Su pene estaba completamente erecto, mis manos sudorosas las limpiaba con las sabanas, sus besos estaban ya en mi cuello, y sentía sus manos acomodar para no lastimarme. Era nuestra segunda vez juntos y fue tan especial, mucho más de lo que lo fue la primera vez. La primera penetración me llevó al cielo y me trajo de vuelta en un segundo, logrando humedecerme por completo, era inevitable no hacerlo tan rápido con un hombre como él. Los movimientos eran lentos pero constantes, que no hacían desaparecer nuestros gemidos, mis manos arrastró su boca hasta la mía; nuestras lenguas no paraban de jugar entre ellas. Luego de una media hora, sintió venirse, separándose de mí se fue directo a la cama, dejó que todo saliera en el condón, lo anudó y salió al baño.

—Solo falta un mes... para que llegues, te quiero ver, pero... Demórate en salir. —Estaba con sus ojos dirigidos a mi panza.

—¿Por qué dices eso?

—Olvídalo —Me dejó en silencio con sus labios. —Siempre recuerda que las amo... Estarán en mis pensamientos... Las amaré con todas las fuerzas de mi alma.

—¿Por qué me habas así? —Acaricie su mejilla con los nudillos de los dedos.

—No me hagas preguntas, que jamás podré responderte. —Sus manos sostenían mi cabeza, que dirigió en dirección de la suya; nuestras frentes se unieron, dejando nuestra vista unida con la del otro. —No te doy mi corazón; en él se guardan los rencores más fuertes, los odios más dramáticos, el corazón es un hoyo negro que guarda lo peor del ser humano, aunque allí nazcan los más hermosos sentimientos hacia otras personas, también está lo peor de él mismo. —Besé con fuerza sus labios, acaricié cada parte de su rostro, su mirada transmitía esa tristeza y alegría al mismo tiempo. Hoy estaba más confundida que cualquier otro momento, Leandro hablaba de una manera que nunca lo había oído jamás. Recosté la cabeza sobre su pecho desnudo y su mano acariciaba mi cabello hasta las puntas, donde jugaba con ellas.


(...)

La noche pasó sin ningún contra tiempo, Isa no se había levantado ni un segundo. El sol comenzaba aclarar la ciudad, acomodé una sábana blanca cubriendo mi cuerpo, caminé hasta la ventana de la habitación, corrí la delgada cortina, apoyé mi mano sobre el cristal transparente, el amanecer desde aquí se reflejaba a la perfección, ahora es cuando las preguntas invaden mis pensamientos y el silencio grita con desesperación en mi mente. No me muevo de allí, sigo en la misma posición, todo lo que Leandro me había dicho luego de haber hecho el amor vuelven como una bomba atómica que estalla y recorre todo hasta dónde puede llegar.

Un ave de un color rojizo en su cuerpo y su cabeza de un plumaje negro se reposa en el barandal del pequeño balcón, no intenté correr la ventana para querer atraparlo o detallarlo mejor solo me quedé mirándolo, se movió dándome la espalda, su cabeza estaba en el horizonte, un pequeño silbido atravesaba el cristal, Leandro se movió en la cama.

—Hermosa, ¿Qué haces tan temprano despierta? —Se sentó en la orilla del colchón, estregando sus ojos con los nudillos de las manos.

—Hola Leandro... Estoy pensando. —Volví la mirada al ave, pero esta ya no estaba allí.

—¿Y en qué piensas? —Sentí sus manos en mi cintura.

—En lo que me dijiste ayer. —Seguí contemplando la hermosa vista que se recreaba en mis pupilas.

—No medites en ellas. —Corrió mi cabello, para besar mi cuello.

—Más que lo que dijiste, lo que pienso es en la forma que me lo dijiste, esa forma en que hablabas ayer. Todo sonaba a una despedida.

—¿Despedida? —Me giró frente a él.

—Si... A eso parecía. —Agaché la mirada.

—¿Quieres que me vaya? —Sus manos dejaron de hacer contacto conmigo y lo vi dar un paso atrás

—¡Claro que no! —Y lo traje hasta mí. Me aferré a su cuerpo desnudo. —Déjame ser esa mujer que te vea despertar cada mañana. Esa chica que pueda usar tus playeras para dormir. La que te acomode la corbata para que vayas al trabajo. La que pueda compartir contigo una taza de café cada mañana. La que pueda besar con pasión tus labios. La que pueda disfrutar de la mejor sonrisa, de esa sonrisa que quita mis miedos. Solo quiero ser la chica que te ame por la eternidad. Quiero verte envejecer junto a mí. Quiero que nuestros hijos nos vean amarnos. Quiero que seas mi amor infinito. 





Contra CorrienteWhere stories live. Discover now