3. capítulo

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Anjana caminó hacia el espejo con lentitud. Las dos últimas semanas habían pasado como en un sueño. Ella no había querido encargarse de nada. No siquiera había elegido el vestido de novia. Su madre, desesperada, había optado por hablar con el rey, y él había enviado un vestido con una nota.

"No te pelees con tu madre, ahorra tus fuerzas. Te harán falta"

Ella quemó la nota de inmediato, y pensó en hacer lo mismo con el vestido, pero no fue capaz de darle el disgusto a su madre. Así que ahora estaba aquí, en su habitación, vestida de novia y temblando.
-Estás hermosa, amiga-una voz conocida interrumpió sus pensamientos.
-Breena-la chica se abrazó a su amiga y ésta la estrechó con fuerza-has venido.
-No me perdería la boda de mi mejor amiga.
Anjana se separó de ella para mirarla.
-Has engordado un poquito, Breena.
Ella sonrió y se acarició la tripa.
-No seas mala. Como si no supieras que estoy embarazada.
-Y feliz.
-Nunca he sido tan feliz.
Se volvieron a abrazar.
-Me alegro. Te lo mereces.
Breena miró a su amiga con duda.
-Ven, siéntate. Te peinaré mientras hablamos.
-No voy a peinarme, Breena. He echado a mi madre y esas chicas que dicen ser mis damas porque no voy a prepararme más de lo que ya estoy.
Breena suspiró y arrastró a su amiga de la mano hasta el tocador. Allí la obligó a sentarse.
-Tienes que ponerte el velo, Jana. Créeme, agradecerás tener la cara tapada durante la ceremonia.
La chica pareció pensarlo un momento y luego asintió. La hermana del rey cogió un cepillo y empezó a peinarla.
-He hablado con Alyan-dijo-pero no ha servido de nada. Incluso André lo ha intentado.
-No quiero hablar de él, Bree. ¿Podemos hacer cómo que no existe, por favor?
-De hecho, le he dicho que si sigue adelante con esto, dejará de existir para mí.
Jana sonrió.
-No seas drástica. Es tu hermano.
Breena le colocó el velo en lo alto del recogido.
-Tú eres mi hermana a partir de ahora, Jana. Si me necesitas, me tienes, no lo olvides. Mi casa siempre estará abierta a ti.
La chica se volvió a mirarla con ojos llorosos.
-No sé si voy a poder con esto, Bree.
-Podrás. Eres el hada más testaruda que conozco. Podrás.
-Aparte de ti, querrás decir.
Breena se encogió de hombros.
-Aparte de mí, supongo. Vamos, amiga, es la hora.
Anjana se puso en pie y respiró hondo. Luego se echó el velo en el rostro. Antes de salir se volvió hacia su amiga.
-Bree... ¿duele?
El hada de pelo plateado miró a su amiga con algo de compasión en los ojos.
-Es maravilloso cuando es algo compartido, Jana. Y solo soportable cuando no lo es. Alyan no es mi padre. No va a maltratarte. Tienes que confiar en él. Sobre todo, esta noche.
Las dos mujeres salieron para reunirse con los padres de Anjana. Ellos se habían tomado la noticia de forma muy diferente a su hija. Estaban encantados de que fuese a convertirse en la reina. No les parecía una traición a Adabelle, sino todo lo contrario, y se lo habían agradecido a Alyan en cada ocasión en que le habían visto. En esas ocasiones, Jana no había cruzado ni una palabra con él. En realidad, ni siquiera una mirada. Beck, su novio, la había desilusionado con su actitud. No había esperado que se opusiera radicalmente, pero tampoco la total resignación y sumisión ante la orden del rey. Si, al menos, hubiese mostrado un poco de enfado...
Avanzaron por el pasillo hasta el salón. Allí, sus padres se despidieron de ella con un beso y Breena la abrazó antes de entrar para ocupar su lugar. Anjana debía entrar sola y avanzar hasta el rey que la esperaba sentado en el trono. Se arrodillaría en señal de sumisión y luego el oficiante le preguntaría a él si deseaba desposarla.
Anjana respiró hondo antes de entrar. Todas las miradas se clavaron en ella. Estaba bellísima con el vestido elegido por el rey. Tenía un leve tono dorado y se adaptaba a su figura perfectamente. La falda, sin vuelo, se prolongaba en una espectacular cola. La chica avanzó decidida por el pasillo, mirando al frente. No iba a demostrar miedo. Alyan, sentado en el trono, la miró con una sonrisa divertida.
-Tu amiga tiene que tener la misma sangre de bruja que corre por tus venas, mi amor-murmuró André en el oído de Breena viendo avanzar a la chica.
El hada sonrió pero no dijo nada. Anjana había llegado a la altura del rey. Pero no se había arrodillado. Le miraba desafiante y este le tendió la mano para que se la cogiera sin levantarse del trono.
Anjana dudó antes de darle la mano. Se arrepintió de inmediato. El rey la sujetó y tiró de ella hacia abajo pillándola por sorpresa y haciendo que cayera de rodillas. El chico se puso en pie y la mantuvo en el sitio sujetándola por un hombro.
-Hay que reconocer que ha sido sutil- admiró Damon.
Alexia hizo una mueca.
-Espero que esa chica le enseñe lo que es la sutileza.
Jana se alegró de haber hecho caso a Breena. Al menos podía mirar al rey con todo el odio que sentía sin que se le viera en los ojos. El oficiante se acercó y Alyan la dejó incorporarse.
-Alyan, rey de las hadas. Has elegido a esta mujer, Anjana, hija de Alfred, para ser tu compañera. ¿Es ese tu deseo?
-Lo es-afirmó el rey sin mirarla.
-Pues así sea. Ella es Anjana, compañera del rey Alyan. Mañana, cuando se haya consumado el matrimonio será coronada como nuestra reina.
Alyan le quitó el velo de la cara y se inclinó para besarla con brevedad en la mejilla.
El resto de la tarde pasó en una especie de nube para Jana. Comieron con sus invitados y luego Alyan la cogió de la mano para llevarla a bailar.
