Capítulo 14

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Fin de año

¿Libertad o libertinaje?

Malditas sean esas palabras que no han dejado de sonar en mi mente; esa vocecita interior, que me señalaba, me apuntaba. Me sentí rechazada por mí misma, no paraba de juzgarme, pues al final de todo sabía que era verdad, buscaba una libertad sin reglas, una libertad sin el control de mis padres, y estaba jugando al revés la partida. De pronto, una hoja caída entre mis piernas me sacó de inmediato de mis pensamientos. Al comienzo me dediqué a mirarla y detallar su color, aunque solo aparentase ser igual a cualquier otra hoja de otoño roja y con pequeños manchones naranjas. La tomé con delicadeza, con ternura, amor y el cuidado necesario, como si fuera un pequeño bebé, sabiendo que cualquier movimiento brusco la podría lastimar. La acerqué a mis ojos, inspeccionando cada línea que se dibujaba en su superficie: una gran línea en el centro, de donde se dibujaban pequeña líneas a sus alrededores y de estas otras mucho más pequeñas. Mi subconsciente me llevó a imaginarme allí parada en esa gran línea caminando como una pequeña hormiga, imaginando que ese era mi gran mundo, un mundo que se veía al pasar del tiempo con nuevos horizontes, horizontes que me llevaban a devolverme en mi camino y retomar esa gran línea, pero que más adelante encontraba otro camino y así sucesivamente, pero, ¿cuándo podría continuar en ese camino? ¿Cómo lograría mantenerme decidida? ¿Llegaría a un destino desconocido sin salirme de la gran línea recta?

En este momento me odiaba, odiaba ser la persona en la que me estaba convirtiendo, odiaba ser esa chica, odiaba ser yo, odiaba no controlarme, odiaba dejarme dominar por mis emociones. « ¿Dónde me equivoque?», me preguntaba una y otra vez, y cada vez que lo hacía entendía cada vez menos. Era una chica de 16 años con un corazón inestable y disgustado con la vida, mi poca felicidad en estos 16 años de vida se habían acabado y nada me daba esperanzas de que pudiese volver.

Ahora la vida me daba la espalda de nuevo: lo que había parecido ser un cuento de hadas se había vuelto pura fantasía, quién podía haber sido mi príncipe azul había desaparecido sin si quiera despedirse con un beso, sin siquiera poder sentir sus labios carnosos en los míos, intentando sellar heridas e ilusiones que mi cabeza había creado. ¿Cuándo le vería de nuevo? ¿Se acordaría de mí? ¿Recordaría esa pequeña aventura mágicas que me regaló ese día que le vi por primera vez? Además, Marian había dejado de hablarme. ¿Podría tenerla de nuevo cerca o me habría borrado por completo de su memoria?

Levanté la mirada, olvidando la hoja de otoño, y fijé mi vista en un grupo de chicas frente a mí. Esa chica feliz, con su castaño cabello suelto, siendo menado por la brisa, que lo golpeaba con delicadeza, notó mi mirada sobre ella y al verme, curveó sus labios, y respondí de inmediato a su lindo gesto, y luego ella se volvió a seguir su charla con las chicas a su alrededor

Me levanté de la orilla del árbol en el que estaba sentada, caminé hasta el cesto de basura para tirar las sobras de mi comida, y continué caminando por toda el instituto, queriendo perderme en los recuerdos.

(...)

La campana resonó en los ruidosos pasillos del instituto Ransom Everglades. Al escuchar ese sonido, mi corazón sintió una punzada que me atravesaba hasta la garganta, anudándola tan fuerte que me impedía hablar. Caminé con la mayor calma posible por el pasillo que me deslizaba al salón de clases. Los corredores estaban llenos de esas chicas que usaban esos uniformes cortos y dejaban tirados en el suelo sus coloridos pompones para hacer círculos y nunca dejarse; o al menos eso era lo que yo pensaba. Continué mi camino, limpiando la gota que se bajaba por en medio de mi mejilla. Llegué a la puerta del salón, giré la perilla y nuestro tutor estaba en frente de todo el salón de clases. Sonreí con nerviosismo al verlo, él curveó sus labios en un gesto tierno y caminó hasta mí para rodearme con sus brazos.

—Adelante, señorita Thomas —señaló mi asiento con su mano extendida.

Seguí las instrucciones con la vista fija en mis pies hasta chocarme con mi asiento; lo ocupé mientras levantaba la vista al tutor.

—Chicos... —comenzó, y su voz parecía estar a punto de partirse en dos— Este fin es un nuevo comienzo para ustedes —caminaba con pasos lentos, frente a todo el salón de clases—. Sé que para to... —aclaró su garganta y continuó— Para todos es muy duro dejar este instituto, y en especial para aquellos que estuvieron haciendo parte de esta familia desde que comenzaron la escuela, cuando eran unos chiquillos —sonrió mientras se sentaba sobre la mesa que siempre ocupaba en sus clases de química.

»Comenzaré agradeciendo a ustedes por haber sido un grupo peculiar, cada uno de ustedes se puede diferenciar fácilmente por sus cualidades y capacidades. Por ejemplo —se levantó y caminó hasta el final de la fila—, el señor Brooks, Adam Brooks, al que su silencio lo hacía tan notorio, su peinado raro y ese gorro que siempre usa lo hace "el misterioso" —dio unos pasos adelante— ¿y quién podría olvidar a la chica de cabello rojo? ¡Yo jamás! —todos soltamos una risita— Esta chica que por todo quería hacer protesta, era como "la líder" de este grupo —dio un paso a su costado derecho— Rebecca Hunter —Soltó una risita—. A esta chica yo jamás la pude ver con su cabello desordenado, es tan "perfecta". Pero solo en su manera de verse —todos reímos por la manera sarcástica en la que habló—. La señorita Hunter, la capitana de las porristas por 7 años consecutivos, nos dio muchos premios —todos aplaudimos—. Y el "Ken" del grupo: Chad Blake. ¿Saben una cosa? Desde que vi a estos chicos pensé que podían ser un par de novios perfectos, son rubios, con ojos claros y son capitanes de sus equipos.

Reímos de nuevo, y Rebecca y Chad se ofrecieron una mirada nerviosa. El tutor llegó a mi lado y tragué saliva, por miedo a lo que podía decir acerca de mí.

—Elizabeth Thomas, una chica que supo hacerse dar a conocer con sus calificaciones perfectas, una chica que podrá ser un gran ejemplo en el país; ya veremos los inventos científicos que podrá hacer en un par de años —solté una risa para mis adentros; jamás me gusto la física y nada de eso, me iba bien pero no me gustaba, lo que realmente me apasionaba era la medicina—. ¿Y la nueva? ¿Qué pasó con ustedes dos? Las vi tan unidas y ahora... Bueno, me imagino que llegar a medio curso del año es algo difícil, pero te supiste adaptar, al igual que el resto —el tutor se dirigió al centro del salón y se apoyó en el escritorio, cruzando sus brazos por encima de su pecho—. No me cabe duda de que todos serán personas importantes.

Al terminar el tutor de hablar, todos estábamos llorando; nos colocamos en pie y le aplaudimos.

Al salir, vimos a Marian a abrazar al tutor, así que todos hicimos lo mismo.

Y el tiempo pasó... El tiempo no dejó de correr, las manecillas de reloj no quisieron detenerse por más que les suplique que lo hicieran, tan solo continuaban haciendo su trabajo, girando a través de los números que mostraban que el tiempo continuaba y que mi historia debía hacer lo mismo.

Ya pasó un mes desde que fue mi fiesta de graduación.


Contra CorrienteWhere stories live. Discover now