5. capítulo

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Al día siguiente, no vio a Alyan hasta la tarde. Había pasado la mañana conociendo el palacio. Se sentía muy sola. Aunque conocía a casi todo el mundo de cuando era dama de la princesa, ahora era la reina y la gente la trataba de otra manera. Así que, después de comer, había optado por salir al jardín para reponer fuerzas. Cuando estaba allí, el rey la hizo llamar a su despacho. Una mujer alta y esbelta, de melena y ojos violeta, que estaba a su lado, se inclinó cuando ella entró.
-¿Me has llamado?-preguntó secamente.
-Hola esposa. ¿Has tenido un buen día?-preguntó él sarcásticamente.
-Estupendo, hasta hace dos minutos.
Alyan se levantó de su silla y avanzó hacia ella con gesto amenazador. Jana contuvo las ganas de dar un paso atrás y le miró desafiante.
-Soy Zuria, majestad-intervino la mujer.
Alyan pareció calmarse. Se volvió hacia el otro hada y le hizo un gesto para que avanzara.
-Como tan oportunamente ha dicho, es Zuria. Era una de las mujeres del templo, fue encerrada por mi padre por negarse a sus "atenciones". Si te parece bien, he pensado que puede ayudarte en tus funciones en el palacio.
-¿Una especie de ama de llaves?
-Algo así. Por supuesto, en esto, tú tienes la última palabra.
Anjana se encogió de hombros.
-No tengo ninguna práctica en organizar una casa, así que cualquier ayuda, me vendrá bien.
-De acuerdo, entonces.
-Gracias, majestad-la mujer se volvió a inclinar-espero ser de utilidad.
-Me llamo Anjana, Zuria. En privado me llamarás así. Y espero que podamos ser amigas.
El hada violeta sonrió a la reina.
-Estoy segura de ello, Anjana.
Cuando la chica se fue, la reina trató de salir detrás de ella.
-Espera, hay otro asunto que tengo que tratar contigo.
El hada esperó mientras su esposo cogía un papel y se lo enseñaba.
-Es la derogación de la ley que obliga a una ceremonia de elección para los reyes. Y también la presencia de testigos en la noche de bodas en los matrimonios. Necesito que lo firmes.
Ella le miró. Casi no podía disimular lo que la sorprendía el gesto del rey. Cogió el bolígrafo que le alargaba y firmó en los dos papeles.
-Si no necesitas nada más......
-No. Por ahora. Aún me queda un rato de trabajo. Me temo que hoy no cenaré contigo, querida. Quizás pueda llegar al postre-añadió mirándola sugerente.
-Dudo mucho que esta noche haya postre, majestad. Ten cuidado, corres peligro de indigestarte.
El rey, divertido, negó con la cabeza.
-Cariño, cualquier día esa lengua de arpía que tienes te dará un disgusto.
La chica salió del despacho con paso decidido. Pidió que le llevaran algo de cenar a su habitación y se acostó enseguida, sonriendo satisfecha. De momento, estaba consiguiendo librarse del rey. No había podido evitar la boda, pero evitaría todo lo demás. Mientras pudiera, al menos.

La siguiente semana pasó muy rápida. Con la ayuda de Zuria, se hizo rápidamente con el manejo del palacio. Y las dos congeniaron muy bien. A pesar de que el carácter de ambas era totalmente contrario. Zuria la recordaba a Adabelle, era dulce y dócil. Aunque, si se había negado al rey Carelle, debía tener algo más también. O quizás el templo había terminado por doblegarla. De cualquier manera, el hada de melena violeta se convirtió en su amiga en pocos días.
El fin de semana, decidió que iría a ver a Breena. Había recibido a sus padres durante la semana, así que no la urgía verles a ellos.
-¿No vas a decírselo al rey?-preguntó Zuria dudosa.
-No necesito su permiso para salir-aseguró la chica poniéndose una sencilla falda corta y una camiseta de tirantes.
-Creo que, al menos, deberías informarle.
-Él no me informa demasiado de lo que hace a lo largo del día, Zuria. Sale sin decirme nada ¿no?
En los días anteriores se habían visto muy poco. Estuvieron juntos en la audiencia semanal y se juntaron con los representantes de diferentes colectivos. Además, cenaron juntos una noche, pero Alyan se retiró sin intentar tocarla. Por lo demás, sus agendas iban totalmente por separado.
Anjana llamó a uno de los hombres de confianza de la guardia y le ordenó que la llevara a territorio vampiro.
-Tengo que confirmarlo con Lyam, majestad.
-No hace falta que confirmes nada. Soy la reina.
-Lo siento, majestad, pero tengo que confirmarlo.
El hombre se alejó para hablar con su superior. A los pocos minutos, Alyan y Lyam avanzaban hacia ella.
-Ven a mi despacho, Jana-ordenó el rey.
-Tengo un poco de prisa, Alyan.
-A mi despacho-repitió él entre dientes- ahora.
Ella hizo un gesto de exasperación pero le siguió hasta entrar en el despacho. Él cerró la puerta tras la chica y se cruzó de brazos apoyándose en ella.
-¿A dónde diablos crees que vas sin ni siquiera molestarte en informarme?-preguntó.
La chica le miró y se dio cuenta de lo enfadado que estaba. Decidió ser prudente.
-Sólo quería ir a ver a Breena.
-Y ¿por qué no me has preguntado si quería ir contigo, Jana? ¿No has pensado que me gustaría ver a mi hermana?
-No nos hemos visto mucho últimamente, Alyan. No he encontrado el momento.
El chico avanzó hasta quedar muy cerca de ella.
-Yo creo que, más bien, intentabas desafiarme. Quieres hacer tu vida como si yo no estuviera en ella, Jana. Y eso no va a funcionar.
-No sabía que necesitaba tu permiso para salir.
-Lo necesitas para salir del reino, desde luego. Y no puedes ir con sólo un guardia. Ahora eres la reina de las hadas, supongo que no lo has olvidado.
-Así que estoy prisionera.
-Si quieres considerarlo así, me da igual. Pero no vuelvas a intentar salir sin preguntarme antes, Jana.
-Está bien, majestad-respondió ella irónica-de ahora en adelante te pediré permiso hasta para respirar.
Ella fue a rodearle para ir hacia la puerta, pero Alyan la sujetó de la cintura y la acercó a él. La reina trató de mantener la distancia empujando con sus manos.
-No pongas resistencia, Jana-advirtió él-te lo he dicho muchas veces ya. Recuerdo mi promesa. Aún no se ha cumplido el plazo. Pero me apetece besarte y lo voy a hacer.
Y lo hizo de inmediato. Sus labios y su lengua no la dieron tregua. Se apoderaron de todo su ser al caer sobre su boca. Sin darse cuenta, empezó a responder a la lengua juguetona que buscaba la suya. Alyan, gimiendo, la llevó hasta la mesa y la sentó en ella, acomodándose entre sus piernas abiertas. Jana notó la erección presionando contra sus muslos. El chico la levantó un momento para subirle la falda y abrirla más las piernas.
-Dios-murmuró mientras acariciaba sus senos por encima de la camiseta-te deseo tanto, preciosa.
Volvió a besarla. Las sensaciones dominaban a la chica. Su dureza contra su vulva, sus labios en su boca y sus manos en los sensibles pezones que, no sabía cómo, estaban al aire.
Él deslizó una mano por su pierna hacia arriba y Jana contuvo un gemido cuando le notó tocando su zona más íntima.
-Estás muy mojada, amor-la voz de él era un jadeo-no me costaría nada entrar ahí.
Su dedo se adentró en ella como para demostrarlo. El leve dolor hizo reaccionar a la chica.
-Déjame-pidió-déjame Alyan. No quiero seguir con esto.
El rey volvió a su boca, pero ella le evitó volviendo la cara.
-Lo prometiste-murmuró ella.
Alyan paró de inmediato. Se separó de ella y se volvió para recuperar el control.
-Sal de aquí, Jana-ordenó con voz ronca-antes de que me arrepienta y te folle sobre esa mesa.
La chica se arregló la camiseta y salió corriendo del despacho.

Supongo que, como siempre, os habrá parecido corto. Intentaré subir pronto el próximo. Aunque os aviso que, probablemente, a partir de él, empecemos a odiar a Alyan. En fin, toca punto de inflexión. Un abrazo para todas.

Anjana (Saga hadas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora