16. capítulo

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Dedicado a Sheisperfect

La tensión entre ellos se podía palpar en cuanto la puerta se cerró detrás de Lyam.
-Eres un cabrón-insultó ella.
Alyan se sentó con tranquilidad en el sofá.
-Te comportas como lo hacía Carelle-acusó la chica.
Alyan la miró con una sonrisa irónica.
-Venga, Jana. Le has conocido casi tanto como yo. Sabes que no es cierto. Él habría ordenado que le fueran cortando a trocitos delante de ti. Y, cuando se hubiera aburrido, le habría matado con sus propias manos. Sus métodos no se me han pegado. Al menos, no por completo. Y ahora, responde a mi pregunta. ¿Estás evitando quedarte embarazada?
La chica tragó saliva para poder hablar.
-Sabes que sí.
-¿Cómo?
-Hierbas-murmuró ella.
-¿Desde cuándo?
-Desde el principio.
-¿Quién te las ha dado?
Anjana dudó. No quería meter a nadie en un problema.
-No voy a darte nombres, Alyan. En realidad, lo oí en una conversación entre algunas de las chicas del templo. Ellas lo usaban allí.
El rey se levantó y se sirvió una copa.
-¿Por qué, Anjana?-preguntó mirándola con curiosidad.
-Pensé que...si no me quedaba embarazada......
-¿Te repudiaría?-él hizo una mueca cuando la chica asintió-te equivocaste, Jana. Vamos a seguir casados. No hay nada que puedas hacer para que eso cambie.
-¿Qué va a pasar ahora?-preguntó ella deseando salir de la incertidumbre.
-Lo evidente, cariño. Has pasado el límite y serás castigada por ello.
Anjana aguantó con firmeza su mirada. No iba a dejar que la asustara.
-¿Cuándo has tenido tu última menstruación?-la preguntó.
-Eso es asunto mío-respondió ella con sequedad.
Alyan enarcó las cejas y Jana se obligó a responder.
-La semana pasada.
-Bien. Descansa esta noche, esposa. Te hará falta.
El chico se alejó hacia la puerta.
-Me dijiste que ibas a hacer de nuestro matrimonio un infierno, Anjana. De momento, estás consiguiendo que para ti lo sea. Deberías saber cuándo parar.
Salió sin mirarla. Y Jana sintió terror cuando le oyó ordenar a la guardia que no la dejasen salir de la habitación.

Era casi mediodía cuando Lyss entró en la habitación para despertarla. Anjana se había dormido casi al amanecer, acurrucada en la cama sin ni siquiera quitarse el vestido.
-Anjana. El rey ha ordenado que bajes a su despacho.
La reina se incorporó aturdida.
-Señora, tienes que darte prisa-apremió la dama-el rey te espera.
Jana se dio una rápida ducha. No quería hacer esperar a Alyan más de lo necesario. Prefería no arriesgarse a que el enfado de él aumentara. Se puso un vestido ligero y bajó deprisa al despacho. Respiró con calma antes de abrir la puerta. Alyan estaba sentado en su mesa.
-¿Me has llamado?-preguntó ella con frialdad.
Alyan enarcó una ceja mirándola.
-Creo que no me gusta nada ese tono, esposa. Prueba otra vez.
-Vete al diablo, Alyan. Tengo muchas cosas que hacer. ¿Qué es lo que quieres?
El chico se levantó y caminó hasta quedar casi pegado a ella.
-No tienes que preocuparte por las cosas que tienes que hacer, querida. He ordenado cancelar tu agenda de las próximas tres semanas.
-¿Qué? ¿Por qué has hecho eso?
La chica había tratado de alejarse un poco, pero el rey la sujetó por la cintura contra él.
-Porque vas a dedicar todo ese tiempo a recuperar el tiempo perdido, cariño.
En un movimiento rápido la dio la vuelta y la llevó hasta la mesa. Allí la hizo apoyarse de cara a la mesa. Jana se revolvió cuando sintió sus manos deslizándole las bragas por las piernas.
-No-protestó.
-No se te ocurra resistirte, Anjana-advirtió él entrando ya en ella.
La chica se quedó quieta y soportó sin moverse las embestidas del rey en su interior. Esta vez, él no estaba haciendo nada para que ella sintiese placer. Fue rápido. Se tensó en su interior y enseguida se retiró. Ella, humillada, se incorporó y se vistió sin mirarle.
-¿Puedo irme?-preguntó en un susurro.
-Sí. Pero Lyam te acompañará.
El rey abrió la puerta y su mano derecha entró en el despacho.
-Lyam, lleva a mi esposa al dormitorio de abajo, por favor.
-Sí, majestad.
El general la miró incómodo y ella salió delante de él procurando mantener la cabeza alta. Oyó la puerta cerrarse a sus espaldas y sintió las lágrimas desbordarse de sus ojos. Se limpió de un manotazo. No iba a llorar delante de los hombres de su marido.
Lyam la condujo al pasillo de las mazmorras. Allí, al fondo, había una puerta algo más grande.
-Pase, señora-pidió el hombre abriéndola con llave.
-Por Dios, Lyam, llámame Anjana.
-No creo que eso le guste al rey, majestad.
La chica entró en la habitación. Estaba totalmente pintada de blanco y había un gran ventanal que daba al jardín. Una percha en la pared, un espejo y una cama grande era todo lo que había en ella. Jana supuso que la otra puerta sería la de un aseo.
-¿Tengo que quedarme aquí?-preguntó.
-Sí señora. Hasta nueva orden.
-Está bien. Tendréis que traer mis cosas.
Lyam se ruborizó.
El rey nos ha prohibido traer nada de tus objetos personales a la habitación.
Ella suspiró para tratar de calmarse.
-¿Puedes decir al rey que venga, Lyam?
-Sí, señora. Se lo diré.
-Gracias.
El soldado salió y ella se sentó en la cama a esperar. Le dejaría bien clarito a Alyan que no pensaba quedarse aquí.

Este fin de semana haré un pequeño maratón. Mañana subiré otros dos capítulos a lo largo del día. Espero que os gusten.

Anjana (Saga hadas 1)Where stories live. Discover now