Capitulo 5

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En 1727, cuando Kuchiki Byakuya fue proclamado uno de los duques de la sociedad de almas, heredó siete casas, más de ciento veinticinco acres de tierra y una legión de criados para mantener todas esas propiedades.

Estaba la casa del seireitei, una propiedad de tamaño considerable, cerca del mar; y otras pequeñas propiedades distribuidas por todo el territorio. Sin embargo, pocos negarían que los treinta y cinco acres que formaban la propiedad del kuchiki eran lo mejor de todo.

Era una mansión grande con bosques de robles, pinos, y cerezos, y ríos que serpenteaban entre verdes prados y laderas de montañas. El primer proyecto que había emprendido había sido la transformación de la propiedad después de generaciones de abandono por parte de los anteriores duques. Siguiendo el consejo de su amigo y colega, el conde gin ichimaru, Byakuya había contratado al afamado arquitecto de exteriores Shuhei hisagi, y no había reparado en gastos para crear un jardín lleno de estatuas romanas, grutas y una fuente «natural». Y todo estaba coronado por una extravagante torre, situada en lo alto de un pintoresco montículo, que descendía hasta un tranquilo estanque de cisnes y peces koi.

Y en ese mismo montículo, a los pies de la torre, estaba ahora el duque de pie, con una mano en la empuñadura de una espada y la otra en el bolsillo del chaleco. Su esposa Hisana estaba sentada a su lado, con la falda de seda de color claro perfectamente colocada alrededor de una silla, mientras sus tres hijas menores, Nemu, Nanao y Yachiru, estaban sentadas a sus pies. Detrás de ellos, en la distancia, y apareciendo por detrás de un bosque que en su día contempló batallas entre reyes, se levantaba la fachada rojiza de la casa.

Era lo más cercano a un día perfecto. Los pájaros cantaban en los árboles y los caballos de los establos de la casa kuchiki pacían tranquilamente en la distancia bajo el resplandeciente sol. El duque y su familia se habían puesto sus mejores galas para el retrato familiar «oficial» del quinto duque de la sociedad de almas.

Para la ocasión, el duque había solicitado los servicios del afamado retratista tetsuzaemon iba. Había invertido mucho tiempo y grandes dosis de persuasión, pero Byakuya había convencido al artista para que programara una visita a La mansión kuchiki en su apretada agenda. Por desgracia, el hombre había llegado pocas horas después de que dos miembros de la familia, Rukia y momo, se fueran hacia el hueco mundo. Y la duquesa llevaba horas lamentando aquella desgraciada coincidencia mientras posaban sentados en el pintoresco montículo.

-Byakuya, es que no puedo creerme que aceptes que una parte tan importante de nuestra historia familiar se haga sin la familia al completo.

El duque puso los ojos en blanco bajo el tricornio y, para mantener la expresión más noble posible, dijo entre dientes:

-Ya te lo he explicado un millón de veces, Hisana. Yo no puedo hacer nada. El señor Iba es un hombre muy ocupado. Si supieras el tiempo que invertí para convencerlo de que viniera. Dispone de poco tiempo para hacer el retrato, puesto que va camino para pintar un retrato del rey. Del rey, Hisana. Del rey de la sociedad de almas, para celebrar la victoria sobre las tropas enemigas.

-En tal caso, que vuelva cuando haya terminado el retrato del rey.

Santo Dios, quería mucho a esa mujer pero, a veces, desearía estrangularla.

-Cuando llegue al castillo, sin duda lo mantendrán ocupado durante meses, o incluso años, pintando retratos de todo el mundo. Si el rey aprueba su trabajo, algo que sin duda hará, todos los condes, duques y marqueses acudirán a su estudio para encargarle uno. Así que, si no aprovechamos esta ocasión para que nos haga el retrato, ahora que podemos, puede que no nos lo haga nunca. ¡Y juro por Dios que esta familia tendrá su retrato de tetsuzaemon iba!

Juego de apariencias  «ichiruki»Where stories live. Discover now