Capítulo XIII

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No lo soporto, la falta de aire, hace que me maree. El hombre en el jardín se acerca como una luz a la casa, es un vampiro, ahora lo sé. Me siento en la ventana, tengo que intentar salir o morir en el intento. Apoyo el pie en una fila de ladrillos que decora la casa, pero es muy pequeño el sustento que me da. No puedo salir, voy a morir. Miro hacia abajo, el hombre me mira, ahora veo su rostro. Me hace señas de que salte, que él me agarrara. No voy a pensarlo, morir en una caída, es mejor que prendida fuego.

Salto y la secuencia, parece en cámara lenta, no puedo evitar gritar del susto.

- ¡Mei! - escucho a mi madre gritar, caigo en los brazos del hombre que me miraba desde el jardín

- No tenías que gritar – ríe el hombre

- Gracias – me ha salvado, que alivio.

Miro la casa y es una llama completa, completamente envuelta en fuego. Los blancos corren hacia nosotros, y el hombre empieza a correr. Cierro los ojos, como es costumbre. No puedo creer que estoy viva, ¿pero porque me está llevando? ¿A dónde vamos? ¿Quién es?

- ¿puedo saber tu nombre?

- Sir Bachelard – que nombre raro

- ¿te llamas Sir? – larga una carcajada fuerte, oh que idiota que soy, es que lo pronuncio tan extraño que parecía otra cosas, tiene una tonalidad francesa, que confunde.

- No, me llamo Adrien

- ¿puedo saber a dónde vamos? ¿y porque me estas alejando de allí?

- ¿quieres que te lleve devuelta?

- No

- Entonces no se queje – ríe. – vamos a mi casa

- ¿Por qué vamos a tu casa?

- Porque hay alguien que te está buscando Mei. - ¿Mei?

- ¿Cómo sabes mi nombre?

- Además de que tu madre lo grito con todas sus fuerzas, digamos que nos conocemos hace mucho tiempo - ¿conocernos?

- No recuerdo haberte visto nunca

- No creo que lo recuerdes – hace una pausa – que descanses - ¿Qué?

- No voy a dormir.

- Ignarus – todo se vuelve negro y ya no puedo moverme.

**

- Gabriel, ve y avísales, deben estar del otro lado de la frontera, dile que ya la tengo y que se vuelva, no podre yo solo con tantos blancos – escucho la voz de Adrien

Abro los ojos, que dolor de cabeza. Adrien habla con un niño de unos 10 años ¡es precioso! Me levanto de la cama y camino hacia ellos.

- Despiertas – dice Adrien sonriendo – que bien.

- ¿piensas mandar a un niño al otro lado de la frontera? – el niño frunce el ceño y Adrien oprime una risa, que luego se convierte en una carcajada

- Ya deja de reírte, no es la primera vez que pasa – dice enojado Gabriel

- No voy a poder acostumbrarme nunca – seca las lágrimas que salieron por su exagerada risa ¿Qué les pasa? ¿de qué se ríe?

Cicatrices I: Marcas en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora