«¿Me vendría bien hacerme ese look?» Sacudo mi cabeza con desespero a la loca idea que atravesó mi cabeza, Leandro sonríe y mi mundo vuelve a tomar color a pesar de que la lluvia no ha cesado. Sus ojos brillan de nuevo y mi corazón vuelve a latir como la primera vez que lo vi en ese paradero de bus. Al final de todo él no tiene la culpa de que esto esté pasando, fue una irresponsabilidad por parte de los dos «¿Debería besarle? ¿Debería tomar su mano? ¿Debería sonreír?» Pero no haga nada de lo que me vocecita interior pregunta, me quedo allí sentada, balanceando un poco mi cuerpo sobre la silla, disfrutando de esa perfecta sonrisa.

La chica llega con las malteadas sobre una bandeja plateada perfectamente reluciente, sonreímos y agradecemos al tiempo mientras las dejamos sobre la barra, pedimos unos cupcakes que estaban en la vitrina, los veo girar en el microondas y segundos después la chica los trajo hasta nosotros. Nos dedicamos a morder y absorber de nuestras delicias, sin nadie distraer al otro con algunas conversaciones que sabíamos iba a llegar sin un destino, no iba a tener rumbo alguno. Mientras mi paladar y lengua jugaban con la comida, mi mente intentaba ordenar las ideas. Busco una servilleta y dejo caerlas todas al suelo, me bajo de inmediato de la banca y me inclino hasta el suelo, para recoger todas las servilletas. Al levantarme mi cabeza se marea y me agarro del hombro de Leandro, que también se levantaba del suelo. La vista se me nubla y rápido me aferro al hombre frente a mí. «¿Así serán estos nueve meses? ¡Creo que no aguantaré!» Reniego en mi mente.

Estrego mis ojos pero aún continúan nublados, llevo la mirada a algo que diera mucho color y no podía creer que esa silueta que se acercaba a mí podía ser ella, mis cuerdas bucales se entorpecen y no hacen lo posible por tranquilizarse y poder expulsar palabras de auxilio a Leandro, mi vista se va aclarando cada vez que se acerca aquella silueta hacia mí. Leandro se gira, tal vez a entendido la presión de mis ojos, y los apretones de manos que le doy, de inmediato veo que me toma entre sus brazos y comienza a correr.

Cuando Leandro tira de la puerta para poder salir de la cafetería, nos vamos al suelo los tres, mi vientre se golpea y me retuerzo del dolor, escucho a mi caballero defenderme y pelear con alguien, Leandro me ayuda a levantar y me aguanto el dolor, quiero golpear a la persona que nos hizo ir al suelo, pero fue imposible, las manos de mi madre me atrapan, y a Leandro ya lo tiene mi padre tirado en el suelo; suplico, imploro y le ruego que no le hagan daño, pero mis ruegos al parecer no son escuchados, el asqueroso anciano vuelve y aparece en mi vida, ahora está frente a mi golpeando a Leandro, me revuelvo intentado zafarme de las garras de mi madre y no logro hacerlo, mi padre no cruza mirada conmigo, su corazón tal vez se ha vuelto tan duro, tan de piedra como el de mi madre.

Leandro empuña sus manos y veo que toma las fuerzas necesarias para quitarse a los dos hombres de encima de él, sus fuerzas atrapan las mías y las tomo saliendo victoriosa de encima de mi madre, corro su cabello hacia atrás, mis ojos se van directo a sus sangrientos labios, con mis manos los limpio, los beso y Leandro me toma de la mano, corremos buscando un refugio, esta vez no es para cubrirnos de la lluvia sino de esos seres sin corazón.

(...)

Mis piernas no reaccionan, están firmes como piedras, se niegan rotundamente a dar un paso más, parecen ser témpanos de hielo. Hemos corridos muchas calles desde esa cafetería y están adoloridas, acaricio mi abdomen plano que en poco tiempo comenzará a crecer, mi corazón esta agitado, palpita más rápido de lo normal, Leandro me hace detener en un parque, su vista lo recorre mientras se mueve en círculos, le pido que pare, eso me hace colocar más nerviosa de lo que estoy, me inclino apoyando mis codos sobre las rodillas mientras mi cabeza se reposa sobre las palmas de mis manos «¿Cómo me encontraron? O mejor ¿Cómo nos encontraron?» Me cuestiono por dentro, pero nada me responde. «¿Es posible que la vida me odie tanto?» Reniego halando de mis cabellos. Mi vocecita interior si me apuntó y por supuesto si disparó, solo que esta bala salió disparada muy lenta, esperando en llegar y atravesar mi vida en el momento menos indicado, arruinando todo lo que he logrado vivir feliz.

Leandro se inclina en la misma posición que la mía, solo que sus brazos rodean mi cuerpo y sus labios besan mis cabellos, las lágrimas se mezclan con la lluvia, me pide que me coloque en pie y lo hago sin decir palabra alguna, intenta hacerme abarcar un taxi y no me muevo de ese lugar. Simplemente entrego mi dolor, me entrego a mis peores villanos, dejo que sean ellos haciendo conmigo lo que quieran. Le ruego a Leandro que se vaya, pero estaba más que claro que no lo iba hacer, le hace una señal al hombre del taxi y este coloca en marcha el carro, alejándose de nosotros.

Entre las lágrimas veo a Leandro inclinarse abrazado de mis piernas, en este justo momento mi corazón se parte en miles de pedazos, en pedazos que nadie podrá restaurar. Esto no lo había esperado. No en este momento, en el momento que ninguno de los dos esperó. Estaba fuera de nuestros planes, fuera de nuestra expectativa, fuera de nuestro sueño real.

Nuestras miradas se encuentran, uniendo esos lazos que una vez me atraparon. Sus ojos invadidos por la tristeza me hacen reaccionar, y de nuevo vienen a mi mente esas conversaciones con Mariana, esas sabias palabras de Marian no paraban de retumbar en su cabeza y de nuevo era momento de sacar ese mismo demonio que una vez utilicé, cuando discutí con mi madre. Aunque todo me estaba destruyendo como una bomba atómica podía dejar que ellos arruinarán desde mi inicio a mi nueva familia

Son demasiadas preguntas para solo un momento, pero todo un mismo objetivo ¡La felicidad de los tres!. Levanté a Leandro, lo besé tan fuerte queriéndole transmitir ese amor que siempre me ha dado él, sonreí al final del beso, entrelacé nuestras manos y lo halé invitándolo a seguir huyendo.



Contra CorrienteWhere stories live. Discover now