VL: Cuatro.

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Siento como una gran nube negra me cubre. Siento que no siento nada. Veo la vida que se mueve frente a mis ojos. Oigo ruidos, voces, siento los olores. Pero es como si hubiera un muro entre el mundo y yo.

Sentirte vacío no es no sentir nada. Es sentir eso, sentir el vacío. Sentir ese agujero en el pecho que te absorbe, como una aspiradora, es como una profunda tristeza en un mundo feliz, es frio en un verano ardiente.

El vacío es llorar mientras todos ríen. Es llorar pero sin saber por qué. Es no esperar nada, es saber que no podes buscar, es estar solo en compañía, es peor que no tener respuestas, es no tener preguntas. No hay sentido, no hay nada, solo hay todo lo que falta.

Sentirte vacío es tener la certeza de que no habrá nada que lo llene.

Mi mente todavía está caliente y en shock por lo que pasó, sin embargo no hay gritos, no hay lágrimas, no hay dolor, no hay nada. Mi mente y mi alma quedaron vacías.

Mi mente se va vaciando, llenando de nada. El vacío es oscuro y frio. El vacío está hecho de todo eso que no eres. Es dormir sin soñar. Es vivir sin soñar. Es amar sin sentir. Es soñar sin sentir.

¿Quién soy?

¿De dónde vengo?

¿A dónde voy?

¿Por qué siento este frio, mas frio del que nunca sentí en toda la vida?

Sin esperármelo una cachetada llegó derecho a mi mejilla, más no sentí dolor alguno; solo salí de mis pensamientos, levanté la mirada para encontrarme a Lisanna con unas pequeñas lágrimas en sus ojos a punto de salir. Un sentimiento llegó a mí, y era la culpa.

- Si tengo que molerte a golpe para que quites esa mirada lo haré –amenazó con un temblor de voz. No contesté, sólo la seguí mirando.

Sonreí ligeramente, pero no de verdad. Me paré de la cama y sin esperárselo la abracé con fuerza.

- No te preocupes por mí, estoy bien –mentí. Estar bien era algo que no existía en mi diccionario- Sólo dame el tiempo de asimilarlo por favor.

- Está bien, ¿quieres que te deje sola? –preguntó tras un minuto de silencio, separándose de mí.

No.

- Sí –contesté, no quería preocuparla.

Lisanna se despidió de mí no muy convencida y se marchó, no sin antes advertirme que volverá a revisar si estaba bien; causándome una ligera risa.

Una vez sola en mis 4 paredes, me duché y sin preocuparme en secarme el pelo me recosté en mi cama mirando el techo fijamente. Apenas eran las 6 de la tarde, y sin embargo no tenía nada que hacer más que sumergirme en mi propia miseria.

Siquiera me preocupaba el hecho de arreglar las cosas con mi viejo equipo, ellos dudaron de mí sin perdime explicaciones, y las cosas por más que uno deseara jamás volverían a ser igual, la herida posiblemente sane pero la cicatriz igualmente va a quedar allí. Y eso me jodía como nadie tenía idea, aunque suene una barbaridad decirlo me jode más la cicatriz que el hecho en sí.

"Si por alguna razón quieres volverte más fuerte no dudes en volver." Las palabras de Elie resonaron en mi cabeza por un tiempo ilimitado.

Fuerte. Quizás justamente necesitaba eso, volverme más fuerte y alejarme del gremio durante un tiempo, no podía quedarme parada en este punto de mi vida. Había sufrido una traición y me encontraba al borde del colapso mental, pero aún tenía gente a mi lado que me importaba a mí y yo les importaba a ellos; mis espíritus, los demás integrantes del gremio y Lisanna, no podía quedarme a defraudarlos. Yo era Lucy Heartiflia, y debía resurgir como tal.

Miré el reloj, y entre pensamientos me fijé en que eran las 7 de la noche, agradecí mentalmente que fuese sábado y que cerca de aquí había un bar dónde iban la mayoría de los integrantes del gremio, pero no sólo el mío, también todos los demás de fiore. Sin pensarlo dos veces me paré y rebusqué entre mi armario, iba a salir esta noche, necesitaba refrescar mi mente y saciar mi cuerpo en dosis de alcohol, sólo por hoy necesitaba olvidar el vacío y la carga de mi corazón.

Me vestí rápidamente, cuando me miré al espejo no me reconocí a mí misma. Llevaba un vestido negro ajustado con dos aberturas en cada costado, era corto y me tapaba a malas penas el trasero, unos tacones negros tacos que me hacían ver notablemente más alta, junto a unos accesorios a tono. Me acerqué al espejo y comprobé mis sospechas, el brillo era carente en mis ojos. 

Me puse un poco de brillo labial, lápiz negro en los ojos y miré por última vez mi reflejo a la vez que ataba parte de mi pelo en una coleta de lado con un moño azul. Y sin dar marcha atrás salí del departamento.

¡Maldito Rubio!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora