13. Capítulo

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Esa tarde, Alyan, junto con sus hombres de confianza, acordó con André los siguientes pasos a seguir. Después de la cena, Breena y el vampiro se retiraron a descansar y Alyan se quedó pensativo sentado en el salón.
-¿Estás bien? -preguntó Jana extrañada al verle así.
El rey suspiró.
-Odio la idea de una guerra-explicó-aún con los vampiros y vamps de nuestro lado, muchas hadas morirán.
Jana se sentó a su lado.
-No tenemos más opciones, Alyan. No podemos ceder al chantaje de Akop.
-Lo sé. Pero eso no lo hace más fácil. En una semana habremos entrado en guerra. Cuando, en realidad, tendría que poder concentrarme en reconstruir el reino, lo estoy arrastrando a más destrucción.
-Tú no eres el culpable. Estás haciendo lo único que puedes hacer.
-Un rey debería tenerte más opciones.
La chica sonrió con tristeza.
-En realidad tenías otra. Tu padre la habría tomado sin dudarlo.
El rey la miró con expresión atormentada.
-Necesito olvidarme de todo esta noche, Jana. Necesito olvidar a mi padre, necesito olvidar que soy el rey en una tierra casi arruinada, que voy a llevar a un montón de hombres a la muerte y que mi propia esposa me odia.
-Alyan, yo...
El chico puso un dedo en sus labios para callarla.
-¿Puedes hacer que lo olvide por un momento, Jana?-pidió.
Ella dudó un momento. Luego, sus labios se acercaron y le besó. Primero con calma, explorando su boca. Después pasó los brazos por detrás de su cuello para abrazarle y apretarse contra él. Alyan gimió y la subió a su regazo. Pronto, sus manos se deslizaban por debajo de la túnica de la chica.
-Eres tan suave-murmuró él contra su boca.
El placer la sorprendió cuando cogió un pezón entre sus dedos. Nunca se acostumbraría a esa sensación. Se apretó más contra él y tiró de su túnica hasta subirla. Alyan se la quitó en un movimiento y luego hizo lo mismo con la de la chica.
Desnudos, se abrazaron y acariciaron hasta que eso no fue suficiente. Entonces, Jana se puso a horcajadas y le guio hacia su interior. Los dos gimieron cuando él llegó al fondo. Alyan la sujetó de la nuca para volver a capturar su boca y Jana inició un ritmo lento y profundo con su cadera.
-Estás tan apretada, cariño. Podría pasarme la vida dentro de ti-aseguró él.
-Últimamente, en realidad lo haces-un asomo de risa se oía en su voz.
Alyan se impulsó con más fuerza en su interior y la risa de Jana se interrumpió con la fuerza del orgasmo que la sorprendió. Enseguida, Alyan se precipitó con ella.
Les llevó un rato recuperar la respiración.
-¿Lo he conseguido?-preguntó Jana abrazada a él.
-¿Mmmmmm?-él pareció no entender.
-Olvidar. ¿He conseguido hacerte olvidar?
Alyan sonrió y se levantó con ella en brazos.
-Tengo mucho que olvidar, querida. Creo que tendremos que seguir insistiendo. Toda la noche.
Él la llevó en brazos a su habitación. Y, efectivamente, allí los dos consiguieron olvidar sus preocupaciones por esa noche.

Se despertó con una extraña sensación de felicidad. El espacio vacío a su lado estaba frío, así que Alyan ya llevaba tiempo levantado. Sonrío y se sentó en la cama. Habían pasado la noche entera haciendo el amor. Él ni siquiera se había acordado de que estaba enfadado con ella. Se levantó y se puso una ligera bata de gasa. Desde la ventana, vio a Alyan paseando con Breena. Los dos hablaban con calma. Luego, el chico abrazó a su hermana. Enseguida, André, que nunca estaba demasiado tiempo alejado de su esposa, se unió a ellos.
-Buenos días, Anjana-saludó Zuria, entrando en la habitación.
-Hola Zuria. Ayúdame, por favor. Supongo que Breena y André se irán enseguida.
Las dos bajaron al jardín. Breena recibió a Jana con un abrazo y se quedó mirando a Zuria, que hizo una reverencia.
-Eres tú-la chica se puso pálida al recordar.
-Me alegro de verte, princesa.
-Tú me ayudaste en el templo.
Breena abrazó a la chica, agradecida.
-No hice nada, princesa. Ojalá hubiera podido...
-No podías hacer nada. Y, al final, salió bien. Espero que también para ti.
-Estoy feliz en el palacio, gracias.
-Tenemos que irnos, Bree-intervino André-tengo que poner al día a Damon y preparar todo para el ataque.
Se despidieron con un abrazo. André condujo pensativo hasta que Breena le dio un codazo.
-¿Qué es lo que te tiene preocupado?
-Hay algo raro con Zuria -aseguró el vampiro.
-¿Qué quieres decir?
-Es virgen, Breena. ¿Cómo puede ser que haya estado en el templo y siga siendo virgen?
-No sé. Quizás tuvo suerte.
Él la miró escéptico y Breena se prometió preguntar sobre el tema a la reina.

La siguiente semana transcurrió con tranquilidad. Entre Jana y Alyan se había establecido una especie de tregua y los dos trabajaban juntos de día y se olvidaban de todo por las noches entre las sábanas. Jana tenía miedo. Miedo de acabar enamorándose de su marido. No quería que eso sucediera. No cuando sabía que no había ninguna posibilidad de que él la correspondiera. Pero era difícil resistirse a Alyan cuando era tan encantador y cariñoso. De hecho, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no sonreírle o cogerle de la mano.
-Estás muy pensativa, esposa-susurró Alyan en su oído acercándose por detrás y abrazándola por la cintura.
-Mañana será el ataque. ¿Crees que Akop se lo espera?
-No. No lo creo. Esperamos poder sorprenderle. El rey de los vamps mantiene sus contactos con ellos y, al parecer, sigue esperando nuestra respuesta.
-Pero los vamps nos apoyarán ¿no?
-Sí. Pero se mantendrán al margen todo el tiempo posible. Mañana no será necesario que participen. Yo dirigiré a los hombres en el ataque y los vampiros nos apoyarán desde la retaguardia.
Ella se volvió, pálida como la luz de la luna que entraba por la ventana.
-¿Tú? ¿Tú estarás allí?
El chico la miró confundido.
-Por supuesto. ¿Dónde iba a estar si no?
-Pero...no puedes...eres el rey. No puedes estar en primera línea.
-Precisamente por que soy el rey tengo que estarlo, Jana.
-Carelle no iba a la guerra-argumentó ella.
-No soy mi padre, Jana. Creía que a estas alturas las diferencias eran obvias. No voy a mandar a mi ejército a luchar mientras yo me quedo en palacio.
-Alyan, eres el rey. Si mueres...
Él sonrió.
-No me digas que me echarías de menos, cariño.
-No seas idiota. No se trata de eso-aseguró ella-no tienes un sucesor. ¿Qué pasaría con el trono?
Alyan la colocó un mechón rebelde detrás de la oreja y la atrajo hacia él, abrazándola.
-Eres una buena reina, Anjana. Eres inteligente, llegas a la gente y te preocupas por los demás. Lo harías bien si fuese necesario.
Ella le empujó enfadada.
-No quiero ser la reina. Nunca he querido. No te atrevas a dejarme sola con esto, Alyan.
El chico suspiró y la dejó alejarse.
-Te aseguro que no tengo ni la más mínima intención de morir si puedo evitarlo. Pero estaré allí mañana, Jana. Y me gustaría no pasarme la noche anterior discutiendo contigo.
-Pues es la única manera en que la vas a pasar si sigues siendo tan cabezota, majestad.
El rey apretó los labios enfadado y la sujetó de un brazo para tirar de ella y apretarla contra él. Jana forcejeó y lanzó un golpe de magia que le apartó de ella. Alyan, con el rostro endurecido por el enfado, avanzó hacia ella, pero se detuvo al ver que la chica retrocedía. Dudó durante un momento. Luego, se dio la vuelta y avanzó hacia la puerta.
-¿A dónde vas?-susurró Jana.
Él se detuvo.
-Me has dejado muy claro que esta noche no vas a ser el apoyo que necesito. Voy a buscar a alguien que lo pueda ser.
Salió dejándola aturdida. Una intensa sensación de dolor se apoderó de su pecho y jadeó intentando respirar. Cuando lo consiguió se dejó caer de rodillas. No sabía qué le pasaba. ¿Qué era eso que sentía en su interior? ¿Celos? ¿Se había enamorado de Alyan?
Cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el cristal de la ventana. Con un gesto apagó las luces de la habitación y se quedó allí, en la oscuridad, mirando hacia el jardín. La silenciosa figura de su marido había aparecido, caminando con lentitud por él. Enseguida, la silueta de una mujer se acercó a él. El primer sollozo de Anjana coincidió con el momento en que los dos se abrazaron. El segundo con el momento en que reconoció la melena violeta. Después, ya no pudo parar.

Anjana (Saga hadas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora