Capítulo 12

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Sálvame


-Pequeña... -comencé a leer.

"Pequeña", esa linda palabra que de inmediato me hizo sonrojar. Volví los ojos a la pantalla.

-Ya han pasado dos semanas desde que no te veo. Quizá mis ojos no te puedan contemplar, quizá mis manos no te puedan acariciar, quizá mi olfato no me permite aspirar ese olor tan peculiar y único que te hace seductora y quizá también sean miles de kilómetros los que me alejan de ti -con tan solo leer esto, las lágrimas se deslizaban en mis mejillas, pero de la emoción y lo romántico que se leía eso. Jamás en mi vida alguien lo había dicho para mí-, pero eso no es barrera para que mis pensamientos te traigan presa en ellos. Mis sueños están de mi lado, y ellos me permiten recrearte junto a mí.

«¡Oh por Dios!»

-En este gigantesco país, extrañarte se vuelve mi necesidad. Vivo en la desesperanza desde que ya no puedo estar contigo. Estoy hecho a tu voluntad, eres mi necesidad, un nudo en la garganta me hace querer dejar todo y volver a los Estados Unidos. Solo quiero tenerte rodeada con mis brazos, y que tus delicadas manos acaricien mi espalda.

No podía parar de leer y emocionarme mientras más leía.

-¿Elizabeth? -escuché la voz de Aaron en el pasillo. Rápidamente tiré el teléfono bajo la almohada- ¿Puedo entrar?

-No estoy lista -me paré en la puerta bloqueando la entrada.

-Te estamos esperando -su voz ronca, resonó fuera, en el pasillo.

-Dame unos minutos -pedí, con esperanza de que se fuera.

Por unos segundos no contestó.

-Está bien, te esperamos abajo -cedió al fin.

-Gracias -susurré más para mí misma que para Aaron.

Corrí de nuevo a la cama, para terminar de leer el mensaje.

«¿Valdrá la pena hacerlo?», me cuestionó una vocecita en mi cabeza. «Claro que sí», respondí, y continué leyendo.

-La vida no me es nada fácil. Este corazón está latiendo cada vez más lento. Intento olvidarte, intento salir con otras chicas, intento sacarte de mis entrañas, pero es más difícil de lo que parece. Simplemente, no lo sé... ¡Te extraño! Y la verdad, espero que esto que lo que siento sea mutuo. Responde, por favor.

-¡Oh por Dios! -me tumbé sobre mi espalda en el colchón- ¿Que si es mutuo? ¡CLARO QUE SI! -respondí para mí misma.

-No te hagas tonta -habló esa vocecita que me ha controlado siempre-. Eso es imposible, jamás alguien podrá estar contigo. Ese mensaje lo habrá escrito alguien por él, un chico que solo te ha visto un par de veces no pudo haberse enamorado de ti.

Tecleé un par de veces, intentado responderle, pero preferí cerrar mi sesión en Facebook, bloquee la pantalla y dejé de nuevo el teléfono de donde lo había tomado. Me calcé de nuevo mis zapatos de baño y salí de la habitación, cerrando la puerta de madera.

Bajé las escaleras; el sol resplandecía en toda la primera planta. Caminé con timidez hasta la alberca. Al cruzar las puertas de cristal, divisé a Marian y Aaron, que estaban en la alberca nadando. Parecían estar felices; Marian sonreía con gran energía, mientras Aaron, como lo poco que he podido conocer de él, no paraba de molestar y hacer sentir bien a las personas que tenía junto a él. Sonreí al verlos chapotearse agua. Giré la mirada por todo el lugar, hasta encontrar a Ari acostada sobre el prado verde y brillante, bronceando toda su espalda.

Contra CorrienteWhere stories live. Discover now