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Se sentó en el banco donde debían esperar su turno y escondió la cabeza en sus brazos, apoyados a su vez en sus rodillas. Le temblaban las piernas pero intentó detenerlas antes de que alguien la viese. No había recibido ningún golpe pero estaba igualmente agotada. Aquella prueba estaba forzando su constitución al máximo y era sólo la primera ronda.

El sorteo se efectuó de nuevo, sólo con los nombres de los vencedores esta vez. No había demasiadas opciones. No quería pelear de nuevo con Bryce, por Annabelle. Alec la asustaba demasiado, la vencería tan sólo con su imponente figura y su mirada fría. Imposible echarlo fuera de la lona. Sólo quedaba Caelan. Y, aunque en un principio había esperado pelear con él, ya no estaba tan segura de ello ahora.

-Sir Bryce Garrad contra Sir Alec Eaton. Sir Caelan Fitzroy contra el Jinete Negro.

No podía negar que era la mejor de las opciones, aunque no lo desease. Trató de relajarse mientras esperaba su turno. Cerró los ojos por un momento pero el bullicio de la gente llamó su atención en seguida. Estaban gritando, emocionados por la pelea. Se obligó a abrir los ojos para descubrir qué los alteraba tanto.

Alec mantenía a Bryce entre sus garras, no podía llamar de otra forma a sus formidables manos y lo golpeaba sin contemplaciones. Estaba segura de que Bryce se habría caído ya al suelo si Alec no lo estuviese sujetando tan firmemente. Por Dios, pensó, lo va a matar. Se levantó dispuesta a intervenir pero la mano de Caelan la detuvo.

-Será mejor que no lo hagáis.

-Lo matará - gritó con voz desgarrada. Al menos no podría reconocer su voz.

-Se detendrá antes.

Parecía muy seguro de aquello. Observó de nuevo a los dos hombres y sintió ganas de vomitar. La hermosa cara de Bryce estaba llena de sangre. Miró en dirección a su amiga y la vio totalmente pálida, sujeta con fuerza a su silla. Mantenía la mandíbula apretada para no gritar. Quiso ir con ella, consolarla. Se sentía impotente.

Volvió a sentarse pero se levantó al momento, no podía quedarse quieta mientras veía cómo aquel loco golpeaba hasta la extenuación a Bryce. Avanzó un paso antes de detenerse. Luchaba contra sí misma.

-Se detendrá - le repitió Caelan.

Como diablos podía estar tan tranquilo. Se enfureció y deseó gritarle pero no podía. No debía. Se apartó de él, de la pelea. Apoyó su frente en un poste del que colgaban los estandartes de lord Dedrick. Cerró los ojos y apretó los puños, impotente. Inspiró profundamente, si no se tranquilizaba le estallaría la mandíbula. Deseó poder cerrar también los oídos.

-Vencedor, Sir Alec Eaton.

Un suspiro se escapó de sus labios al escuchar la voz del heraldo. Se giró hacia la lona y vio cómo Alec ayudaba a Bryce a sentarse en el banco. Pobre consuelo, pensó. Jamás entendería a los caballeros. Tan gentiles un momento, tan crueles al siguiente. Aunque debía admitir que sir Alec Eaton era cualquier cosa menos gentil.

Era su turno. Cuando vio a Caelan y recordó lo tranquilo que se había mantenido durante la brutal paliza, deseó hacérselo pagar muy caro. Estaba dispuesta a vencerlo sólo para reírse después en su cara, tan indignada estaba con él.

-Conmigo no será tan fácil, Jinete - le advirtió - No soy de los que se dejan arrastrar fuera.

Catriona realizó el mismo movimiento de manos que había empleado con Aaron para provocarlo. Puede que no fuese de esos pero ella conocía su punto débil y lo utilizaría en su propio beneficio.

En su primer intento, lo esquivó con facilidad. Preveía sus movimientos con bastante exactitud. Podría evitar sus golpes hasta encontrar la forma de empujarlo fuera. Se inició así un extraño baile entre ellos. Caelan amagando y ella moviéndose en torno a él. La grada permanecía en silencio, salvo algún que otro susurro cuando Caelan atacaba.

-¿Pretendéis vencerme por aburrimiento? - la provocó.

No le contestó, no lo haría. Simplemente repitió el movimiento de manos. Caelan rió y ella se mordió el labio para que sus piernas no flojearan.

Cuando Caelan volvió a atacar, la sorprendió con un giro inesperado justo después del primer golpe. No pudo prever aquella maniobra y recibió un certero golpe en las costillas. Se encogió de dolor y puso distancia entre ellos. Necesitaba encontrar aire para sus pulmones. Inspiró con fuerza y le dolió.

Caelan atacó de nuevo casi sin darle tiempo a reponerse. Aquella era su intención, cogerla desprevenida. Apenas logró girar sobre sí misma para esquivarlo. El movimiento le provocó nuevas oleadas de dolor ¿Cómo podía un simple golpe causarle semejante dolor? Observó las manos de Caelan y supo la respuesta.

-Ya no sois tan rápido, ¿eh? - la provocó de nuevo.

Se mordió el labio de nuevo y se obligó a indicarle con las manos que atacase de nuevo. No hablaría, no respondería a sus provocaciones. No porque no lo desease, sino porque no se sentía capaz de disimular su voz.

Lo esquivó de nuevo varias veces hasta regresar a su peculiar baile. La diversión en los ojos de Caelan la irritaba pero en ese momento no podía hacer otra cosa que evitarlo. No sería capaz de golpearlo con demasiada fuerza y no quería que él lo averiguase aunque estaba segura de que ya lo sabía. Bailaron aquella hipnótica danza por unos minutos más. Caelan empezaba a impacientarse y ella lo sabía.

-Acabemos con esto de una vez - le dijo justo antes de abalanzarse sobre ella.

Intentó escapar de él pero no fue lo bastante rápida. Sus fuertes brazos la sujetaron y la elevaron por el aire. Volvía a sentirse vulnerable y no le gustaba. Pataleó hasta que comprendió que era lo que él quería. Humillar al Jinete Negro.

-Podría descubriros el rostro si quisiese - la amenazó.

El miedo invadió su cuerpo y se removió furiosa. Logró liberar los brazos pero supo al instante que había sido un error. Sin nada que se interpusiese, sus pechos reposaban ahora sobre los brazos de Caelan. Estaban envueltos y aprisionados pero, por la rigidez que se apoderó de él, sabía que los había notado.

-¿Quién diablos sois? - gruñó.

Cuando levantó un brazo para quitarle el almófar, ella aprovechó para propinarle un fuerte cabezazo. Se mareó con el golpe pero logró su objetivo, desprenderse de su abrazo. Se separó de él pero supo que no podría continuar aquella pelea sin que Caelan intentase destaparle la cara. Fingió seguir mareada y retrocedió hacia el borde de la lona.

-Ni se os ocurra huir.

Pero huyó, definitivamente huyó. Ni siquiera se detuvo a comprobar si la seguía o no. A lo lejos oyó la voz del heraldo proclamando vencedor a Caelan y los gritos de la gente en protesta por haber terminado tan abruptamente el combate.

Se escondió en su tienda y lloró como no había hecho en años. Lloró por Annabelle, por Bryce y por ella, por el miedo a ser descubierta por Caelan y ver en sus ojos el rechazo. No podría soportarlo. Sería capaz de enfrentarse a cualquier cosa menos al desprecio de Caelan porque, muy a su pesar, comprendió que se había enamorado irremediablemente de él.

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