Capítulo 19: Me estás corrompiendo.

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-Hecho -respondió aceptando-. El único problema es que tu madre va a dar a luz dentro de poco, que si no, mañana mismo se venía a cenar ese niñato.

-Elliot -susurré por lo bajo.

-Créeme que sé muy bien cómo se llama, nunca olvido un nombre, y menos una cara; así que que se ande con cuidado -advirtió con su cara intimidante, que no lo era. El problema de mi padre era que veía demasiados programas de investigación criminal y, al final, terminaba adaptando las mismas expresiones.

-Y, si no sois amigos con beneficios, ¿qué sois? Espero que no sea una nueva moda de ir besando a la gente en la boca, porque, si no, el mundo ya no tiene solución -haciendo como que se pegaba un tiro en la cabeza. Cuando le expliqué en qué consistía hacerse un selfie se llevó las manos a la cabeza mientras decía "a dónde vamos a llegar", "esto se nos está yendo de las manos" y frases similares.

-No, tranquilo, no es una nueva moda -oí cómo suspiraba de alivio. Al ver que me callé, me apremió para que desembuchase-. Elliot y yo tenemos... algo.

--Define algo -pidió entrecerrando los ojos.

-No sé cómo definirlo. Además, es una cosa entre él y yo. Luego te quejas de mamá, pero tú también eres muy chismoso -reclamé levantándome de la silla.

-Bueno, que yo venía a recoger una cosa para tu madre, cuando el ladrón ese juntaba sus sucios labios con los de mi niñita. Luego pásate por el hospital -y esa fue la despedida tan agradable que me dio.

-¿Ladrón? -inquirí con una mueca divertida.

-Sí, porque le roba besos a mi pequeña -expuso con tranquilidad. Yo ya estaba en un punto en el que no sabía si reír o llorar.

Le di un beso en la mejilla y le aseguré que luego pasaría por el hospital. Él, que ya había encontrado lo que buscaba, unas galletas que mamá adoraba, recorrió con la mirada todo el salón por si veía a Elliot y, al no verle, cerró la puerta marchándose. Oí que murmuraba algo, seguramente improperios sobre Elliot.

Cuando se fue, solté un suspiro de alivio. No es que me costase mucho hablar con él, éramos muy parecidos en ciertas cosas y muy diferentes en otras, por lo que discutíamos a menudo, pero hablar sobre ese tema me ponía bastante incómoda. También tendría que escribir una guía sobre como presentarle a tu amigo o novio a tus padres. En el futuro me lo plantearía.

Ni J. K Rowling vendería más que yo. Ojalá.

Después de pensar sobre esas tonterías, subí al piso de arriba. Sabía que Elliot estaba allí ya que antes había oído pisadas por donde la escalera. Y no creía que llevase todo ese tiempo escondido en el baño.

Al abrir la puerta, comprobé que Elliot estaba sentado en la cama sin camisa. Sin maldita camisa.

Él sabía muy bien cuanto me afectaba, y lo hacía a propósito. Y, como él seguro había pensado, mi mirada estaba fija en su torso.

Era culpa de Elliot, no la mía.

-Cena familiar con los Parks -dijo mirándome. Parece que tomó aire.

-Sorpresa -respondí moviendo las manos a la vez, como saludando a una persona, pero cada una para un lado. Manos de Jazz.

Elliot negó con la cabeza aunque esbozó una pequeña sonrisa. Golpeó el otro lado de la cama con suavidad, indicándome que me sentara a su lado. Rodé los ojos, pero hice lo que me dijo.

-¿Qué haces sin camiseta? -pregunté intentado mirarle a los ojos, fue muy difícil, he de decir.

-Tenía calor, además, si la susodicha me deja, querría dormir un poco -contestó con su sonrisa burlona. No se me pasó por alto que hubiera empleado la misma palabra que había utilizado mi padre para nombrarle.

Más allá de la música © Where stories live. Discover now