III

10.5K 913 216
                                    

Las puertas del ascensor se abrieron lentamente, pero no pude evitar salir a toda prisa, deseoso de dejar de escuchar la maldita música que sonaba en cada ascensor de Olimpo. Mientras me ponía la americana, revisé que lo llevaba todo.

Noté unos ojos que me miraban fijamente. Cuando alcé la mirada, vi que se trataba de Kira, la chica de recepción. Sus mejillas se volvieron rojas en el momento en el que se dio cuenta de que la había pillado.

En otra ocasión la habría sonreído de medio lado o la habría dicho lo guapa que estaba hoy. Porque Kira era guapa. Poseía unos rasgos asiáticos fuera de lo común y su pelo, negro como el azabache, llamaba muchísimo la atención. No, no la estaría mintiendo.

De hecho, no me gustaba hacerlo. O decía la verdad o me callaba.

Aunque esto no había sido así siempre. Como mi autoestima, ahora mucho más alta. Mis compañías, ahora mucho más sanas. Mi cartera, ahora mucho más llena. Mi familia, ahora mucho más feliz. O mi vida amorosa, ahora mucho más... fácil.

Suspiré y me despedí de Kira con un movimiento de cabeza. Ella movió tímidamente la mano, aun avergonzada.

-Hasta mañana, señor Apollo.

-Haces que me sienta viejo y solo tengo veinticuatro años, Kira -dije riendo -. Llámame Luca, por favor.

-Pues hasta mañana, Luca Apollo -contestó riendo también.

-Ten un buen día.

En cuanto salí de Olimpo me arrepentí de haberme puesto la americana, de que mi ropa fuese negra y de ir vestido.

Odiaba el verano. Con toda mi alma. En invierno todo era más fácil. Si tenías frío, te ponías más ropa. Pero, ¿qué hacías en verano? Llegaba un momento que no te podías quitar nada más y aun así seguías sintiendo que en cualquier momento te ibas derretir.

Además, el invierno me traía buenos recuerdos. Por otro lado, el verano no.

Mi coche estaba aparcado en la sombra. ¿Lo malo? Que también era negro. Y daba igual si estuviera en la sombra o no, parecía sacado del mismísimo infierno.

Bajé las ventanillas y me puse el cinturón con cuidado de no quemarme. En la radio sonaba una canción antigua. Creo que se llamaba Bad Reputation de Joan Lett. Canté a pleno pulmón mientras me metía en las endiabladas calles de Nueva York. La canción acabó y el locutor anunció que la siguiente sería I Don't Want to Miss a Thing de Aerosmith. Y ahí fue cuando lo di todo. Saqué mi lado más oscuro, el de fan loco. Y una vez que empezabas, no podías parar.

Un descapotable se paró a mi lado en un semáforo. Estaba cantando You Give Love a Bad Name de Bon Jovi cuando me di cuenta de que me miraban. Tanto chicos como chicas. No tendrían más de veinte años. Incluso apostaría a que deberían estar en el instituto. Pensé en todas las veces que me había saltado alguna clase cuando iba al instituto. Parecía mentira que hubieran pasado más de seis años.

Le guiñé el ojo al copiloto, un chico latino que me miró sorprendido. Las chicas parecían confundidas, pero no tardaron mucho en reír al ver la cara de su amigo. Aceleré mientras reía con ganas.

A medida que llegaba a la zona en la que vivía, el tráfico se fue disipando. Pronto me encontré mucho más relajado. Cuanto más solo estaba, más cómodo me encontraba.

Una moto verde me adelantó a una velocidad alarmante. Todo pasó muy rápido. Intentó tomar una curva muy pronunciada, pero la moto derrapó y el chico rodó por la carretera. Se quedó tumbado bocabajo, aun con el casco y la chaqueta de cuero.

Bajé del coche y corrí hacia él mientras sacaba el móvil de mi bolsillo. Las ruedas habían dejado marcas en la carretera y de la moto salía una hilera de inquietante humo. La calle estaba alarmantemente vacía.

-¿Estás bien? -grité, esperando que se levantara, se sacudiera los hombros y me dijera que sí.

-Está perfectamente -contestó una voz a mis espaldas.

Me giré de inmediato. Un hombre, de no más de treinta años, me miraba con una sonrisa en los labios. Le sacaba unos centímetros, pero en lo que a músculo respecta él me daba unas mil vueltas, más o menos. Sus ojos verdes brillaban con diversión.

-Creo que tenemos una cita -dijo mientras se pasaba la mano por el pelo, tan corto que cualquiera pensaría que era calvo.

Tragué en seco. Algo iba mal. Muy mal. Tenía que salir de ahí. Ya. Pero el hombre se encontraba entre el coche y yo. Estaba muy, pero que muy, jodido.

-¿De verdad? Yo creo que no -respondí con sorna -. No eres exactamente mi tipo.

-Teniendo en cuenta que le has guiñado el ojo a un chico, creía que eras más abierto de mente -susurró entre dientes mientras reía.

¿Me había estado siguiendo?

-Tú no eres mi tipo. No los tíos.

-Oh, sé cuáles son tus preferencias. Estoy al tanto de tu lista de romances. Es bastante larga, ¿no crees? -se llevó el puño a la boca, fingiendo estar conteniendo la risa - Aunque bueno, si ignoramos los líos pasajeros, solo hay tres chicas importantes.

Sentí algo que creía que no volvería a sentir nunca. Miedo. Las manos me temblaban y notaba la boca seca.

-Molly Duncan.

Pero ese miedo no tardó en convertirse en otra cosa.

-Némesis Chow.

Algo peor. Más oscuro. Algo que había dejado atrás hace años.

-Dafne Laurel Teller.

Ira.

-Qué pena que al final vayas a acabar solo, ¿eh?

-Si fuese una persona normal, esto debería sorprenderme. Pero no lo soy. Y sé que no soy buena gente o al menos no lo he sido durante mucho tiempo. Sea lo que sea que tengas conmigo, está bien. Me has pillado. No tengo escapatoria -dije alzando las manos -. Pero como te atrevas a poner alguna de tus sucias manos sobre ellas, te juro que haré de tu vida un infierno. Y solo ahí, cuando estés solo, muerto de miedo y hundido en la miseria, te dejaré elegir: suplicar por tu vida o dejar de vivirla.

Apreté los puños y, en respuesta, él sonrió de medio lado.

-Creo que nos vamos a llevar bien, Apollo. Bueno, miento -su rostro se oscureció -. Más te vale llevarte bien conmigo porque, de lo contrario, puedes acabar muy mal.

-No sabes con quién estás hablando -bufé -. ¿Has escuchado lo que te acabo de decir? Puede que el que acabe mal seas tú.

La sonrisa desapareció de su cara. Miró a un punto a mi espalda y, de pronto, pareció mucho más confiado, relajado.

-¿Tú crees? -preguntó irónicamente.

Pese a querer contestarle, no tuve oportunidad. Un golpe me tiró al suelo. Y todo se volvió negro.



Otp | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora