Capitulo 20

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Rukia gritó durante todo el camino.

Gritó en el patio y cuando cruzaron el arco cubierto de hiedra que había acogido la llegada de, al menos, siete reyes del hueco mundo, Gritó mientras descendían la primera colina, y mientras subían la siguiente, y por el camino que bordeaba la costa. Gritó hasta que el castillo fue sólo un punto remoto en la distancia y soltó una retahíla de maldiciones que sacarían los colores al marinero más experimentado. Mientras tanto, Uryu la llevaba a hombros e iba dejando tras él a vecinos que los miraban desconcertados.

«Dios —pensó, mientras ella no dejaba de pegarle puñetazos en la espalda—. Menos mal que no hablan el idioma del rey.»

No se detuvo, ni siquiera para descansar, hasta que llegaron a la granja. En realidad, tenía miedo de que, si lo hacía, pudiera escaparse y tuviera que perseguirla hasta el castillo otra vez.

Aunque entonces, el que gritaría sería él.

En la granja, Uryu abrió la puerta de una patada y dejó a Rukia en el suelo con un golpe.

—¿Cómo se atreve? —le reprochó—. ¿Cómo se atreve a tratarme así? ¿Sabe quién es mi padre?

Uryu se limitó a mirarla. No le intimidaba la idea de ningún duque del seireitei.

—Discúlpeme, señora. Sólo he hecho lo que me han mandado.

—¿Y siempre hace lo que le mandan?

Uryu se lo pensó.

Sí.

La vio pasear delante de él, retorciéndose las manos. Intentó tranquilizarla.

Ichigo vendrá a verla cuando esté preparado.

—¿Cuando esté...? —Rukia respiró hondo pues si no..., pues si no lo hiciera, se pondría a gritar otra vez—. Hablará conmigo cuando yo quiera. Que es ahora.

Intentó salir, pero Uryu alargó un brazo y la agarró. Ella lo miró fijamente.

—Suélteme.

—Me temo que no puedo hacerlo, señora.

—¿Ahora también hace lo que le mandan?

—Sí.

Ella se alejó de él y se cruzó de brazos.

Gritaré.

Uryu no pudo evitar reírse.

Ya lo ha hecho durante todo el camino. Ahora venga aquí y siéntese como una buena chica. Ichigo vendrá a verla directamente desde el castillo.

La acompañó hasta una silla y lo sorprendió comprobar que se sentó sin rechistar.

Rukia lo miró con el ceño fruncido; tanto que las cejas casi se rozaron. Incluso así, era fácil entender por qué Ichigo se sentía tan atraído hacia ella.

Tenía carácter.

Uryu se volteó, cruzó el salón y colocó el armario delante de la puerta, por si a la chica se le ocurría escaparse.

Cuando se dio la vuelta, se la encontró con un tajadero de madera en la mano, dispuesta a lanzárselo.

—¡Eh! ¿Qué va a conseguir con eso, aparte de provocarme un dolor de cabeza de mil demonios y que la ate a la silla?

Rukia reflexionó un segundo, y luego bajó el brazo. Era mejor reservarse el tajadero para Ichigo. O mejor dicho, para la cabeza de Ichigo.

Cuando Ichigo apareció, más de una hora después, Rukia ya había ideado treinta y siete formas distintas de torturarlo. Bueno, treinta y ocho. Sin embargo, la última era un motivo potencial para terminar en la cárcel, así que la descartó. Puede que estuviera furiosa, pero no estaba dispuesta a pasarse el resto de sus días en Tras las rejas por eso. Sólo quería que él se sintiera tan mal como ella.

Juego de apariencias  «ichiruki»Where stories live. Discover now