VC: Capítulo cuatro

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La risa de la rubia aún resonaba por toda la ciudad, ya que seguía riendo incluso de camino al gremio, mientras que detrás de ella venía un rubio malhumorado y cepillándose los dientes por decimoquinta vez, en plena calle.

Una vez llegaron al gremio al rubio le pareció raro no escuchar la molesta risa de Lucy, así que al alzar la mirada se encontró con la rubia con los puños cerrados fuertemente y totalmente tensa mientras sus ojos parecían muertos y con mil años de dolor enterrados en ellos.

El rubio curioso, miró hacia donde miraba la rubia, encontrándose al equipo Natsu, la única diferencia era que al puesto de Lucy se encontraba otra persona, Levy McGarden.

Los integrantes del gremio miraban con lastima a la rubia, todos menos los del equipo Natsu, que se encontraban en una mesa apartada de todos, y el ex-equipo de Sabertooth, que miraba confuso la escena.

Lucy, a pasos decididos y fuertes, que resonaban por todo el gremio, ya que este se encontraba en silencio, sin contar la obvia risa que provenía de aquel equipo. Sting, algo confuso y curioso la siguió desde atrás, hasta llegar al segundo piso, donde se encontraban las misiones de largo tiempo para magos de alto rango.

La rubia, en pleno silencio agarró una al alzar y bajó, le enseñó la misión a Mirajane, que la miraba con una triste sonrisa, y caminó en dirección a la puerta. Antes de salir por completo, frenó en seco y busco algo en su bolsillo, del cual sacó un pequeño llavero y se lo entregó a Sting.

-Son las llaves de casa, no hagas mucho escándalo, limpia lo que ensucies, nada de fiestas y dale las 3 comidas a Sparkie todos los días. Regresaré en unos meses. Nos vemos -dijo, mirando con seriedad a Sting, para luego voltear de nuevo y empezar a caminar, pero fue detenida por un agarre, cálido pero firme.

-Quiero ir contigo -contestó Sting con la misma seriedad, el definitivamente iría.

-No, no tienes el permiso para hacer estas clases me misiones, y además no quiero hacerle de niñera a un maldito rubio -respondió Lucy, dura y fría, estremeciendo a Sting, nunca la había escuchado hablar así.

-¡Lucy! -llamó el maestro, que estaba en la barra, y miraba a la rubia con seriedad- ¡Déjalo ir contigo! -sentenció-. Sting, ven acá.

El rubio un poco confundido y sorprendido se acercó al maestro.

-¿Qué pasa, maestro?

-Te encargo a Lucy, confió en que podrás ayudarla -el rubio lo miró con aún más confusión, el maestro suspiro-, el corazón de Lucy, está muriendo lentamente, su capacidad de sentir sentimientos positivos se está viendo opacada por los sentimientos negativos de los recuerdos que la persiguen.

Sting puso la cara de un perro al no entender, y el maestro, ya molesto sólo dijo: -te darás cuenta tú solo, ahora ve con Lucy.

Lucy, que se encontraba en la puerta del gremio, refunfuñando y cuestionando las decisiones del maestro, se sobresaltó al ver a Sting, ya que no había sentido su presencia.

-¿De qué trata la misión?

-Es fácil, solo es encontrar una rara planta -contestó haciendo una mueca-, sin embargo, duraremos meses viajando de pueblo en pueblo recolectado información -dijo y empezó a caminar en dirección al bosque.

-¿Te puedo hacer una pregunta? -preguntó Sting, tratando de seguirle el paso.

-Ya la has hecho.

-¿Qué fue lo que pasó con tu equipo?

Sting se arrepintió al segundo de haber hecho esa pregunta ya que la rubia frenó en seco y lo miró extremadamente mal.

-Sting, no te metas donde no te llaman, además no es tu problema, rubio.

-Ttú también eres rubia -contestó, tratando de calmar el tenso ambiente y recuperar a la idiota que se reía de él.

Lucy, se llevó la mano derecha a su cabeza, agarró un mechón y se lo llevó hacia la cara, donde lo podía observar.

-Oh... es cierto.

A Sting se le salió una gota de sudor.

-Soy rubia pero tu rubio es raro -dijo con una expresión mosqueada-, es un rubio como un papel machado de pipí o algo así.

Esta vez a Sting le salió un tic en el ojo.

-¡Maldita rubia!

-Esa es mi frase -refunfuñó la rubia por lo bajo.

¡Maldito Rubio!Where stories live. Discover now