LVII

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Todavía no me ha visto.

Estoy a escasos metros de él, pero está demasiado ocupado intentando esquivar a los periodistas como para fijarse en mí.

Desenrollo las mangas de la camisa y vuelvo a ponerme la americana. Para cuando acabo, los ojos azules de Eros están sobre mí.

Se acerca lentamente, con movimientos elegantes, como los de una pantera. El traje azul marino y la corbata negra le hacen parecer sofisticado. Y no hablemos ya de su pelo castaño, sin rastro de canas, recogido en un tenso moño.

Es como si hubiese hecho un pacto con el diablo. Podrían pasar mil años, y él seguiría igual.

-Luca Apollo, dichosos los ojos -dice cuando llega a mí.

Sé que los periodistas enfocan ahora sus cámaras hacia mí. No es la primera vez que lo hacen, por lo que procuro sonreír. Me paso la mano por el pelo y le doy la mano a Eros, a modo de saludo.

Eros me analiza fríamente, aunque una sonrisa adorna sus delgados labios. Nuestras manos se unen y él me da un apretón más fuerte de la cuenta.

-Creía que a este paso no te vería nunca -exclama con un tono cantarín -. ¡Mírate! Estás hecho todo un hombre.

-Tú no estás todo lo viejo que me gustaría.

Una carcajada escapa entre sus labios. Para mi sorpresa, es natural, como si de verdad le hiciera gracia. Acaba con una pequeña tos.

-Tan gracioso como siempre, ¿verdad, hijo?

-¿Qué puedo decir? El humor ácido es parte de mi encanto natural.

-¿Y qué me dices de ser malo? -pregunta mientras se rasca la barba de tres días. Casi a la vez sus dos hombres se ponen en tensión -Te conozco como a la palma de mi mano. Has planeado algo.

-¿Yo? -pregunto señalándome, sin intentar resultar inocente -Mi único plan es acabar este juicio. Y después volver a casa.

Solo cuando frunce el ceño y unas pequeñas arrugas se forman en su frente, puedo notar que los años sí que le han pasado factura.

-Volver a casa, con Dafne y mis hijos.

Vuelve a sonreír. Pero esta vez es diferente. Esta es la sonrisa que me hacía temblar y cagarme de miedo. Y que hoy lo sigue haciendo.

-¿Ese es tu plan? ¿Secuestrar a mi hija y a mis nietos? ¿Qué te crees? ¿Que me declararé culpable o algo por el estilo?

Algo hace click en mi cabeza.

-Mientes -murmuro entre dientes -. Tú te los llevaste.

-Creía que teníamos un trato, hijo. Podemos ocultarnos la verdad, pero nunca mentirnos -hace un gesto rápido con la mano y el hombre de la derecha le pasa un paquete de chicles -. Además, ¿por qué iba a hacerlo?

Algo no iba bien. Una parte de mí gritaba que mentía, pero otra, la más racional, sabía que no lo hacía.

-¿Para que gane el caso?

-Oh, hijo. ¿Amenazar a Molly, Nem e incluso mi hija no es suficiente?

Un silencio surgió entre nosotros.

Si no había sido él, ¿entonces quién?

-Te contestaré yo mismo: no -el hombre de la derecha sacó del maletín que llevaba una carpeta negra -. Por eso hice esto.

El hombre me pasó la carpeta. Era gruesa y pesada.

Luca Apollo.

Eso ponía en la pestaña. No hacía falta que la abriera para saber lo que contenía. Toda mi mierda. Que era demasiada y lo suficientemente mala como para hacer que me temblaran las manos.

-No sé dónde está mi hija, solo sé que es demasiado inteligente para su bien -suelta un suspiro antes de seguir -. Fue un error mandarte a vigilarla. Debí suponer que os enamoraríais.

Demasiado inteligente para su bien.

Nadie se había llevado a Dafne. Ella sola se había marchado. Me había hecho creer que la habían secuestrado para...

No tardé ni un segundo en perdonarla. No solo entendía por qué lo había hecho, también se lo agradecía.

Porque gracias a ella iba a meter a Eros en la cárcel, cueste lo que cueste.

-Esto -digo alzando la carpeta -, no cambia nada. Me da igual caer con tal de que tú lo hagas conmigo.

Otp | ✓Where stories live. Discover now