Capítulo 3: ¿No nota el parecido?

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Lunes. 8:00 a.m.

Desperté por unas manos que rodeaban mi cuello y acariciaban lentamente mis hombros de una manera bastante placentera. No hay nada como un-

- ... Buen masaje en la mañana, ¿no es cierto?- completó una voz femenina y delicada. Hice un sonido extraño con la boca en señal de que estaba en lo correcto.- Eso pensé.- sonrió triunfante la chica.

- No está mal.- dije.- Pero me tengo que ir.

- ¿Por qué? Quédate...- suplicó en un tono triste.

- Vendré para la hora de la comida. Preocúpate de mantener a mi estómago feliz.

Le revoloteé el cabello y me levanté de la cama dejando ver mi cuerpo desnudo, obteniendo un sonrojo por parte de la chica que no dejó de ver mis movimientos mientras se mordía el labio. Me di un buen baño y salí recibiendo el olor de un té y un pan tostado.

- Deberías quedarte.- me ofreció la chica mientras volvía a hacer esos movimientos alrededor de mi cuello.- Sé que te gusta...

- El soborno no funcionará conmigo, lo siento.- le dije levantándome y tomando mis cosas.

- Oye.- me llamó antes de salir.- Llámame cuando vengas en camino.

- Lo haré.- le contesté. La tomé de la cintura y la besé.- Te amo.

- Yo también.- contestó.

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Lunes. 2:00 p.m.

Para tomar el camino más corto a casa debo pasar por una escuela, lo cual no sería problema si la misma hora en la que salgo yo no fuera la misma en la que salen los mocosos preparatorianos. Toda la estúpida calle estaba bloqueada por cuerpos hormonales que no tendría problema en atropellar.

Mientras esos mocosos obstruían mi paso, un atrevido hombre travesti se recargó en mi auto creyendo que no había nadie. Bajé del auto a punto de reclamarle cuando reconocí ese cabello despeinado y los lentes en sus manos. Era tiempo de huir.

- ¡Ravioli~!- me gritó una loca que había estado tratando de evitar.

- Cuatro ojos.- le respondí secamente. No tenía ganas de ver a nadie y ella era la última persona que deseaba ver en el día... más bien, en toda mi vida.- Creí que estabas en el manicomio, ¿te dejaron salir?- pregunté sarcásticamente.

- JAJAJA No, de hecho, me escapé.- contestó con orgullo.

- ¿Qué haces aquí?, ¿ahora acosas niños?

- No, Ravioli, vine por mi hija.- Wow, khé? Eso no me lo esperaba.

- ¿Tienes una hija?, ¿que no eras hombre?- admito que el tema me interesa un poco.

- JAJAJAJAJAJAJA No, Ravioli, soy completamente mujer. ¿Quieres ver?

- No, gracias.- bufé.- Estúpida loca. ¿Y quién es tu famosa hija?

- Ahí viene.- agitó con rapidez todo su brazo para indicarle a la niña que estaba aquí.

Cuando la vio, sonrió. Jamás había visto a un adolescente ser feliz por ser recogido por sus padres. Mucho menos si es Hanji la que va tras el volante.

- Hola, Hanji.- saludó la niña.

- Cariño, él es Levi alias: Ravioli.- nos presentó la loca.

- Mucho gusto, señor Levi.- me saludó extendiendo su mano.

- Igualmente.- contesté limpiando mi mano después del saludo.

- Levi es un adicto a la limpieza así que no le gusta que lo toquen porque se arruga*.- se rió la cuatro ojos acompañada de su hija.

- De tal palo tal astilla.- me quejé. Eran muy parecidas en carácter pero muy diferentes respecto a lo físico.- Tengo que irme ya, cuatro ojos.

- Deberíamos vernos de nuevo, enano.- se despidió la loca.

- Yo creo que no.- reí amargamente.- Nunca me dijiste su nombre.- recordé mirando a la mocosa de menor edad. Sentí mi piel erizarse al ver la sonrisa sádica que Hanji tenía en el rostro. Qué miedo...

- Disculpe mi descuido, señor Levi.- se disculpó la niña inclinando un poco la cabeza.- Me llamo (TN). (TN) Zöe.

*Hanji hace una referencia a la película animada "Las Locuras del Emperador".

Después de tus Alas: Mi Hilo Rojo (Levi y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora