramente. Lo instó a mirar en dirección al bosque y luego se contoneó, tentándolo, hasta desaparecer tras los árboles. La siguió después de terminar su whisky.

La JustaWhere stories live. Discover now