Capítulo 25

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Solo quiero ser...


Isa estaba con su cabeza recostada en mis piernas mientras acariciaba mi abdomen en forma de pelota, estaba tan gigante que no había notado el cambio; los ojos de la pequeñita estaban a punto de cerrarse, la televisión hace mucho estaba hablando sola, pues ninguna de las tres estábamos prestando atención a Bob Esponja. Le hice una seña a Leandro que estaba tirado sobre la alfombra en medio de la sala de estar, tomó a la chiquita y la llevó a su habitación. La señora Briands, me había pedido de nuevo que cuidara de su hija por esta noche pues su pretendiente la había invitado a salir, tiene 8 meses saliendo y como todos lo sabíamos excepto ella, hoy le iba a pedir matrimonio y obviamente no me podía negar a cuidar a la pequeña.

Leandro apareció de nuevo en la sala de estar con su pecho descubierto, estaba tan marcado y no es que haga mucho ejercicio, pero lo trae a la perfección, sus jeans rotos en las rodillas, me daba la opción para que la imaginación volara sin ningún obstáculo, le sonreí ampliamente mientras ocupaba el lugar vacío en el sofá. Durante estos ocho meses que han pasado, Leandro no ha dejado de tocar mi vientre, me produce una ternura cada vez que lo veo que habla con la pequeña, los besos que plasma este.

Mis ojos se abren como platos cuando comienzo a notar que sus besos recorren cada parte de mi panza, sus manos levantan suavemente mi blusón blanco y sus labios comienzan a subir sutilmente hasta en medio de mis senos, no sé en qué momento me he dejado llevar, pero ya no traigo mi pijama, estoy en ropa interior sobre el sofá del apartamento de mi novio, nos besamos apasionadamente mientras que mis manos juegan y desordenan sus cabellos. No puedo dejar que me deje con este destello de querer hacerle el amor, así que mis manos olvidan su cabeza y bajas en medio de su espalda, notó que se mueve y tal vez hago que esto lo excite, mis dedos buscan la pretina de sus jeans pasando rápidamente a el botón que sujetaba y obstaculizaban a mis ojos, cuando logro dejarlo sin nada recuerdo que la pequeña últimamente se levanta a mitad de la noche y lo mejor es que nos encaminemos a la habitación. Sus manos me rodean por mi ancha cintura y sus labios están humedeciendo mi cuello. Suelto unos gemidos de placer.

Busco la perilla de la puerta y al girarla las velas en el suelo y los pétalos de rosas en todo el lugar que sobre la cama formaban un corazón, sonreí de felicidad y mis labios buscaron apresurados los suyos, me colgué a su cuello y aferré a él.

— Eres mi razón de ser eres lo que me obliga respirar, mi vida, mi voz, mi corazón, mi amor... Te amo Elizabeth — Con cada frase que iba diciendo sus besos se quedaban plasmados en mis labios.

—Yo tam...

—Shuuuu —Su dedo índice se reposo en mi boca, obstaculizando mis palabras. —No lo digas... No quiero que te veas obligada a hacerlo, solo dilo cuando tu corazón lo sienta de verdad, sé que la circunstancia, que este momento te impulsada o te obliga a decirlo, pero... Dilo cuando de verdad lo tengas que decir, cuando tu corazón te lo dicte, cuando tus pensamientos te liberen, cuando las emociones estén vivas... —Y allí estaba de nuevo, esa sonrisa que brillaba para mí.

Leandro entrelazó sus dedos con los míos, me dirigió a la habitación; nuestros labios estaban de nuevo juntos en un éxtasis de pasión, de pie sobre la orilla del colchón mis bragas fueron siendo deslizadas por hasta no sentirlas hacer más contacto con mi piel, mi sostén no apretaba mi busto, que con el embarazo habían crecido mucho más. Su mano se posó sobre mi espalda mientras me iba dirigiendo al colchón, haciendo contacto directo con los pétalos y mi piel, él se quitó su bóxer, sus labios jugaron de nuevo sobre mi erizada piel, mis manos acariciaban sus cabellos. Estaba llena de nervios, mi corazón latía con fuerza, aunque sabía que tener relaciones mientras estuviera en embarazo no le traía alguna consecuencia a la bebé.

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