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Leo los mensajes de Devon.

Vuelvo a leerlos una vez más.

Plan B. Plan B. Plan B.

El pasillo está en silencio, a excepción del ruido que hacen mis tacones. Los periodistas me observan desde el hall caminar de un lado hacia otro. Llevo diez minutos así, no puedo estar quieta.

Intento calmarme. Tengo que hacerlo. Las manos no me pueden temblar, mi voz debe de ser firme y mi forma de andar tiene que derrochar seguridad. De no ser así, estaré perdida. Seré un blanco fácil. Una presa. Y no solo para mi padre, también para todo el mundo.

Agarro los pomos de las puerta con ambas manos. Son suaves al tacto y eso, de alguna forma extraña, me reconforta.

Suelto un suspiro y empujo con todas mis fuerzas. Las pesadas puertas se abren, y la luz que las atraviesa me ciega por un momento.

El juzgado queda en silencio. En absoluto silencio. Resulta escalofriante, y ayuda bastante a que mi recién adquirida confianza huya espantada.

Todo el mundo se gira para mirarme. Público, jurado, juez, testigos, acusado, fiscalía y abogados. Están todos sentados, menos una persona.

Luca.

Mi corazón se dispara en cuanto le veo, con su traje negro y el pelo descolocado. Y no por ninguna mierda de sentimiento romantizado, no. Lo que siento es miedo.

Miedo por él. Por mí. Por los mellizos. Por nosotros.

Está inclinado junto al juez, como susurrándole algo, cuando nuestras miradas se cruzan. Tiene un brillo distinto en su mirada, como si toda clase de esperanza le hubiera abandonado. Pero eso parece cambiar en cuanto le sonrío.

Se siente una eternidad, pero en verdad solo tardamos unos segundos en hacer lo que tenemos que hacer.

Segundos en los que él comprende lo que pasa, se pone recto y se aleja del juez.

Segundos en los que empiezo a andar hacia el centro de la sala, a la vez que él hace el camino de vuelta hasta su sitio.

Segundos en los que, al cruzarnos, nuestras manos se rozan.

Segundos en los que sabemos que todo saldrá bien.

-Buenos días, señoría -digo con la que pretendo que sea mi voz más clara y la cabeza bien alta -. Siento interrumpir de tal forma, no era mi intención llegar tarde.

La mujer mayor que está sentada frente a mí se recuesta sobre su silla y sonríe.

-¿Y usted es?

-Mi nombre es Dafne Teller -contesto -. Soy una testigo llamada por la fiscalía. Vengo a declarar en contra de mi padre.

Otp | ✓Where stories live. Discover now