-Estás muy bella, esposa-afirmó él.
Ella no contestó y el rey la miró divertido.
-¿De verdad vas a seguir sin hablarme?
-No tengo nada que decirte.
-Bien-él se encogió de hombros-pensé que sería más difícil mantenerte calladita.
-Si crees que voy a ser fácil en algún aspecto, majestad, estás muy equivocado.
Alyan sonrió.
-Ahora vuelves a ser tú.
Bailaron un rato en silencio.
-Jana, respecto a lo de esta noche...
-No quiero hablar...
-Calla y escucha-ordenó él.
Algo en el tono de voz del chico la hizo obedecer.
-Si pudiera hacer las cosas de otra manera, lo haría. No es mi manera ideal de pasar la noche de bodas.
Ella le miró escéptica y él la apretó contra su cuerpo en represalia.
-No quiero lastimarte, Jana. En otras circunstancias podría prepararte e ir con cuidado, pero no voy a hacer un espectáculo de nuestra noche de bodas. Así que tendrás que confiar en mí.
-Supongo que estás de broma
-No, Jana-aseguró él muy serio-no bromeo. Esta noche haz lo que yo te diga y todo irá bien.
No tuvieron oportunidad de que ella le contestara. André y Breena se acercaron a ellos y la hermana del rey presentó a su marido y su amiga. Luego André la pidió bailar y la novia aceptó.
-Creo que tu marido ha querido dejarnos solos, hermanita.
Alyan la cogió de la cintura para continuar el baile.
-Jana es una chica maravillosa, Alyan.
-No lo dudo.
-No se merece esto.
-¿Tan malo es ser mi mujer, Breena?
-No seas idiota, sabes a qué me refiero. La has elegido para ser la sustituta de Adabelle.
-Ella piensa eso mismo.
-Todo el mundo piensa lo mismo, Alyan. No la hagas infeliz. No te lo perdonaré.
El rey suspiró.
-¿Crees que me dedicaría a hacer infeliz a mi esposa, Breena? ¿No me haría infeliz eso a mí también?
-¿Por qué ella, hermano? Podías haber elegido a cualquiera.
Él sonrió mirando a su esposa que parecía relajada bailando con el vampiro. De hecho, era el único vampiro con el que habría podido bailar. Para estos era muy difícil resistirse a un hada virgen. Pero el autocontrol de André era único.
-Creo que será más entretenido estar casado con ella que con cualquier otra. Estoy seguro de que no voy a aburrirme.
Dos horas más tarde, las damas de Anjana fueron a buscar a ésta para prepararla para la noche. Sólo los que la conocían muy bien se dieron cuenta del leve titubeo del hada. Se levantó y con paso firme y la cabeza alta se dirigió a la salida. Alyan se reuniría con ella en media hora. Y también los testigos. Dos hadas no estaban emparejadas hasta que el matrimonio era consumado. Y no se daba por supuesto que lo estaba. Cuatro testigos lo certificaban. Estos no podían ser familiares, ni siquiera amigos. En época de Carelle, él mismo, junto al ama del templo, habían sido parte de ellos. Ahora, ni siquiera había templo, ya que Alyan se había encargado de destruir hasta la última piedra. Así que Anjana ni siquiera sabía quién estaría mirando mientras su marido la tomaba por primera vez. Luego se llevarían la sábana manchada con la sangre de ella para exponerla en el salón y, entonces sí, se les consideraría emparejados.
La madre de Jana la esperaba en su habitación. Tanto ella como las damas debieron de darse cuenta del frágil equilibrio en el que se sostenía la novia, porque se mantuvieron calladas mientras la ayudaban a quitarse el velo y soltaban y peinaban su melena dorada. Luego, cambió su vestido de novia por la túnica de gasa transparente tradicional. Totalmente abierta por delante, sólo se cerraba con un lazo en el cuello.
Anjana muy pálida se acostó. Su madre le dio un beso y le sonrió nerviosa.
-Todo irá bien, cariño. El rey cuidará de ti. Sólo por esta vez, haz lo que te diga, por favor.
Corrieron las cortinas que salían del dosel de la cama y apagaron las luces, dejando solo unas velas encendidas. La chica concentró su magia en tranquilizarse. Él no podía darse cuenta de lo nerviosa que estaba. Enseguida, cinco figuras entraron en la habitación. Anjana se incorporó tapándose con la sábana. La cortina se abrió y en la penumbra, sintió más que vio al rey. Él cerró la cortina de nuevo y luego se acostó a su lado.
-Túmbate, Jana-ordenó él mirándola apoyado en un codo-y, por Dios, no estés tan aterrorizada.
La chica pensó en desobedecer pero una sensación de debilidad la invadió y se recostó por miedo a desmayarse.
-¿Qué me has hecho?-susurró cuando Alyan se inclinó sobre ella para besarla en la frente.
-Schsss-él la hizo callar poniendo un dedo en sus labios-relájate. No voy a hacerte daño, Jana, te lo prometo.
El chico se puso encima de ella. La chica se tensó cuando notó la dureza de su erección en su vientre. Trató de empujarle, pero él la sujetó las manos con facilidad por encima de la cabeza.
-Grita, Jana-murmuró.
Ella le miró confundida.
-Necesito que grites-insistió él en su oído-ahora.
La chica seguía sin entender y el rey, maldiciendo en voz baja, bajó una mano hasta uno de sus senos que apretó con brusquedad hasta que ella gritó. Él sofocó el grito con su mano y luego comenzó a mover la cadera encima de ella. Después de un rato se retiró y se sentó en la cama dándole la espalda. Cuando se volvió de nuevo, pareció limpiarse las manos con la sábana antes de taparla.
-Descansa, esposa-pidió besándola en la frente-ha sido un día muy largo. Mañana hablaremos.
Salió descorriendo la cortina y una de las mujeres que hacían de testigo entró. Metió las manos por debajo de ella para tirar de la sábana inferior y se la llevó. Todos salieron de la habitación detrás de ella y Anjana se quedó por fin sola.

Los invitados esperaban en el salón la última parte de la ceremonia. La mayor de las mujeres testigo llevaba la sábana manchada que atestiguaba la consumación del matrimonio. Cuando la comitiva pasó junto a los invitados vampiros, Damon, André y Alexia se miraron entre ellos con sorpresa. André negó mirando a su hermano y éste le devolvió el gesto con un encogimiento de hombros.
-¿Qué?-preguntó Breena sin entender tantas miradas-¿Qué es lo que ocurre?
André la abrazó desde atrás para poder susurrarle en el oído.
-Esa sangre no es de Anjana, cariño. Es de tu hermano. No sé qué están tramando, pero si les descubren............
Breena sonrió.
-Dado que sois los únicos vampiros invitados, no parece probable. Así que mantened la boca cerrada, cariño.

La nueva reina de las hadas se acurrucó en la cama sin entender qué había ocurrido. Sabía que él había usado su magia para debilitarla. Pero ¿lo habría hecho tanto que ni siquiera se había enterado cuando la había tomado? O quizás eso de lo que hablaba todo el mundo sólo consistía en esos movimientos de cadera. Estaba casi segura de que tenía que haber algo más. Poco a poco, el cansancio la fue venciendo. Relajó su agotado cuerpo y cerró los ojos, dejando que el sueño tomara el mando.

Anjana (Saga hadas 1)Where stories live. Discover now