Capítulo 5

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Dice la teoría

Estaba en el instituto tomando la clase de filosofía, mientras la profesora movía la boca emitiendo palabras mudas, la preocupación por lo que podía pasar cuando llegara de nuevo a casa al terminar las clases de hoy no me dejaban concentrarme en nada. Crucé mis brazos sobre la mesa para luego tirar mi cabeza sobre ellos.

— Señorita Thomas, ¿Se encuentra usted bien? —Levanté mi cabeza para poder responderle a la maestra.

—¿Me permite salir, por favor? — Pedí.

La profesora me observó extrañada por un momento, pero luego asintió y de inmediato salí del salón de clases. Una vez en el pasillo escuché a una chica decir, con un tono burlón, que "debía de estar en cinta".

Me deslicé por el solitario pasillo, intentando buscar las escaleras, cosa que se volvió más difícil de lo que pensé. De un momento a otro sentí cómo mi cuerpo perdía las fuerzas y me iba contra el suelo, golpeando mi cabeza contra los casilleros que estaban allí.

—¿Elizabeth? — Una pequeña mancha al fondo del pasillo fue lo último que vi.

***

Abrí mis ojos adolorida. Mi cabeza retumbaba como un tambor, así que llevé mis manos hasta ella para intentar apaciguar el dolor. Di un recorrido con la mirada al lugar y ya sabía que estaba en la enfermería, pero... ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué sucedió?

Me senté en la orilla de la camilla, descolgando mis pies.

—Señorita no puede estar así, debe recostarse de nuevo. —La enfermera me ayudó a retomar mi posición inicial.

—¿Qué me ha pasado? ¿Por qué estoy aquí? — Pregunté ansiosa por encontrar respuestas.

 —Te desmayaste, probablemente por no desayunar bien y un chico te encontró tirada en el suelo y está allí afuera preocupado esperando que despertaras.

—¿Un chico? ¿Preocupado por mí? —No tenía sentido. —¿Cómo va a ser un chico el que esté preocupado por mí, si ni siquiera tengo amigos?

La enfermera se encogió de hombros.

—Es un chico de cabello oscuro.  — Comenzó a describir.  —Cejas pobladas, con un tono de piel un poco oscura y ojos color miel.

Todas estas características las reúne él... ¿Será posible que sea él? ¿Cómo llego hasta aquí?

—Por favor, ¿le puede decir que pase?

—Sí señorita, en un momento lo hago pasar, pero primero debo aplicarte esto.

De un cajón, la enfermera sacó una bolsa plástica que contenía una no muy pequeña jeringa.

—¡Ni loca que estuviera! Le tengo pavor a las inyecciones.

La enferma sacó la jeringa y observé la aguja. Di unos pequeños gritos. ¡Tenía el tamaño de un lápiz! Bueno, sí, quizás exageraba, pero igual les tenía terror.

—¿Pasa algo? —Un Leandro alarmado atravesó la puerta. —¿Estás bien?

Me incomode un poco, esquivando su mirada al verlo atravesar el marco de la puerta, segundos después sus ojos de preocupación penetrarón los míos, solté una carcajada por la cara de preocupación que tenía Leandro y él entre cerro sus ojos, mirándome de manera extraña.

—Tranquilo, estoy bien. — Le tranquilicé, aun riendo un poco.  —Los gritos fueron porque me quieren inyectar y le tengo pavor a ello. Leandro caminó hasta mí.

Contra CorrienteWhere stories live. Discover now