Capítulo IV.

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30 de enero

Hola de nuevo, querido diario.

Lamento haberte dejado así, tan abruoptamente ayer, pero de verdad estaba muy cansado. Ahorita sabrás por qué.

Bueno, después de salir de casa de Noah ambos llegamos al entrenamiento de football. Me sentía seguro y tranquilo estando ahí. Era como si fuera mi habitat natural: olor a pasto recién cortado, silbatos sonando todo el tiempo, el sol en la nuca y el arrastrar de los tacos contra el pavimento mientras camino. Noah me prestó unos under armour suyos de hace un par de años para que no tuviera que regresar a mi casa. Me quedaron bien, un poco grandes, pero nada grave. Me pareció un poco extraño porque yo suelo... o solía ser mucho más grande que él en todo.

En fin...

Noah cargaba su equipo en la mano. Yo lo había dejado en los casilleros del gimnasio, así que fui por él.

Al entrar reconocí la música que ponen para motivarse. Se mezclaba con el sonido metálico de pesas golpeando el suelo y placas de acero en las máquinas golpeándose entre sí. Reconocí varias caras, pero no quise llamar mucho la atención. Me sentía hasta cierto grado... intimidado. No sé, diario. O sea, yo era el capitán del equipo, yo era el que dirigía las jugadas y nadie me cuestionaba, yo era al que todos seguían, pero ahí, parado en el gimnasio me sentí pequeño, rodeado de tantos hombres.

O sea, sé que pensarás: "Pero tú también eres un hombre". Sí, pero no sé, sentía que ya no pertenecía a ese mundo. No es que fuera menos hombre ni mucho menos, pero sentí miedo y un poco de... ¿suciedad? O sea, todos los chicos del gimnasio estaban sudando, y fue de Ew.

Como sea. Tomé mi equipo del casillero y salí lo antes posible. Comencé a caminar hacia el campo donde iba a comnezar mi entrenamiento, pero Sebastian, un corredor, me interceptó.

-¡Qué onda, Alex! No inventes, siento que no te veo desde hace siglos –me saludó golpeando mi hombro con el suyo. Me dolió-. ¿Cómo te fue en la cosa esa a la que fuiste?

-Ehm... bien. Fue un campamento –comencé a decirle, pero mi voz se escuchaba tierna y baja, no uqería decir afeminada porque siento que es la palabra que más escribo en ti, diario-, me divertí mucho y apredí varias cosas que...

-¿Estás más bajo? –me interrumpió Sebastian sin prestarme atención. El año pasado le hubiera dado un zape o le hubiera reclamada, pero por alguna razón ahora no podía hacer eso. Sebastian se veía muy grande y no me atrevía a golpearlo.

Bajé la mirada.

-Un poco. La... humedad hizo algo extraño en mi cuerpo. El doctor dijo que es normal –mentí.

-¿También la humedad te hizo más debil y delgado? –dijo en tono de burla-, además, ¿qué traes puesto? ¿Por qué no traes un jersey normal? Te ves como el mariquita de Noah con eso puesto.

-¿De verdad? –pregunté emocionado.

Noah es lindo.

-Sí, todo femboy y además se te ve el ombligo. En el momento en que un jugador rompa la línea y te atraviese, no quiero imaginar como te va a doler.

-El mío se perdió y fue lo único que tenía a la mano.

-Bueno –dijo mirándome de arriba abajo-, no creo que pase nada por que lo uses una vez. Nos vemos en el campo, tengo que checar unas cosas –chocó hombros de nuevo y me pasó no sin antes darme una nalgada. Es un gesto que hacemos en el football. Es como decir "Bien hecho" o "Suerte" o "Pon tu trasero a trabajar". Pero yo la sentí como algo más allá.

Diario de un femboy.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin