23. capítulo

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Anjana se despertó desorientada. Vio a su marido dormido a su lado. El sueño relajaba sus rasgos normalmente duros. La chica suspiró y se levantó con cuidado. En cuanto se puso de pie, una náusea le hizo correr al baño.
Las arcadas la mantuvieron agachada en el water durante un buen rato. Cuando por fin se pudo incorporar, Alyan estaba detrás de ella. Jana se volvió hacia el lavabo.
-No me mires, Alyan-pidió-no quiero que me veas así.
Se lavó la cara y se enjuagó la boca. Cuando acabó, su marido seguía allí.
-Déjame sola, por favor.
El chico suspiró.
-Esto es algo de los dos, Jana. No voy a dejarte sola con ello.
Ella caminó fuera de la habitación. Estaba mareada y seguía con el estómago muy revuelto. Se tumbó en la cama echa un ovillo. Alyan salió a la puerta y ella le oyó dar órdenes. Enseguida, Lyss apareció con una bandeja.
-Déjala aquí, Lyss. Y pide al sanador que venga.
Alyan sirvió el té en la taza y puso un poco de mermelada en una tostada. Luego, se lo acercó a la chica.
-Come-murmuró-te sentará bien.
-¿Desde cuándo eres un entendido en embarazos?-preguntó ella sin abrir los ojos.
Alyan la obligó a sentarse en la cama y la puso la bandeja encima.
-Es sentido común. Come, Jana. El sanador llegará en un momento.
-No hacía falta que le llamaras. Me dijo que todo iba bien.
-Prefiero asegurarme.
El sanador les aseguró que ella se sentiría mejor en unos días y le dio una infusión para mejorar su estómago. Cuando el hombre salió de la habitación, el rey fue al baño y abrió el grifo para llenar la bañera. En cuanto Jana terminó de comer, la cogió en brazos para llevarla al baño.
-Yo lo haré-dijo ella cuando Alyan trató de quitarla el vestido-puedes irte, Alyan. Tendrás un montón de cosas que hacer.
-Puede esperar-aseguró él.
-Y yo puedo bañarme sola.
-Está bien. Iré a atender un par de cosas. Báñate y sal al jardín un rato. Un poco de luz te irá bien. Me reuniré contigo allí.
-¿Algo más, majestad?-preguntó ella mordaz.
Alyan la miró con un gesto de impaciencia.
-Basta, Jana. Deja de una vez de pelear conmigo. No vas a volver a conseguir sacarme de mis casillas si es lo que estás intentando. Te guste o no, voy a cuidar de ti.
El chico salió del baño y Anjana, suspirando, se desnudó y se metió en la bañera.
Antes de salir al jardín, bajó a las cocinas. Los trabajadores la miraron con precaución. Ella ordenó que se reunieran.
-Sé que ayer os traté muy mal. No os lo merecíais y lo siento. No volverá a ocurrir.
-No tenéis que disculparos, majestad. Sois la reina.
-Una reina tiene que saber cuándo se ha equivocado. Y disculparse por ello. Podéis volver al trabajo.
La reina se volvió para salir.
-Majestad, ¿estáis enferma?-se atrevió a preguntar una de las mujeres.
Anjana se volvió para mirarles.
-No-negó con la cabeza-el rey y yo esperamos un hijo. No estoy enferma.
Todos se alegraron e, incluso, algunos se olvidaron de que ahora era la reina y abrazaron a Jana, recordando cuando sólo era una dama de la princesa. Ella no pudo evitar reír cuando la hicieron sentarse y la pusieron un delicioso pastel delante. La cocinera jefe trató de averiguar el sexo de la criatura con un medallón y todos le desearon la mayor de las suertes. Anjana salió de la cocina sintiéndose mucho mejor que cuando entró.
Sus damas y Zuria le acompañaron al jardín. Allí, ella despidió a las dos damas para quedarse con Zuria a solas.
-Tengo algo que decirte, Zuria-dijo la reina mirándola de frente- No...no sé qué es lo que pasa entre el rey y tú. Y cada vez me es más difícil tolerarlo. Vosotros aseguráis que no hay nada y tengo que creeros. Pero no puedo tenerte a mi lado como amiga si no me das una explicación, Zuria.
-Anjana, yo...
-Pediré a Alyan que te busque una casa en la ciudad, pero necesito que salgas de palacio.
El hada de melena violeta bajó los ojos resignada y asintió.
-Yo se lo diré, majestad. Me iré hoy mismo.
Anjana no preguntó a Alyan qué había pasado. Esa tarde supo por sus damas que Zuria estaba instalada en una casita en la ciudad. El rey tampoco le dijo nada. Pasearon juntos por el jardín y cenaron en su habitación después. Cuando acabaron, Alyan la cogió de la mano para llevarla al dormitorio. La desnudó y la hizo el amor muy despacio.
-No voy a romperme-aseguró ella en un susurro cuando todo pasó.
Él sonrió y le posó la mano en su vientre aún plano.
-Ahora eres más frágil.
-No, no lo soy. Un hada embarazada es fuerte, Alyan.
Para demostrarlo, ella le cogió la mano y dejó que un golpe de magia escapara hacia él. El rey apartó la mano con un gemido de dolor.
-¿Ves?-preguntó Jana con una sonrisa satisfecha.
Alyan sonrió y apartó su melena para besarla en el cuello.
-Veo, mi bella y fuerte esposa. Tendré que mantenerte cansada entonces.
Ella gimió cuando la mano de su marido se colocó entre sus piernas. Enseguida, se olvidó de todo lo que no fuera sus pieles en contacto.

Los días pasaron con calma a partir de ahí. Alyan había cumplido su palabra y cuidaba tanto de Jana que ella tenía que hacer un verdadero esfuerzo para recordar que él no la amaba. Que él amaría siempre a Adabelle. No había vuelto a pensar en Zuria. El hada de melena violeta no había vuelto a aparecer en palacio y Alyan nunca la mencionaba.
Veían a menudo a Breena y su familia de vampiros y también a los vamps. Entre todos, mantenían a raya a Akop, aunque seguían esperando que el demonio hiciera algún movimiento en cualquier momento.
Las pesadillas habían abandonado a Jana desde que empezó a notar a su hijo moverse en su interior. La primera vez que lo sintió, puso tal cara de susto que Alyan hizo llamar al sanador antes de que ella pudiera explicarle lo que ocurría. A partir de entonces, los dos pasaban muchos momentos con la mano de él en su, cada vez más, abultado vientre, intentando percibir los movimientos del bebé.
Ella se había resignado a no tener todo lo que quería de su marido. Él la cuidaba, la mimaba y la hacía el amor con pasión cada noche. Sólo faltaba que además la amara. Pero había aprendido a conformarse con lo que tenía. Era mucho más, en realidad, de lo que habría tenido con Beck. Ahora se daba cuenta de que no le había querido realmente. No, al menos, como quería a Alyan. Había sido su amigo, alguien con quien estar, pero nunca había habido la pasión que sentía por el rey. A veces se preguntaba si no habría sido más fácil, pero, enseguida, una vocecita la decía que también habría sido mucho más aburrido.
-¿Qué piensas?-preguntó Alyan mirándola desde la puerta de la habitación.
Ella se volvió a mirarle. Estaba preciosa con su vestido de gasa y el fondo del jardín que se veía a través de la cristalera. Su melena y sus ojos dorados brillaban aún más por el embarazo. Apoyó la mano en su voluminoso vientre casi a término y sonrió.
-No te gustaría saberlo, créeme.
El rey avanzó y la besó.
-Estás cada vez más bella-susurró.
-Estoy cada vez más gorda-discrepó ella enlazando sus brazos en el cuello del chico.
-Eso también-Alyan la dio la razón mientras la cogía en brazos sin esfuerzo aparente para llevarla a la cama.
-¿No te cansas nunca?-preguntó la chica mientras él la desnudaba con rapidez.
-No. Y tú tampoco, brujita-respondió en un susurro en su oído-y tú tampoco.

Anjana (Saga hadas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora