Capítulo 3

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De vuelta a la realidad

Esa sonrisa amplia que estaba dibujada sobre mi rostro, desde que decidí salir corriendo de la parada de bus junto con Leandro, se comenzaba a borrar cada vez que nos acercábamos más a mi casa.

El cielo se opacó de forma que la lluvia no tardó en caer sobre nosotros, así decidimos abarcar un taxi para evitar mojarnos. Las gotas se deslizaban sobre el cristal. Los vidrios húmedos me llevaron a mover mi dedo índice sobre él; dibujando como niños de escuela de primer grado, dos chicos tomados de la mano, un gran sol en lo alto del dibujo, en sus rostros grandes sonrisas y la chica, con un globo en su mano. Cuando el auto se detuvo frente a mi casa, pasé mi mano borrando todo rastro de felicidad sobre el dibujo.

Bajé del auto con desánimo. No quería volver a su cuento de hadas donde  la bella princesa volvía a ser una simple empleada, el carrusel se volvían ratones y una calabaza, mi vestido perfecto se volví un traje lleno de cuadros y mi cabello dejaba de ser libre y se volvía una trenza ajustada en la parte de atrás.

Su labios estampados en mi mejilla, hacían que las gotas que humedecían mí cuerpo no importaran. Rodeé su cintura con mis brazos.

—No quiero que esto acabe. —Susurré con mi cabeza reposada en su pecho.

—Fue la mejor tarde que he pasado. —Sentí sus manos acariciar de nuevo mi cabello-. Creo que debes entrar ya. —Retiramos nuestros cuerpos uno del otro.

—Nunca cambiaremos... —Abarcó de nuevo el auto.

No había colocado un pie dentro de ese castillo oscuro y negro, cuando sentí la mano de mi madre golpearme.

—¡No debiste hacer eso! —Gritó tirándome al suelo.

—Siento haberme ido así. —Limpié mis lágrimas, aún tirada en el suelo.

—¡Eso es lo que menos importa! ¡No debiste haber abrazado a ese chico! —Mi madre terminó de entrar a casa.

Lo que a ella menos le preocupaba era lo que me hubiese podido pasar en una ciudad que no conozco, lo que ella le interesaba era ese simple abrazo... Que al final no fue un simple abrazo, fue ese abrazo que me hizo viajar a la luna y besar las estrellas.

***

Estaba con una toalla alrededor de mi pecho y una enrollada sobre mi cabello, me senté en el orillo de mi cama, solté un suspiro y me tiré hacia atrás quedando tendida sobre mi cama, con esa sonrisa que se expandió sobre mi rostro, recordando la maravillosa tarde junto a él.

Giré mi cabeza y me encontré con mi ordenador. De nuevo tomé mi primera posición sobre la cama. Caminé algo curiosa hasta él. Cuando estuve de frente a la pantalla, apoyé mis manos sobre el respaldo de la silla, tomé una bocanada de aire y la llevé hasta atrás. Coloqué mi trasero en la silla, oprimí el botón de "encendiendo" en el ordenador, fui al ícono de internet y tecleé Facebook sobre la barra de Google dándome el acceso a mi red social.

Ahí estaba el ícono de mensajes con un par de números sobre él. Llevé mi apuntador hasta él y dando clic se desplegó hacia abajo el nombre de Leandro Hoold, con una sobra azul. Me llené de nervios y se me dibujó una sonrisa más grande aún.

La felicidad recorría de nuevo mi cuerpo. Era como los primeros meses cuando anhelaba sentarme frente a mi ordenador para poder chatear con él. Sacaba cualquier excusa a mis padres para que me permitieran usarlo. Admito que en un par de veces en las madrugadas lo encendí para ver si había algún mensaje de él; no vayan a pensar que con esto yo estaba enamorada de él. Para nada, me encantaba hablarle. Contarle mis cosas a un desconocido que se había ganado mi confianza. A todos nos pasa en algún momento, queremos más estar dentro de la red que compartir con esas personas que muchas veces no nos entienden. 

Mensaje de Leandro

"Hola pequeña... Gracias por este maravilloso día que me regalaste.

¿Sabes una cosa? ¿Recuerdas que alguna vez te dije que cuando estaba en la ciudad y tenía problemas en casa, salía y me sentaba en una parada de autobuses, solo para pensar y calmarme un poco? Pues esa era mi parada de autobuses. —Santa papaya, Leandro tenía hoy problemas y él solo se preocupó por mí. Comenzaba a sentirme mal, fui muy odiosa en no preguntarle por lo menos cómo se encontraba. Continué leyendo.  

Gracias porque me hiciste olvidar. Sin saber que tenía un problema gigantesco me ayudaste. Eres maravillosa. Recuerda que la libertad sin reglas es libertinaje. —Sonreí débil al leer esas palabras.  —Espero que alguna vez coincidamos de nuevo, que las estrellas se alineen para que este encuentro se repita. Pero claro, debe ser mejor que el de hoy. Aunque reconozco que puede ser difícil que algún día supere esto.  ¡Fue espectacular!"

Apagué de inmediato el ordenador porque escuché que alguien intentaba abrir la puerta de mi habitación. Me levanté del asiento y lo dejé como lo había encontrado.

—Señorita, quiero que te coloques tu pijama. —Mi madre revisaba mi armario para sacarme, supongo, una pijama.  —Te trenzarás el cabello. —Me tiró la pijama que menos me gusta sobre la cama.  — Apagarás las luces y te acostarás a dormir inmediatamente. —besó mi mejilla y salió.

Ella era así como lo pudieron notar, un mujer que se deja llevar por sus impulsos, que hace y deshace como mejor le convenga. Hace un rato me cacheteó por algo que para ella no está bien y ahora me besa y habla con algo de dulzura porque sabe que si no lo hace quizás yo pueda repetir la historia de hoy.

Ir contra corriente es la mejor experiencia. Saber que haces lo que te gusta hacer, así la sociedad te diga que no. La felicidad que se experimenta es la mejor. Esas mariposas revoloteando en tu estómago, la adrenalina de hacer algo más... Esa experiencia se debe de repetir.— Afirmaba con la cabeza mirándome al espejo.  Termine de trenzar mi cabello e hice como mi madre había ordenado. —Y esto es ir contra corriente. —Bufé.

***

Otra mañana más, todo tal como siempre, mi vida monótona. El desayuno, mi padre lee su periódico en la mesa, mi madre sirve en los platos, y yo tan solo me dedico a estar sentada adecuadamente para evitar algún llamado de atención.

Término el desayuno, lavo mis dientes, tomo mi bolso y me condujo  rumbo al instituto.

Pero hoy ese lugar es muy diferente, lo veo con más color, los chicos sonríen y me ven de diferente manera. Jamás había hablado con alguien aquí pero la chica nueva se atrevió hacerlo y es genial tener a alguien con quien hablar y reír aquí.

Solo me pregunto si me traerá problemas con mis padres hacer esto. Al fin y al cabo no le estoy haciendo daño a nadie. Cada quien toma sus decisiones y tiene que saber afrontar sus resultados. 



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Contra CorrienteOù les histoires vivent. Découvrez maintenant