Capítulo 23

139 21 9
                                    


Bajo el agua I



El cielo se ha oscurecido, las nubes negras han cubierto el cielo azul, los relámpagos comienzan a salir como flashes por toda la ciudad, capturando nuestros movimientos. Los truenos retumban nuestros oídos, las gotas no se demoran en humedecer nuestros cuerpos, no nos inmutamos por correr a buscar un lugar donde cubrirnos, no lo hacemos como todas las personas a nuestro alrededor, que corren queriéndose refugiar, otros tal vez habían escuchado al señor del clima en las noticias de la mañana, pues algunos sacan sus paraguas y los abren, tan oscuros haciendo juego con la tarde.

Leandro entrelaza sus dedos con los míos, ha notado mi cambio de actitud. «¿Cómo no haberlo hecho?» Retumba en mis pensamientos. Esta vez no siento su calor, no siento las mariposas en mi estómago y no tengo el deseo de estar con alguien «¿Soledad?» Pregunto para mí misma. No creo que se buena idea, responde en mi mente esa vocecita. Aunque no deseo estar con alguien, pero tampoco hice esfuerzo alguno por quitarme del lado de Leandro.

Levanto la mirada buscando esos ojos cristalinos y tampoco los hallo, la oscuridad de la tarde, los ha nublado junto con ella, la lluvia se ha llevado todo rastro de alegría. Bajo la vista de nuevo a mis zapatos que se han humedecido por completo, una agujeta esta suelta y dejo que continúe así por el resto del viaje.

Nos detenemos en una esquina, mientras el semáforo nos da la indicación para atravesar la calle; mientras lo hacemos, un auto pasa sobre un charco, salpicándonos del agua, si estuviese en otra situación tampoco hubiese hecho nada por remediarlo, solo dejaría que pasara como si todo estuviese a las mil maravillas. El semáforo cambia de color rojo a verde y esta vez la calle no se inunda de personas, solo somos Leandro y yo pasando sobre las cebras pintadas en la calle.

El cabello me comienza a pesar por lo mojado que está ahora, suelto el agarre de la mano de Leandro, y siento su mirada de inmediato sobre mí, recojo todo el cabello y lo retuerzo buscando dejarlo un poco más libre del agua. Continúo caminando junto al cuerpo de Leandro. Ninguno ha cruzado palabra alguna, y a decir verdad no deseo hacerlo, llevamos caminando quince minutos desde que salimos del hospital y no hemos reaccionado a que estar caminando bajo la lluvia nos puede traer alguna enfermedad a los tres, así que me detengo en seco junto a una anciana, ella hace un gesto con su mano y se curvea de manera singular su labio. Supongo que me está regalando un poco de espacio debajo de su negra sombrilla, y me poso al lado de ella, tomando la sombrilla pues soy mucho más alta que la señora. Sonrío de manera que no note mi poca alegría, agradezco su gesto de amabilidad y Leandro sigue bajo la lluvia que no quiere desaparecer, cada vez se hace peor. Unos minutos más tarde, la señora abarca su taxi y vuelvo hacerle compañía a Leandro bajo la lluvia. Me encojo de hombros y caminamos con rumbo a un lugar donde poder esperar, pues cada vez es más fuerte la tormenta.

Una cafetería al otro lado de la calle está con su letrero que indica estar abierta, Leandro me hace un gesto y caminamos hacia ella, no es difícil pasar la calle ya que no hay ningún auto rodando sobre ella. Atravesamos la calle y hay un enorme charco de agua, no hago gesto de incomodidad, fui tan indiferente a el que paso sin importarme inundar mis zapatillas deportivas; Leandro me mira arqueando su ceja y retuerzo mis labios a su gesto.

Cuando estamos por adentrarnos a la cafetería unos chicos entran tirando de la puerta antes que nosotros y la campanita la hacen sonar mostrando que han llegado clientes nuevos, aprovecho a detener la puerta para no tener que hacer fuerza para abrirla. Leandro la detiene, permitiéndome seguir primero a mí.

Busco una mesa libre sin moveré del lugar en el que estoy, pero es fallido mi intento, está completamente llena todas las mesas; una chica de veinte algo de años, se acerca a nosotros, destellando de sus blancos dientes y perfecta dentadura, nos ofrece la barra y no hay de otra así que aceptamos, caminamos tras de ella, ocupamos dos de las tres bancas libres. La misma chica nos ofrece la carta para que podamos escoger de lo que venden, las malteadas se ven deliciosa, pienso mientras veo una pareja de enamorados gays probando de las que ellos tenían en su mesa, así que pido una de chocolate, ella apunta en su miniatura libreta, Leandro como de costumbre pide la de su sabor favorito, de durazno, ella vuelve y apunta y se gira en sus talones. Su cabello va pintado en las puntas de un verde, que le va a la perfección.

Contra CorrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora