Capitulo 19

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La cara que apareció detrás de la puerta cuando Rukia llamó era fresca, joven y claramente confusa.

—¿Seadh?

No tendría más de dieciséis años, aunque era difícil decirlo porque iba cubierta de hollín desde la nariz hasta la punta de sus pies descalzos.

Buenos días. Me llamo Rukia kuchi... —Se interrumpió y corrigió—. Kurosaki. ¿Se encuentra el señor en casa?

Dos ojos, enormes y blancos en contraste con la oscuridad del rostro, parpadearon con curiosidad.

kurosaki —repitió Rukia, más despacio—. Del castillo. ¿Habla mi idioma?

La chica sencillamente la miró.

—¿Dé?

Rukia le enseñó los libros que llevaba debajo del brazo.

—He venido a devolver estos... libros —explicó, vocalizando bien la última palabra como si así pudiera conseguir que la entendiera—. Son los libros del señor —repitió—El dueño del castillo ¿No estará... aquí... por casualidad?

La chica se quedó quieta un momento, pensando, y luego le soltó un discurso acelerado e incomprensible en el idioma de los arrancars.

Ahora fue Rukia la que se quedó inmóvil.

—Lo siento. Me temo que no te he entendido.

La chica respondió algo, algo parecido a «salchicha», meneó la cabeza, dio media vuelta y dejó a Rukia de pie en la puerta.

Perdona, pero ¿qué se supone que debo...?

La chica se había ido. Con un poco de suerte, a buscar a alguien que pudiera entender a Rukia. Y esperaba que no le hubiera ido a buscar una salchicha.

Rukia se quedó en la puerta y esperó.

Y luego esperó un poco más.

Se sentía un poco estúpida, la verdad, de pie frente a una puerta abierta a la que claramente nadie iba a acudir. Miró por el patio, preguntándose si habría algún mozo de cuadra, o algún lacayo, o alguna cocinera. Pero no había nadie. Estaba desierto.
Se planteó marcharse y dejar los libros en la puerta, pero luego se dijo que no. «No sería adecuado devolver un favor así sin agradecerlo como Dios manda —diría su madre—. No sería adecuado.»

Así que esperó un poco más.

Cuando habían pasado cinco minutos, decidió marcharse y regresar otro día, quizá mañana. Se dio la vuelta, dispuesta a marcharse...

Pero las nubes que habían estado amenazando tormenta toda la mañana, de repente rugieron y empezó a caer un buen aguacero.

Rukia se escondió los libros debajo del brazo, entró en el castillo y cerró la puerta. Aquel lugar estaba frío, húmedo, oscuro y olía a perros y a cerrado.

—¿Hay alguien? Por favor, ¿hay alguien?

Nadie respondió, ni siquiera la chica cubierta de hollín.

Desde donde estaba, vio un estrecho tramo de escaleras que subían y, al final, un pálido halo de luz. Subió y llegó a un rellano que daba a un pasillo iluminado con antorchas. A lo largo del pasillo había varias puertas, todas cerradas. Se acercó a la primera y llamó. Cuando no obtuvo respuesta, giró el pomo y descubrió un trastero lleno de sábanas y mantas.

Juego de apariencias  «ichiruki»Where stories live. Discover now