Lo odio tanto que ni siquiera intento ocultárselo a papá. No se lo he ocultado en mucho tiempo.

Papá pensó que era una rebelión adolescente. Luego pensó que era una personalidad autoritaria, por lo que me elogió y dijo que me sería de gran utilidad en los negocios más adelante en la vida. No tomó en serio nada de lo que hice porque sabía que él era el hombre más fuerte. Siempre supe que era un imbécil despiadado y sin moral, pero nunca esperé que se liara con mi novia. Fue algo tan pequeño, pero fue la gota que colmó mi vaso de odio al cien por ciento. Me mostró que consideraba todo lo que era mío como suyo. Me demostró que no me tenía ningún respeto como persona. Me demostró que a él le importaba una mierda nuestra relación padre-hijo y que todo lo que siempre seríamos sería amo y protegido.

—Estarás allí. Usarás el traje gris oscuro con una corbata azul claro. Mañana le diré al servicio que lo envíe a la tintorería. —Papá le hace un gesto al personal de la cocina para que le sirva el café—. Frente unido, Yeonjun.

Siempre es el puto frente unido.

No discuto con él porque sería una pérdida de aliento y energía. Sí, iré al evento, me subiré al escenario con él, sonriendo como un puto bienhechor y le entregaré el premio a la excelencia empresarial. Odiaré cada minuto y tan pronto como pueda irme, lo haré.

—¿Mamá? —pregunto, empujando su plato de desayuno frente a ella, recordándole que está ahí—. ¿Vas a comer algo?

—¿Mmm? —está distraída y odio el brillo de sus ojos. Sus expresiones ya no significan nada. Son una máscara, colocada por lo que sea que ella haya consumido, y el único momento en que la máscara se cae es cuando está en un episodio maníaco o de abstinencia. Papá tiene sus 'medicamentos' perfeccionados. Él sabe cómo mantenerla dócil hasta el punto de que ella nunca se interponga en su camino, y sabe qué darle para que se anime y actúe como su esposa por la noche. No importa que intente detenerlo, contrarrestar sus drogas, llevarla a rehabilitación o asegurarme de que al menos coma lo suficiente. Él siempre tiene una manera de vencerme. Y para ser honesto, ella no quiere mi ayuda. En realidad, creo que odia mi ayuda.

—Estás bien, ¿no? —papá le pregunta.

Simplemente tararea de nuevo, jugando algún juego en su teléfono, con un plato lleno frente a ella. Miro a Margie, la criada a la que le pagué para que la ayudara. Ella abre mucho los ojos hacia mí, pero eso no significa nada concreto. Está demasiado aterrorizada por mi papá como para hacer algo drástico, pero se las arregla para que mi mamá coma y beba un poco de agua a puerta cerrada o cuando mi papá no está en casa. Lo extraño es que ni siquiera puedo descifrar si mi papá ama a mi mamá o no. A veces, parece que sí, y otras veces, parece que le tiene resentimiento por algo. No puedo descifrarlo y casi ya me harté de intentarlo.

—Está bien, bueno, ya me voy. Volveré a por el traje el jueves —me levanto.

—Has estado conduciendo el R8 —dice papá.

Joder, lo odio. Odio que me vigile, que me controle y tenga a alguien informándole de mí. Sí, he estado conduciendo el coche por Beomgyu, esperando que lo reconozca y venga a hablar conmigo. Pero no lo he visto desde la semana pasada.

Me encojo de hombros y agarro mi abrigo del respaldo de la silla.

—¿Has visto a alguien nuevo? —no levanta la vista de sus documentos mientras pregunta, haciéndome entender que es una amenaza disfrazada de pregunta.

Significa que me vio. Alguien me vio. Con Beomgyu. Papá no tiene idea de que bateo para ese equipo, así que está buscando información. Nunca antes me habían visto desayunando con ningún chico, y a él no le gusta ser tomado desprevenido. Pero mi sexualidad no es asunto suyo, y Beomgyu tampoco es asunto suyo.

Walking red flag | YeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora